CAPÍTULO 41: La verdad

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AGONEY

Se le había cortado la respiración y había sentido un pinchazo en el pecho. Sabía que ese momento llegaría, pero no esperaba que fuera por su culpa. Y menos que pudiera evitarlo. Porque si ya se esperaba que Raoul se cansara de sus excusas y sus problemas, no tenia, ni  replanteado siquiera, que fuera a ser por no contarlos. Solo tenía que hablar con Raoul, solo tenía que demostrarle que confiaba en él, y que estaría dispuesto a todo. Pero a la hora de hacerlo siempre había más contras que pros. Y Agoney no sabía que tenía que hacer. De lo que si estaba seguro era de que no quería marcharse de casa del rubio, ni tampoco que estuviera enfadado con él. Entendía que le echara en cara todo aquello, Raoul siempre había sido directo y le había contado todo. Y nunca le había obligado a hablar de nada que él no quisiera, hasta ese momento. Tenía que saberlo, era lo mejor para todos, bueno y más para él.
- Espera Raoul, por favor.- Raoul se levanto del sofá y se dirigió a la puerta.
- Me estoy enfadando y no quiero decirte nada de lo que me pueda arrepentir, de verdad Ago, vete.- Tenía una mínima esperanza de que ese 'Ago' hubiera significado que no estaba realmente enfadado con él.
- Te lo contaré, de verdad, pero no me eches.- Se levantó y se puso frente a Raoul. Su voz sonaba a súplica y su cara pedía a gritos que le escucharan.- Por favor...
- ¡Joder! - Raoul se llevó las manos al pelo, cansado.- Agoney, no te quiero obligar a qué me lo cuentes, solo quiero que lo hagas sin que te lo pida. No sé, qué te desahogues como hago yo, o que me cuentes tus problemas para poder ayudarte. No quiero obligarte a nada...
- Lo siento de verdad...- Agoney intento acercarse otra vez a Raoul, pero este no hacía más que apartarse.- Necesito pensar Agoney, vete.
- Raoul, no...- Agoney le cogió las manos, e hizo que le mirara a la cara.- Escúchame ¿vale?
Agoney respiró hondo, y consiguió que Raoul le mirara a los ojos.
- Roi es uno de los chicos que se meten conmigo. El otro día me amenazó y me dijo que no te lo contará. Lo siento mucho pero es que casi me ahoga y yo no sabía qué hacer, así que le prometí que no te diría nada...
- Agoney para.
- No espera, también es uno de los que me escribieron maricón en la libreta y también lo hicieron en la mesa de mi clase...
-¡Agoney cállate!- Raoul se mostraba nervioso y enfadado. Agoney estaba al borde del llanto. Pero no podía parar, no en ese momento. Estaba soltándose después de todo un largo tiempo aguantando burlas, críticas y sintiéndose mal consigo mismo. No se iba a callar.
- También se meten conmigo por ser canario y por no llevar ropa de marca, y me dieron el balonazo a propósito...
- Para por favor...-Agoney soltó las manos de Raoul y se apartó las lágrimas que le caían por la cara. Raoul seguía delante suyo pero ya no le miraraba a la cara.
- Y me encerraron en un baño y me grabaron llorando y pidiendo ayuda...
Raoul levantó la cabeza y Agoney pudo ver que también lloraba, le miró tan fijamente que hizo que se callara de golpe. Agoney miraba los ojos avellana de Raoul, llorosos, y notó como estos bajaban hasta posarse en sus propios labios. Sin darse cuenta Raoul agarró las mejillas del canario y unió sus labios con los de él. Un beso furioso, pero necesario. Agoney cerró los ojos, disfrutando de esos pocos segundos que duró el beso. Porque no fueron más que eso, segundos. Pero que para él significaron demasiado. Se separaron al oír la puerta de la entrada, y apartó la mirada del rubio.
Estaba incómodo y no se esperaba que hiciera eso. Había olvidado incluso que el tema del cual hablaban le afectaba, pues Raoul había hecho que lo apartará de su mente con solo un beso. ¿Cómo era posible?
No quería agobiarse por eso. Puede que el rubio fuera gay, nunca se lo había planteado, pero podía ser. Sí que había intentado averiguarlo, con indirectas, y había  entendido que le gustaban las chicas. Lo que no entendía era porque lo había besado a él. A lo mejor era para que dejará de hablar, le había dicho que se callara y no había hecho caso. A lo mejor no siente nada y solo ha sido un beso de amigos. Sin duda no podía pensar con la mirada de Raoul puesta sobre él.
- Agoney...- Raoul intentó que el moreno le mirara, pero su madre y la de Raoul aparecieron por la puerta del salón. 
- ¡Hola chicos! ¿Ya habéis visto la película?
- Si mamá, ¿qué hacéis aquí tan pronto?
Agoney se había alejado del rubio y ahora estaba al lado de su madre.
- Ha empezado a llover y nos hemos venido antes. ¿Os queréis quedar a cenar?- Su madre le miró para pedirle opinión. Agoney negó rápidamente con la cabeza y arrastró a su madre hasta la puerta, empezaba a agobiarse y ver la cara de decepción de Raoul no ayudaba a ordenar su mente. No sabía que pensar ni cómo actuar, pero tenía que estar solo.
- Vayámonos por favor, creo que me encuentro mal. - Era la excusa perfecta, noche de borrachera, día de resaca. Pero ya hacía tiempo que el dolor de cabeza no aparecía. Ahora sentía un nudo en la garganta y unas tremendas ganas de llorar.
- Está bien, adiós Susana, otro día será.

No dejaba de darle vueltas a la cabeza. No asimilaba todo lo que había pasado en tan solo 24 horas. Había pegado a Roi, se había emborrachado y había confesado a Raoul por todo lo que había pasado. Eso último le hizo sentir vergüenza. Seguro Raoul pensaba que era una nenaza que no podía defenderse. Y es que no podía, ya había visto como Roi podría partirle la cara si quisiera. Y Cepeda ya lo había demostrado anteriormente y no quería volver a participar en una pelea con él. 
Se encontraba en la cama. El frío comenzaba a hacerse presente y la calefacción era muy cara, por lo que no la ponían hasta invierno. Así que allí estaba, tapado hasta arriba pensando en Raoul. Nunca le habían besado, y a lo mejor se estaba comiendo la cabeza con algo normal. Un beso. El problema era lo que había sentido con ese beso. Ese sentimiento que no lograba identificar pero que temía descubrir. Tenía claro que Raoul no era un amigo normal y corriente, entre ellos había una especie de conexión que no tenían las demás personas con sus amigos. O eso quería pensar.
Volvía a sentirse culpable por haberse ido de ese modo, pero no estaba preparado para enfrentarse y hablar con el. Y mucho menos después de haberle contado todo lo que le pasaba con Roi. Sin duda había sido un mal momento para besarse, pero ya sabia como de espontáneo era el rubio, y le encantaba.
Volvió a pensar en ese beso, y en la posibilidad de que para Raoul haya significado algo. Pero era imposible y, aunque le habían dicho que lo más bonito del mundo era enamorarse, el lo veía una perdida de tiempo, y de dignidad. Aún así le gustaría experimentarlo alguna vez. Tener a alguien que diera su vida por hacerle feliz, alguien en quien poder confiar ciegamente y poder contarle todo lo que se te pasase por la cabeza. En definitiva, alguien como Raoul para poder desahogarse sin sentirse la peor persona del mundo por culpar de sus problemas a otras personas, aunque esas personas sean verdaderamente el problema.

Su madre había entrado un par de veces a la habitación, para ver cómo se encontraba, y las dos veces se había hecho el dormido. No tenía ganas de hablar  con nadie, ni de hacer nada. Podría aprovechar para estudiar el examen que tenía el martes, o preparar la presentación del lunes. Pero lo único que de verdad le apetecía era llorar y, muy en el fondo, también quería ver la sonrisa de Raoul tranquilizándole, diciéndole que no estaba enfadado, que no era un cobarde, y que iba a estar con él siempre.
Pero eso eran simples ilusiones que no iban a hacerse realidad por mucho que las pensara.

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