Capítulo 66

949 133 21
                                    

MICHELLE

Ya en las alturas, la tranquilidad es inminente. Apenas se deja escuchar el silbido del viento que golpea contra el fuerte torso de Pegaso. Izan esta tan embelesado con la vista que no hace más que admirar el paisaje con la boca completamente abierta. Se ha quitado la boina para que esta no salga volando. Desde el puesto de atrás, veo sus rulos marrones agitarse; mas el permanece tranquilo. El Príncipe lo coloco adelante suyo para cerciorarse que no se caiga.

Luego de la riña familiar, anuncio que me escoltaría, tal y como lo propuso El Rey. No sé qué lo hizo cambiar de opinión; seguramente, solo quería una excusa para irse y no tener que seguir lidiando con sus padres.

Por mi parte, no he intentado crear una conversación entre nosotros. Todo es demasiado incomodo, desde lo sucedido en el callejón hace tres días hasta lo que recién paso en el jardín. Mi mente trata de no analizar meticulosamente las acciones del Príncipe, de no crearme falsas esperanzas que solo terminan hundiéndome; no obstante, mi pecho arde tanto que temo quedarme sin aire. El corazón me pide una tregua para disfrutar estos escasos minutos donde puedo regodearme en felicidad y revivir los momentos íntimos que tanta ilusión me dieron. Poder recrear la sensación de su tacto, de su roce, de sus ojos iluminados por mi presencia y de la ráfaga de emociones que, en el momento, sentí que nos envolvían a los dos por igual. Que ambos sentíamos lo mismo y que no solo era yo la que estaba desfalleciendo con su cercanía.

El paseo no dura mucho, cuando menos me doy cuenta la brisa se calma y nos veo descendiendo sobre el campo junto a la cabaña. Veo la cabeza del Sr. Robert, este labra la tierra sin notar nuestra llegada. Una vez que Pegaso pisa tierra firme, El Príncipe lo desmonta y toma entre sus brazos a Izan, quien luce desilusionado porque la excursión ha terminado.

Me apresuro a bajar del corcel, en estos instantes, la caballerosidad del Príncipe no me sentará nada bien. Prefiero evitar cualquier contacto y si es posible no mantener tampoco un dialogo, me es imposible llevar a cabo una conversación vacía como si no hubiera pasado nada entre los dos.

Pero eso tampoco significa que quiera conversar sobre lo sucedido.

─ ¡Eso estuvo increíble! ¡El pueblo se veía tan chiquito! ─exclama Izan emocionado─, ¡Los demás niños no van a creer que monte un pony volador!

Al momento de escuchar las palabras de Izan, supe que corría peligro.

Pegaso comienza a relinchar y a dar patadas agresivas al suelo. El genio de este animal es espantoso y mucho más cuando se le confunde con un pony. El Príncipe empuja a Izan a mi lado e intenta calmar a la bestia. Esta se para con las dos patas traseras y gruñe malhumorada.

─Pegaso, tranquilo ─dice lentamente con las manos extendidas.

Izan, asustado, se aferra a mi vientre mientras retrocedemos hasta estar a una distancia segura de Pegaso. Atraído por los gritos, el Sr. Robert llega atareado con su sombrero de paja y se queda observando atónito la escena.

─ ¡¿Qué ha pasado?! ─pregunta con el ceño fruncido.

─El animal se ha alterado un poco; pero ya El Príncipe lo está controlando ─informo para tranquilizarlo. Los berrinches de Pegaso son pan de cada día, aunque el Sr. Robert no lo sepa.

Pegaso trota hacia atrás y bate la cabeza rechazando el intento del Príncipe por tocarlo.

─No parece ─comenta el Sr. Robert. Solo sonrió nerviosamente.

─ ¡Papi! ─solloza Izan. Se traslada al pecho de su padre y se aferra más a él de lo que se aferró a mí. El Sr. Robert le da palmadas en la cabeza, es su manera de mostrarle afecto.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora