Capítulo 69

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MICHELLE

El baile ha finalizado, la música se ha detenido y nosotros con ella. Me doy el pequeño placer de admirar sus ojos azules tan de cerca por última vez; acto siguiente, rompo el hechizo que nos rodeaba. Alejo mis temblorosas manos de su cuerpo y doy un paso hacia atrás sintiéndome un tanto desilusionada por el final de la pieza, que coincide también con el final de nuestro momento juntos.

Han sonado las doce para esta Cenicienta.

Busco con la vista a Selene y Caín, ellos siguen fuera de mi rango de visión. Entre las conversaciones que tuve con El Príncipe, los perdí. Todos mis sentidos se concentraron en él y abandone el interés por mantenerlos en mi radio de vista.

  Mi rostro se tensa al ver caminando hacia nuestra dirección a los reyes; La Reina se pavonea con su largo y acampanado vestido verde olivo con mangas blancas y cuello cuadrado, en su pecho caen hermosas esferas de nácar y lleva una tiara bañada en plata aderezada de diamantes y perlas en forma de lágrimas. Luce imponente, su sola presencia me hace sentir desdeñosa; incluso, con los halagos del Príncipe y Selene de mi lado.  

Su mirada altanera me estudia sin disimulo; a pesar de su gesto grosero, percibo en ella menos desprecio del habitual

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Su mirada altanera me estudia sin disimulo; a pesar de su gesto grosero, percibo en ella menos desprecio del habitual. Intenta mantener el decoro y los buenos modales mientras Rivas se dirige a mí.

─Que gusto que hayas podido venir, Michelle. Hace un rato me encontré con el padre de los Larios, un gran hombre ─alaba al Sr. Robert. Asiento sin saber que comentar al respecto─. Veo que Marcus está siendo un excelente anfitrión.

─Solo compartimos una pieza ─comenta cortante El Príncipe─. Tengo que buscar a Selene, permiso.

Antes de que su padre lo interrumpa, se pierde entre la multitud de personas que danzan al ritmo de la siguiente canción.

Me quedo sola con los reyes, de inmediato, maquineo una excusa para desaparecer, tal y como lo hizo su alteza.

─Jovencita, quisiera intercambiar un par de palabras contigo. Acompáñame ─ordena la reina María, arruinando mi plan de escape.

Se voltea con esplendida gracia, camina sin comprobar que la sigo. Su prepotencia es tan parecida a la del Príncipe que me pregunto que hice para ganarme el rechazo, tanto de la madre, como del hijo.

Ninguno se tomó la molestia de conocerme, fue odio a primera vista.

Rivas se hace de oídos sordos y permanece quieto admirando el baile.

Titubeante y de mala gana, sigo el mandato de María. Me desplazo detrás de ella mientras se abre camino entre la gente. Todos con solo verla se corren hacia un lado para no interponerse en su recorrido. Me alegra saber que no soy la única que se siente intimidada por esta mujer aristocrática que se pasea con la barbilla bien arriba.

Ya en una zona más despejada, retorna la mirada hacia la mía. Me paro firme y muestro toda la seguridad que puedo. Si piensa que va a poder basurearme a sus anchas, pues se equivoca. No permitiré que me ofenda; aunque tenga que defenderme a capa y espada de su afilada lengua viperina.

─Te vi bailando con mi hijo ─noto la desaprobación en su voz─. De más está decir, que fue una escena escandalosa y poco apropiada considerando que él ya se encuentra felizmente comprometido ─dice seriamente.

─Fue Selene la que propuso que bailáramos juntos. Créame cuando le digo que no estaba entre mis planes hacerlo, ni en el de él tampoco ─explico con paciencia.

─Siempre tienes una excusa para revolotear alrededor de Marcus ─espeta con malicia─. Me sorprende la capacidad que tienen los dos para justificar sus acciones poco dignas ─esto último me ofende de sobremanera y mi boca se abre tanto como le es posible.

─Señora, yo no le he faltado el respeto, así que le pido que me respete y que se comporte como la dama que dice ser ─ahora es ella la que se sorprende y una gran O se forma en su boca─. No tengo nada con su hijo, ni lo tendré. La única razón por la que «revoloteo a su alrededor» ─dibujo comillas con los dedos─, es porque viajamos juntos y tengo que estar constantemente contactada con él. Si en el caso hipotético, de que él y yo sintiéramos algo por el otro, no tiene por qué preocuparse; ya que cuando nuestro viaje llegue a su fin, regresaré a mi mundo y El Príncipe no me vera más nunca en su vida. Estaré muerta para todas estas personas que hoy conviven conmigo, así que tranquilícese y, ¡déjeme en paz! ─grito finalmente.

Me he desahogado con mi peor enemiga. En parte, haberle gritado todas las verdades que he callado me ha desestresado. Con esto, La Reina explotará peor que las otras ocasiones; o se serenará y me dará la tregua. Estoy preparada para cualquiera de las dos opciones.

─Nunca me habían hablado de esa manera tan atrevida ─refunfuña aún en shock─. Rivas me comento que tenías agallas, pero me temo que lo confundió con osadía ─dice con molestia retenida. Eleva el rostro y me lanza una mirada escaneadora mientras suelta un suspiro─. Bueno, al menos eso significa que sabes defenderte. Ahora entiendo porque Marcus tiene tantos percances contigo. Eres una chiquilla muy insolente ─me reprende de mala gana. Me doy cuenta que su actitud regañona es lo más cercano a amabilidad que voy a conseguir de su parte. Es como si le costará bajar la guardia, al igual que su hijo─. No te reclamaré más nada, has dicho que no debo preocuparme y te tomaré la palabra. Es obvio, que si Marcus se llegará a fijar en una chica como tú ya no sería mi Marcus, y no me sorprendería, últimamente está muy cambiado. Rivas está contento, dice que al fin nuestro hijo está madurando y que la preocupación que no lo dejaba dormir sobre que Marcus sea un buen rey se ha estado disipando. Yo discrepo con él, siento que mi hijo se aleja de mí y se acerca más a su padre; aunque, siempre discutan, tienen un vínculo que solo existe entre ellos dos ─confiesa preocupada. Ahora soy yo la que se ha convertido en su confesatorio personal.

Que giro más inesperado.

─Usted siempre será su madre y ese es un vínculo mucho más fuerte que cualquier otro... ─comento con cuidado. Los celos de las mamás son cosa seria.

─No te inmiscuyas, niña. Estaba hablando en voz alta ─espeta indignada─. Ya he hablado contigo, ahora retírate ─ordena descortésmente.

Por culpa de esta mujer es que El Príncipe es tan bipolar, ¡los dos son toscos hasta cuando bajan la guardia!

Pobre, rey Rivas, tiene que lidiar todos los días con estos dos.

Él debe entender mi sufrimiento.

Desaparezco del rango de visión de la reina María, esa mujer al menos ha decidido detener su ataque constante hacia mí y con eso me conformo. 

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora