CAPÍTULO 57: Huevo Kinder

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RAOUL

Agoney se puso encima suyo y fue directo a su cuello, dándole besos húmedos que solo hacían que incrementar el bulto de su pantalón. Raoul le tocaba el pecho, bajaba por su estómago descubierto y después dirigió las manos a su espalda para tocar su culo. 

- Dios Raoul...- Agoney movió su cadera y sus entrepiernas se rozaron. Raoul gimió.

De repente la puerta de su habitación se abrió, dejando ver a su padre con cara de pocos amigos. Agoney seguía tocándole, sin percatarse de la presencia del hombre que les miraba con asco. 

- ¡Raoul! ¿Qué haces?- Su padre se acercó a ellos, a la vez que Agoney metía su mano dentro del pantalón del rubio. Parecía que le diera igual que alguien les estuviera interrumpiendo. - Eres un enfermo, deja de tocar a mi hijo...
Su padre apartó a Agoney de un empujón y después se acercó a él, dispuesto a pegarle una bofetada.

Se despertó de golpe, con la respiración agitada. Se destapó, dejando ver el gran bulto de su pantalón. Miro la hora y descubrió que  llegaba tardea clase. Suspiró frustrado (y un poco avergonzado) y se fue a la ducha, ya que iba a llegar tarde, no importaba una hora más.

Por fin había llegado el miércoles, y a pesar de haberse perdido las dos primeras horas, el día se le había hecho muy largo. No dejaba de pensar en Agoney (y en el sueño que había tenido).
Tampoco dejaba de pensar en su padre, ya llevaba dos días( los mismos que el llevaba fuera de casa) soñando que descubría que Agoney y él estaban juntos, y no se lo tomaba muy bien. Cada vez tenía más miedo de contárselo, pero también más ganas de liberarse del todo.
Sus amigos no ayudaban a que se relajara, pues le preguntaban todo el rato sobre sus planes con Agoney aquella tarde.  Todavía no había hablado con él, aunque querría haberlo felicitado a las doce, pero, como era de esperar, se quedó dormido y al final nada. 
Cuando salió del instituto fue a buscarle.
El canario llevaba puesta la camisa de plátanos que le regaló Mimi y sonrió al ver lo bien que le quedaba con su piel morena. Pero cuando se fijó en la cara de Agoney, se puso serio. Venía enfadado, disgustado, puede que incluso hubiera llorado. Al fijarse bien en la camisa pudo ver una gran mancha azul, en la mano llevaba el abrigo, todavía más manchado.

- Raoul me voy a casa, lo siento.-  Pasó por su lado, sin ni siquiera mirarle  a la cara. Pero Raoul le cogió del brazo girándolo para mirarlo a la cara. Su labio inferior temblaba y estaba a punto de llorar.

- Ven a mi casa.

Agoney no quiso ponerse su abrigo durante el camino, así que Raoul se quitó su chaqueta y se la prestó, después de varias negativas por parte del moreno, aceptó. Aceptó que se estaba muriendo de frío y que tenía que dejar de ser un orgulloso.

Nada más llegar a casa del rubio le hizo quitarse la camisa para ponerla en la lavadora junto el abrigo. 

- Sube a mi habitación, ahora te daré algo mío para que te pongas.

Cuando subió, se encontró a Agoney sentado en su cama, abrazándose a si mismo. Raoul sonrío enternecido y buscó alguna camiseta en su armario. No había podido evitar fijarse en su torso desnudo y eso hacia incrementar sus nervios, sin dejar de pensar en el sueño.

- No tengo nada de manga larga, pero te puedo dejar una sudadera.-Agoney asintió y le mostró una pequeña sonrisa.- Luego hablamos, ¿vale?

No podía gustarle más como le quedaba su sudadera amarilla a Agoney, quería comérselo a besos de lo guapo que estaba. Pero tenía que conformarse con los espaguetis que él mismo había hecho (solo sabía hacer eso) y que Agoney parecía no vomitar.

- ¿Están bien?- Agoney asintió, con los espaguetis saliendo de su boca y manchando la comisura de su boca de tomate.- Pero absorbe tío, absorbe.

Clases De Piano(#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora