Capítulo 51

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MICHELLE

─ ¡Niño! ¡¿Qué pretendías hacer con esa piedra?! ─cuestiona nervioso. La primera palabra me deja extrañada, pero rápidamente recuerdo la apariencia que tengo. No permito que eso me haga dudar y reafirmo mi agarre sobre el objeto pesado en mis manos.

─ ¡Aléjese! ¡Súbase al bote! ─ordeno. El timbre de mi voz es tembloroso y temo que eso me quite credibilidad. El anciano me da una mirada mezclada de susto y lástima. La segunda es algo que suelo generar en la gente por mi apariencia delicada.

─Tranquilo, no te voy a hacer daño ─sus manos suben y bajan. El movimiento me inquieta y mucho más el hecho de que no me haga caso─. Baja esa piedra, puedes lastimarte.

─ ¡No! ¡Si no se va se la aviento! ─amenazo con las manos temblándome debajo de la piedra, la cual, comienza a pesarme mucho. Mis mejillas se contraen al tratar de resistir el peso que cansa mis muñecas.

─Está bien. Iré al bote ─dice rendido y va caminando hacia su transporte.

Lo sigo con la mirada minuciosamente sin siquiera parpadear, la piedra va descendiendo sin mi permiso hasta que no resisto y la suelto, esta cae dejando un sonido estruendoso que rebota por las paredes de la cueva y también en mi corazón. Alzo la vista hacia el anciano quien me observa sereno, sin intenciones de aprovechar que he soltado mi arma.

─ ¿Qué espera? váyase ─aprieto mis puños para esconder mis manos saltarinas. Nadie se asustaría con un chico tan blandengue como lo soy yo.

─ ¿Estás seguro? ¿No quieres ayuda? ─pregunta amablemente. Me quedo pasmada y sin saber que responder; pero una vez que has decidido ser una cretina no puedes retractarte.

Que cosas aprendo del Príncipe.

─No ─digo firmemente y tomo la soga entre mis manos.

─Eso luce muy pesado para alguien de tu complexión ─me detengo en seco, este viejo es muy insistente─. Antes de salir de aquí te habrás desmayado, ¿no crees que sería más fácil aceptar la ayuda de un anciano que está de paso?

─Yo... ─titubeo.

Mi alma es débil y ahora mismo mi más fuerte deseo es que alguien me salve de este infierno; pero también soy desconfiada y no puedo creer que un anciano haya aparecido mágicamente a salvarme.

─Ya iba de regreso al pueblo; sin embargo, vi ese bulto en la orilla y llamo mi atención. No pensaba robarte, solo soy un viejo pescador buscando algunos ejemplares ─me regala una sonrisa tranquilizadora─. Vamos, no quiero cargar con la conciencia de que deje a un niño morirse y menos en este sitio tan desolador.

─El pueblo... ¿Cómo se llama? ─mis ojos se plantan en el suelo y los nervios me entumecen los brazos.

─Vengo de Autums, el pueblo que está cerca de esta cueva ─responde desconcertado. Mis ojos regresan a verlo directamente.

─ Y... Vermont, ¿está lejos? ─la voz se me oye quebrada. Trago saliva sonoramente.

─Sí, como a cinco días. La cordillera es un trabajo bastante arduo ─medita.

─ ¿Cordillera?

─El conjunto de montañas que están arriba de la cascada y nos separan del resto ─mi ceño se frunce al no comprender de qué habla este viejo─. Ya las verás con tus propios ojos.

─No he aceptado ir con usted ─refunfuño. El anciano se espantara en cuanto descubra que llevo envuelto en la vela.

─Tienes razón ─asiente y ríe─, pero me gustaría que aceptaras ─se acerca al bulto sobre mis pies.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora