Capítulo 65 Parte 2

931 136 24
                                    

MICHELLE

─Ese niño que se esconde en tus faldas, ¿es el más pequeño de los hermanos Larios? ─El Rey mueve el cuerpo hacia adelante y ladea la cabeza para poder ver a la criatura que se aferra a mi cuerpo.

Izan se ha escondido detrás de mí y no ha abierto la boca en todo este tiempo. De pronto, se ha convertido en un niño tímido, bien portado, que permanece quieto y no hace preguntas necias.

Ver para creer.

─Así es. Se llama Izan ─respondo sonriente. Izan se cambia hacia el lado de mi cadera más alejada de los Reyes. Es un manojo de vergüenza.

─No te veo el rostro, ¿Podrías acertarte? ─dice Rivas con amabilidad; sin embargo, Izan no sale de su escondite.

De repente, algo proveniente del campo llama su atención. Sus ojos avellana se iluminan y la timidez se retira. Como un loco, sale corriendo hacia el jardín, ignorando a todos los presentes. Desciende los dos escalones que bajan al nivel del suelo, no me había fijado en ellos hasta que deje de ver las piernas de Izan. Yo le sigo, confundida, sin saber que rayos ha hecho que recupere su comportamiento extrovertido.

La figura de una persona montando un corcel blanco es lo único que distingo. El gran jardín se extiende hasta donde no llega mi vista, la zona donde galopea el caballo está libre de arbustos que puedan obstruir el paso. La hierba se mece con el viento que se crea por la rapidez con la que corre el animal. El jinete nos da la espalda, por lo que no descifro su identidad, esta tan lejos que solo alcanzo a notar que se trata de un hombre.

¡Príncipe! ¡Príncipe! ─grita el pequeño con emoción y bate los brazos en el aire. Un dolor en el pecho me golpea como una bala perdida. La garganta se me cierra y temo no encontrar mi voz.

El Príncipe da medio giro de hombros, su rostro demuestra sorpresa al verme. De inmediato, se detiene y permanece así unos segundos, los suficientes para que una alarma en mi cabeza me grite que debo irme antes de que a él se le ocurra acercarse.

─Izan, nos vamos. Estamos siendo inoportunos ─miento mientras lo jalo hacia la estancia donde están los Reyes.

─Pero El Príncipe ya viene para acá ─agita el dedo hacia lo lejos y mis ojos recaen sobre el chico que cabalga hacia nosotros montando, nada más y nada menos, que a su mascota preferida: Pegaso.

Ahora si estamos todos.

─Lo saludas otro día ─insisto en llevármelo; pero Izan se planta con firmeza para evitar que lo mueva.

─Siempre dices eso. Quiero ver los trucos de magia que me prometió ─se queja y continúa resistiéndose.

Había olvidado aquella vez que El Príncipe jugo brevemente con Izan y le dijo que después le mostraría mejores trucos.

Eso paso hace tiempo, ¿Cómo lo recuerda?

─Ahora no podemos, debemos irnos ─tiro de su brazo.

─No quiero ─protesta molesto.

─Izan, dijiste que te ibas a portar bien ─digo severamente. Él agacha la cabeza y ambos detenemos el forcejeo.

─Lo he estado haciendo ─murmura triste─. Solo quiero ver los trucos de magia ─se excusa. Cuando levanta la quijada, su cara afligida me hace sentir culpable.

─Izan, no podemos quedarnos. Estamos interrumpiendo su descanso ─me siento sobre las piernas y poso una mano sobre su codo. Él hace un puchero─. Cuando El Príncipe vaya a recogerme, le diré que te haga un show. Quedaras tan impresionado, que sentirás que tú mismo te prendiste en llamas ─Izan emula una pequeña sonrisa.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora