CAPÍTULO 39: Parte de la familia

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AGONEY
Raoul acababa de sincerarse con él, y no es que se sintiera mejor. Ver a Raoul llorando nunca hacia que se sintiera bien. Pero le gustaba ver como Raoul conseguía relajarse, después de haber estado preocupado por él.
- Oye Raoul, no sé qué decirte sobre lo de la pelea...
- No hace falta que digas nada, mi padre también se arrepintió, y bueno tampoco nos llevamos mal, lo quiero mucho.
Sonrió al escuchar al rubio decir aquello, era un chico muy tierno. No se atrevió a pedirle que se quedará a dormir con él, le parecía extraño pedirle eso, a pesar de que se conocían y eran amigos. Nunca había intimado tanto con alguien (excepto Mimi tal vez) pero ella nunca se había quedado a dormir a su casa. Por eso esperó a que se quedará dormido e  intentar hacerlo él, pero la cabeza no dejaba de darle vueltas y empezaba a sentir náuseas otra vez. Sin querer molestar al rubio se incorporó y controló su respiración. Se levantó de la cama un poco mareado y se dirigió al baño.
Una arcada le hizo correr hacía el váter y echar todo lo que había bebido, que no debía quedar mucho pues también había vomitado en la puerta de aquel bar. Debió haber echo mucho ruido porque Raoul apareció detrás suyo y le acarició la espalda.
- ¿Estás bien? - Agoney giró la cabeza para mirarle.- Dios que pregunta más absurda. Es que cuando me acabo de levantar no pienso.

Agoney no pudo contestar, estaba vomitando otra vez. Sentía como le quemaba la garganta. No le quedaba nada más en el estomago para echar pero seguía arrodillado en el suelo, con la cabeza cerca de la taza del lavabo. Una imagen de lo más lastimosa, y que a Agoney hizo sentir vulnerable y estúpido. 

- No llores...- Raoul se había sentado a su lado, había cortado un trozo de papel higiénico, y le limpiaba la boca. Después lo tiró al váter y tiro de la cadena.- Intenta  tranquilizarte y cuando te encuentres mejor te tomas algo. Eso si, mañana vas a tener dolor de cabeza, es lo que tiene la resaca.

- No voy a beber nunca más.- Agoney se lamentaba y Raoul rió suavemente. 

- Eso es lo que decimos todos, y ya viste como acabé el otro día, llamándote a las tantas.- Agoney recordó aquella llamada, y cómo estuvo a punto de salir a buscarle.- Por cierto, que tal con tu hermana, que estaba borracho, pero me enteré de todo.

Raoul tenía la capacidad de sorprender a Agoney con cualquier cosa. ¿Como podía acordarse de todo lo que le contó? Sonrío y miró a Raoul.

- Está bien. Con su novio en Adeje.- Le entraron ganas de vomitar otra vez, pero no salía nada. Raoul seguía a su lado, acariciándole la nuca e intentando que el moreno no se agobiara más. Pero no sirvió de mucho pues en cuanto su madre entró por la puerta todo su cuerpo se puso en tensión.

- ¿Qué pasa?- Su madre se acercó corriendo a él.-Dios mio Agoney, ¿Has bebido?

- Ha sido culpa mía, no sabía que era su primera vez bebiendo y le he dado lo mismo que yo, y le habrá sentado mal...

- Madre mía, voy a hacerte una infusión.- Agoney agradeció que su madre no se enfadara, lo último que quería era discutir con ella, y tampoco es que hubiera pensado una excusa, Raoul le había salvado.

- Gracias... tranquilo mañana le diré que tu no has tenido nada que ver...

- No te preocupes. Ahora ven, lávate un poco la cara anda.- Agoney obedeció. Se miró al espejo y vio que tenía la cara pálida. Detrás suyo, Raoul le sonreía cálidamente.-  Vuelve a la habitación, yo voy a ver si tu madre necesita ayuda. 

En otra situación no habría dejado que Raoul cargara con la culpa, ni dejaría que su madre se preocupara por él, teniendo ella sus propios problemas. Pero se encontraba realmente mal y no iba a poner resistencia. Se metió en la cama, apoyando la espalda en el cabecero, y mirando la puerta esperando que el rubio no hubiera decidido irse. 

Pero no fue el rubio quien apareció por la puerta cinco minutos después, si no su madre, con una taza caliente que dejó en sus manos.

- ¿Te encuentras mejor?- Agoney asintió mientras daba un sorbo a la bebida. Esperaba que eso le asentara el estómago y no tener que volver al baño en lo que quedaba de noche.- Vale, mañana hablaremos, pero ahora descansa. 

- Mamá, ¿Y Raoul?- No sabía porque tenía la necesidad de que Raoul estuviera ahí, y esperaba que su madre no hiciera ninguna pregunta incómoda.

- Le he obligado a que se quedara aquí. Es tarde y no quiero que se vaya solo. Por cierto, le he dado un pijama tuyo, no te importa ¿no?

- No.- Agoney no pudo reprimir una sonrisa al saber que Raoul no se había ido. 

En cuanto se acabó la infusión su madre le arropó y apagó la luz. Al estar la puerta abierta pudo escuchar murmuros en el salón, seguramente Raoul y su madre.

No conseguía dormirse, el sentimiento de culpa no se iba, y no paraba de dar vueltas en la cama. Se levantó y aprovecho a ponerse el pijama, ya que  sin darse cuenta se había quedado con la ropa que llevó a la fiesta. Después se dirigió a la cocina a beber agua, asomándose antes al salón para ver a Raoul. Su madre le había dado su pijama de Mickey Mouse. Se avergonzó un poco al saber que Raoul lo llevaba puesto, aunque seguro que le quedaba mejor que a él. Se acercó un poco más y lo observó dormir. El tupé rubio le caía por la frente y le hacía parecer un niño de 5 años. Se fue antes de que se despertara y le viera ahí de pie. Cogió el agua y volvió a la habitación para intentar dormir. 

Se despertó al oír ruido en la cocina. Perezoso, miró la hora en el móvil: las 11:40. Se levantó y abrió  la puerta. La luz le hizo entrecerrar los ojos. Le dio los buenos días  a su madre, que estaba en la cocina y fue al comedor. Su padre y Raoul se encontraban en la mesa, desayunando tranquilamente. No pudo evitar sonreír al ver el bigote que se le había quedado al menor al haber bebido su colacao, y la cara de felicidad que le había regalado.

- ¡Buenos días!- Raoul se limpio la boca con una servilleta e hizo que su padre se girara a mirarlo.-¿Que tal te encuentras?

- Y lo más importante, ¿se te han quitado las ganas de beber para toda tu vida?- Agoney se rascó la cabeza y asintió sonriendo.

-Me duele la cabeza y no, no voy a volver a beber en la vida, ni tampoco a ir a una fiesta.-Se sentó en la mesa y cogió una galleta.- Y siento mucho haber venido así ayer, Raoul no tiene nada que ver. 

- Me lo imaginaba.- Su madre apareció por la puerta con una taza de colacao para él.
Agoney no podía dejar de sonreír. El dolor de cabeza había pasado a un segundo plano. Nunca había disfrutado tanto de un desayuno, entre risas y comentarios, como si Raoul ya formara parte de su familia. Y no podía estar más de acuerdo, porque Raoul, en poco tiempo, había conseguido un hueco en su familia pero también  en su corazón.

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