Capítulo 50

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MICHELLE

Tengo la sensación de que la esfera se ha tragado mi dolor; en el momento que la tome, este se esfumo. Veo un pequeño cierre en forma de estrella en la línea del centro, lo giro y este se abre, dejándome más cegada por la luz resplandeciente que despide la esfera interior. Este es un elemento externo a la otra esfera, la cual parece que solo cumplía la función de cascarón.

Pese a que el brillo obstruye mi vista, dirijo mi mano hacia ella y la extraigo de su coraza. La analizo desde la palma de mi mano, quedo hipnotizada por los rayos esmeralda que despide. Su contextura es dura como una piedra; aun así puedo sentir sus bordes alisados en mi piel. De repente, siento un fuerte jalón en mi pecho, la esfera misteriosa se ha adentrado en mi interior como si fuese una piedra mágica. El dolor solo dura segundos y luego se esfuma igual que el brillo verdoso. Me palmo el dorso con sumo miedo, ¿cómo es posible que aquel objeto se halla introducido dentro de mí? Creí que solo las piedras mágicas podían hacer eso, ¿Será que aquello lo era? Pero si no ha sucedido ningún suceso extraño mas que el de nosotros sobreviviendo a semejante caída.

Estoy asustada no quiero convertirme en troll o en una sirena.

¡¿Quién me manda a meter las narices donde no me llaman?!

Suelto la coraza vacía. Restriego mis manos sobre mi pecho con frenesí con la esperanza de sentir la esfera y poder extirparla antes de que termine de enterrarse en mi interior; sin embargo, esto solo sirve para engañarme porque sé que ya debe estar junto a las otras dos piedras.

Empiezo a sudar frío, quiero salir de este sitio de inmediato. Mientras desplazo mis ojos hacia mi entorno, el martilleo de mi cabeza me produce migraña. Me siento claustrofóbica, la paranoia se instala en mis nervios y la desesperación por salir corriendo toca a mi puerta.

No tardó en hacerle caso. Mis piernas se avientan hacia las escaleras y termino mojando otra vez la parte baja de mi cuerpo. No me importa, solo quiero salir de este lugar antes de volverme loca. En el camino, me tropiezo con la estructura donde había dejado la vela, sin pensármelo dos veces la arrastro conmigo hasta el agujero.

En cuanto consigo escapar del barco abandonado, me desplomo sobre la orilla bruscamente y abrazo el pedazo de tela. Mis dientes tiritan por el frío de la cueva y el estado húmedo de mi cuerpo, el cual no consigue un descanso de tanta agua.

Seguramente me dé un resfriado a final de semana.

Me recompongo de un tirón y dirijo mi rumbo hacia El Príncipe, quien aún continúa durmiendo plácidamente. Siento envidia de él, gracias a sus heridas se ahorra todo este ajetreo. Cuando despierte todo habrá pasado.

Claro, si es que despierta.

Un nudo se atora en mi cuello, pensándolo bien no quisiera estar en sus zapatos; pero tampoco quisiera estar en los míos teniendo en cuenta que algún espíritu demoníaco se acaba de introducir dentro de mí y que no puedo hacer nada hasta salir de esta cueva y salvar mi vida junto con la de mi compañero desmayado; el cual, pesa mucho más que yo y me ha dejado la complicada tarea de tener que llevarlo conmigo.

Boto el aire de mis pulmones mientras analizo el cuerpo inerte del Príncipe. Definitivamente, cargarlo no es una opción, a menos que quiera terminar con la columna estropeada, cosa que no está en mis planes. Por culpa de esa esfera diabólica salí huyendo del barco abandonado antes de conseguir algo que me ayudara a transportar al Príncipe con mayor facilidad. Lo único que traje fue la vela, pero ahora viéndola bien mi plan de hacer Rollito de Príncipe resultara poco favorable. Envuelto en la tela mojada podría pescar un resfriado.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora