CAPÍTULO 24: Ojo morado

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AGONEY

Agoney se había despertado agitado, pero no conseguía recordar el sueño. Imágenes sueltas, recuerdos borrosos, pero no lograba encontrarle un sentido a todo. Como se había levantado pronto decidió ordenar su cuarto. Aunque iba a llevarle más de media hora, pues Agoney no era muy ordenado. Poco después su madre le llamó para ir a desayunar y tuvo que dejar la habitación prácticamente como estaba.

Mimi y Agoney no tenían muchas cosas en común, pero algo que compartían era su odio por gimnasia. La rubia tan solo se movía si era para bailar, pero si le hablabas de deportes huía sin mirar atrás. Por eso, cuando el lunes a segunda hora tuvieron que jugar un partido de balonmano, Mimi fingió que le dolía la mano ( cabe decir que es una gran actriz) y el profesor la mandó sentarse en un banco. 

Mientras Agoney y los demás estaban haciendo equipos. Cepeda era un capitán, y Rafa era el otro. Como siempre Agoney quedó de los últimos en ser elegido.

- Yo me quedo con... Sara.- Agoney ya sabía que entre él, y la chica que se pasaba la hora de gimnasia hablando con sus amigas, Cepeda la iba a elegir a ella. Así que, sin tener otra opción, y llevándose una mirada de reproche de Rafa, se fue con su equipo.

Se habían colocado, habían practicado, y llegó la hora de hacer un partido. El otro equipo contaba con Cepeda y Carlos, y ya se había ganado varios empujones por parte de ellos. Así que, para evitar que le dislocaran el hombro, se presentó voluntario para ser portero. Estaba un poco harto de los gritos  de sus compañeros diciéndole que corriera, que la quitara, derecha izquierda... todo para que luego, cuando su equipo tenía la pelota, no se la pasaran.

Así que ahí estaba, en una portería, con el sol dándole de cara, pero un viento frío despeinandole el pelo. No veía muy bien que pasaba más allá de medio campo,  como tampoco vio  venir un sudado Cepeda, corriendo hacía él y sonriendole, parándose  a  un milímetro de la línea amarilla (el límite para poder marcar) y tirar la pelota en dirección a su cara. Acabó tirado en el suelo, con la mano en un ojo y Mimi y Ana a su lado. En unos minutos a Agoney le  rodeaba media clase, y el profesor tuvo que ir echándoles poco a poco, diciendo que ya había acabado la clase.

Fueron a conserjería a pedir un poco de hielo para el ojo de Agoney, que ya estaba rojo, y dentro de poco se volvería morado. Cuando Mimi y Ana (si, habían ido juntas)volvieron,  Agoney sonrío juguetonamente a Mimi, a la vez que hacía una mueca de dolor al achinar el ojo. 

Le dolía un poco la cabeza por el golpe, pero aún así no quiso llamar a casa, no quería preocupar a su madre que seguro no iba a trabajar para llevarle al médico, y no estaban para perder dinero. Así que aguantó las tres horas que quedaban con Mimi hablándole de Ana. Al final no sabía si el dolor de cabeza era por la pelota o por el enamoramiento de su amiga. 

A la salida vio a Roi con una chica bajita, rubia, que no había visto nunca, y se estaban besando. Apartó la vista y suspiró. Hace tan solo un par de semanas creyó  haberle visto con otra chica. Cada vez le daba más asco Roi, incluso chocó la mano de Cepeda cuando acertó a darle en la cabeza. 

Llegó a casa y se miró en el espejo de la entrada. Estaba horrible. Su ojo estaba un poco hinchado y morado. Su madre ya no estaba porque Agoney había elegido el camino de vuelta más largo, para no tener que dar muchas explicaciones. Después de comer se tomó una pastilla para el dolor de cabeza y se echó una siesta hasta la hora de marcharse.

Cuando Raoul llegó parecía alegre, pero cuando alzó la vista, esperando ver su reacción, deseó no haberlo hecho. Raoul tenía una expresión asustada en el rostro.

- ¿Que coño te ha pasado?-Agoney se levantó y se acercó a Raoul.- No me jodas que te han...

- ¡No! No me han pegado, te lo juro.- Agoney podía ver los ojos cristalizados de Raoul, y cuando estuvo frente a él le cogió del brazo y lo sentó en el banco del piano.- A ver,tranquilo, solo me han dado un balonazo.

- ¡Joder! Menos mal.-Raoul respiró profundamente y se frotó los ojos.- Pensé que me habías hecho caso y te habías enfrentado a ellos, y bueno, ellos te habían pegado...

Agoney sonrió. Le gustó saber que el rubio se preocupaba tanto por él. 

- Oye, tu no me hagas más caso eh. Todo lo que digo son tonterías.- Raoul seguía sintiéndose  culpable y Agoney no sabía como explicarle que él no tenía nada que ver.- Te has puesto hielo, ¿no?

- Sí, claro.- Raoul le sonrió con lástima y acercó su mano al ojo de Agoney.- Y, de verdad, no te preocupes.

Agoney le cogió la mano y se la bajó. Aún le dolía un poco el golpe, pero con ayuda de la pastilla, la cabeza ya no era un problema. Raoul se había quedado mirándole, abstraído, y Agoney tuvo que chasquear los dedos delante suyo, para después soltar una carcajada.

- Perdón. Jajaja.- Raoul comenzaba a ponerse rojo.- Oye, he traído una cosa y quería que la vieras. ¡Ah y también quiero enseñarte otra cosa!

A Agoney le hacía gracias cuando Raoul se emocionaba como un niño pequeño, le parecía muy tierno. Así que esperó pacientemente a que Raoul sacara una libreta y se la diera.

- Ahí escribo canciones. Pero no tienen música...- Agoney le echó un vistazo y le gustó mucho lo que vio. Sonriendo le devolvió la libreta a Raoul.

- Pues tengo que decirte la verdad...- Raoul se puso serio de repente. Agoney intentó aguantar la risa, pero no pudo.- Me encantan. Sobretodo una que he leído, pero justo esa no la tienes acabada, ni si quiera tiene título.

- Ah, ya. Bueno es que la empecé hace poco. Jajaja. Y, ahora... ¿puedo tocarte una canción? Me recuerda a ti

Agoney asintió extrañado. ¿Raoul quería tocarle una canción? Estaba deseando saber que canción hacía  que el rubio se acordara de él. No podía ocultar su emoción y, cerrando los ojos, se apartó un poco del piano para escuchar.


Clases De Piano(#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora