Capítulo 86

1K 140 18
                                    


MICHELLE

Los días pasaron tormentosamente lentos, fueron inundados por silencios insoportables donde ninguno hablaba más de lo necesario. Ahora me he convertido en una persona taciturna al igual que mi acompañante. Los comentarios impertinentes y las risas descaradas ya no forman parte de mi trato hacia El Príncipe. Esta vez, las cosas no se han reparado solas. Yo no he tenido ganas de hacerme la amnésica. No he tenido ganas de actuar como si todo estuviera bien cuando por dentro quiero gritar y llorar como una niña pequeña.

Estaba bien con mi amor platónico. Nunca intentaba ir más allá, me conformaba con estar a su lado; pero él tuvo que acercarse más de lo debido, tuvo que besarme y actuar de manera extraña. Arruino mi inestable equilibrio; y eso, no se lo perdonaré.

Yo sufro mientras él sigue con su vida. Se queda con su prometida y su maldito reino. Tan campante que quisiera ahorcarlo para que se muera y arrastrarlo junto conmigo a este infierno que siento. Jamás amar a alguien debe ser tan doloroso; y de ser así, no es un amor conveniente. Es un amor desgastante, un amor perjudicial que no me lleva a la felicidad sino a la desgracia.

No es la clase de amor que quiero en mi vida; pero no puedo evitarlo, el corazón no me hace caso cuando le digo que no quiera más al chico de cabello dorado y ojos cielo.

***

Hemos arribado en Ishrán. El Príncipe me entrega la capa para ocultarnos de los aldeanos. Con paso cuidadoso nos mezclamos entre la gente hasta llegar al castillo donde el sabio debe estar esperándonos.

El Príncipe mantiene la calma. Su actitud me desconcierta puesto que él siempre quiere agarrarse a golpes con el sabio.

Llegamos al salón, como de costumbre está leyendo las páginas de un libro amarillento. Al vernos, lo cierra y se pone de pie. Abandona la comodidad del sillón para estrechar la mano de su alteza.

─Has recorrido un largo camino, Marcus. Me alegra ver que este viaje te ha hecho crecer tanto físicamente como espiritualmente ─mantiene sus arrugadas manos encerrando las del Príncipe.

─Quiero que me cuentes todo lo que sepas sobre los humanos ─suelta la mano del sabio.

─Sé lo mismo que tú. La historia sobre cómo fueron aniquilados por los poseedores fue lo último que se supo de ellos.

─Mientes. Sé que sabes que no murieron todos y que los sobrevivientes se ocultan en algún hueco de este mundo, ¿Dónde están? ─exige respuestas mientras el ceño se le frunce.

─No sé dónde se ocultan. En todo caso, si tuviera esa información no te la daría. Son criaturas que ya han sufrido mucho dolor, merecen tranquilidad.

─ Esos malditos casi nos matan. Aparecieron en el pueblo donde estaba la cuarta piedra y por poco no salimos vivos. Tenían armas poderosas, su avanzada tecnología fue un dolor de cabeza. La única razón por la que no se deshicieron de nosotros fue porque resulta que su ataque era una prueba para Michelle. Su Dios los mando a determinar qué tan fuerte se había vuelto. Dijeron que tenían la quinta piedra en su poder y le dieron un acertijo para que encontráramos su ubicación ─explica malhumorado. El sabio asiente meditabundo.

Ahora me fastidia que diga mi nombre.

Imbécil.

─Es muy extraño. Por muchos años los humanos se han mantenido en la clandestinidad. Ese Dios que mencionas debe estar manipulándolos. Los dioses no utilizan su poder para hacer mal, no lo harían tampoco para probar a una chiquilla. Debe tratarse de algún ser que desea obtener los poderes de La puerta de Sortelha. Lo que me sorprende es que tenga la quinta piedra ─se rasca la barba.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora