CAPÍTULO 1: Una propuesta

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|| RAOUL ||

Raoul se había levantado tarde, como de costumbre, y su madre gritaba desde el comedor para que fuera a desayunar.

Se levantó sin ganas y se vistió rápidamente, no quería que su madre le echara un sermón. En un momento se paró a pensar, y mentalmente maldijo a su madre: aquel día era sábado.

Con tan solo el pantalón del pijama puesto salió corriendo de su habitación directo al comedor donde sus padres aguardaban con una sonrisa.

Para nada él tenía intenciones de corresponderlas y mostrarse amable.

- ¡Mamá! ¡Es sábado! - Se sentó en la silla devastado mientras cogía la taza de cola-cao y se la llevaba a la boca. 

- Hijo, papá y yo tenemos una buena noticia, y esperamos que tu estés igual de ilusionado que nosotros. - La sonrisa de su madre no le inspiraba nada de confianza, pero se les veía tan contentos que nada malo podía ser.- Te hemos apuntado a una academia de música, a unas clases de piano. Tu ya sabes algo de lo que te enseño el a...

- ¡No!- Raoul se levanto de la mesa de un salto, dispuesto a defenderse contra lo que sus padres pretendían hacerle.- Ya sabes que odio la música, no quiero volver a hablar de ese tema. No quiero ira una mierda de academia donde unos profesores me van a enseñar a tocar por el simple hecho de ganar dinero a cambio. Me gustaba la música que salía del corazón, la que hacía con el abuelo. No iré.

Raoul se fue indignado a su habitación mientras sus padres suspiraban, cansados.

- Al final cederá, ya verás. La música es su pasión.- Álvaro intento animar a su mujer.

- Lo sé...- Ambos se abrazaron y recogieron el desayuno.

*******************

Aquella noche no podía dormirse, recuerdos de su abuelo y él, frente a un gran piano de cola, inundaban su mente. En realidad no sabía porqué se había puesto así, a Raoul le encantaba tocar, le llevaba a otro mundo, le evadía de la realidad. Quería mucho a su abuelo, y fue un gran palo cuando se enteró de que había muerto. Pasó una semana sin querer comer, y no salía de su habitación.

En el fondo, Raoul sabia que a su abuelo le hubiera gustado que él acabará siendo un gran músico, aprendía rápido y tocaba las teclas con una delicadeza propia de los grandes, se tomaba su tiempo, observando la partitura, y después ponía los dedos en la teclas, acompañado siempre de su abuelo. 

Pero hacía ya mucho tiempo que no lo intentaba, no tenía inspiración, la música no le llamaba y no tenía fuerzas para enfrentarse a lo que eso le hacía recordar.

Se le formó un nudo en la garganta.

Se levanto de la cama y fue a la única habitación donde jamás se sentía solo: el estudio del abuelo. En el centro de la estancia había un gran piano de cola, estaba igual que en sus recuerdos. Hacía mucho que no pisaba esa habitación, había olvidado los cuadros que había en las paredes, las altas estanterías llenas de libros, incluso el pequeño bloc de notas de su abuelo, dónde ambos componían canciones para después tocarlas juntos.

Se acomodó en el pequeño asiento y dejó sus dedos encima de las teclas, empezó a tocar, notas sueltas, sin ninguna melodía. Después recordó la canción favorita de su abuelo, esa que quiso aprender a tocar para darle una sorpresa por su cumpleaños. Fue la primera canción que se aprendió de memoria. Y, junto al movimiento de sus manos, empezó a cantar:

You're giving me a million reasons to let you go 

You're giving me a million reasons to quit the show

You're givin' me a million reasons

Give me a million reasons

Givin' me a million reasons

About a million reasons  

Aunque era apenas un susurro, su madre le había oído cantar, y ahora se encontraba apoyada en el marco de la puerta. Emocionada, se fue acercando a él hasta posar su mano en su hombro.

- ¡Mamá!-  Raoul se asustó y dejo de tocar. Se levantó rápidamente para ponerse frente a su madre.- ¿Te he despertado?

-No pasa nada. ¿Has pensado en lo de la academia? Sería una buena forma de conocer a más gente. 

Raoul lo pensó, estaba deseando decirle que sí, que le parecía genial. Pero aún así le daba miedo. Tenía pánico de  volver a la creer en la música. Le traía una mezcla de emociones que no era capaz de controlar: Tristeza, alegría, libertad... 

Levantó la cabeza y vio la sonrisa de su madre, la abrazó muy fuerte, intentando contener las lágrimas,  y le dijo que iría a probar, por lo menos, un día. 

Clases De Piano(#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora