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C A P I T U L O  18

FINN WOLFHARD

«Carajo, carajo ¡Me llevan los mil demonios!», fué mi ultimo pensar antes de tragar grueso y rascarme la sien con mi mano derecha. Todo salió mal, todo fué un desastre y ahora mismo que fuí descubierto a pesar de mí super traje me dan ganas de que me trague la tierra y me escupa en Narnia.

Élisabeth no deja de interrogarme y me siento como un delincuente, un delincuente el cual debe excusarse y no delatar porque en realidad hizo lo que hizo; en conclusión, soy un desastre en ésto, no puedo mentirle, no a ella, pero tenía que hacerlo para no verme como un enfermo mental que la acosa.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó por ultima vez alzando la ceja―. ¿Por qué no me dijiste que vendrías?

―Bueno, el centro comercial es libre y de todos ―alcé los hombros tratando de verme normal pero los nervios me estaban consumiendo―. Además, vine porque estaba aburrido en casa, y en segundo lugar no te informe porque ya sabía que estabas ocupada o distraída con Jared, simplemente no quería arruinarles su cita.

―¿Me estabas vigilando? ―hice un gesto de confusión y ella da un paso más hacia mi entrecerrando los ojos―. ¿Por qué me vigilabas?

―No te estaba vigilando, Élisabeth ―respondí serio alejándome―. De hecho estaba buscando algo, pero te estabas divirtiendo, no quiero ser un aguafiestas. No como tú que arruinaste nuestro día por estar con él. ―recalqué cruzando los brazos-

―Ésto es algo tétrico ―soltó una risa irónica mirando hacia un lado para después enfocarse otra vez en mí―. Ya entiendo porque estás aquí, no soportas el hecho de que tenga nuevos amigos ¿Crees que soy tu propiedad?

―No, no, no ―negué agitando las manos―. Estás mal entendiendo las cosas, solo estoy diciéndote que pudiste haberme dicho días antes; mucho antes de que yo me emocionara por ésto, por querer pasar un día completo contigo como los buenos amigos que somos, como siempre solemos estar.

―Solo era por hoy, no dramatices ―suspiré y rodé los ojos rendido―. Pero de verdad lo siento, si tienes razón. Debí decírtelo mucho antes, ¿Me disculpas?

―No me queda de otra ―me volví a verla―. Sabes que no puedo enojarme contigo.

―¡Gracias!

Con una gran sonrisa, me dió un fuerte abrazo por la cintura escondiendo su cara en mí pecho. Diablos, ella sabía perfectamente mi punto más débil, sabía que con solo abrazarme cualquier rastro de molestia que había en mí desaparecería.

―¿Puedes quedarte conmigo? ―cuestionó y alcé las cejas sorprendido-

―¿Qué? ―fruncí el ceño―. ¿Te volviste loca?

―¿Por qué?

―Porque no voy a pasar por lo mismo otra vez ―bufé zafándome de su abrazo―. No quiero que estés con jardín y a mí siempre me ignores, te dije que sería la ultima vez; además, ¿por qué no está contigo?

―Iba al baño, no me va acompañar ―contestó obvia―. Anda, quédate.

―No ―meneé la cabeza y vi el pasillo que daba a lo que ella buscaba―. ¡Mira ahí está el baño!



┃┃
2


Me incliné hacia delante apoyando ambos codos sobre mis piernas mirando con cautela al frente; estaba sentado en una de las sillas de la tienda de batidos esperando a que Élisabeth en algún momento saliera del baño hasta que la ví. Me levanté lo más rápido que pude y con las manos en los bolsillos me acerqué.

―¿Lista? ―asintió como respuesta―. Bien, tengo que irme. Fué un gran gusto encontrarte aquí; espero que la sigas pasando genial con Jaeden ―agité la mano con una pequeña sonrisa impostada―. Adiós, ¡Nos vemos luego! ―giré sobre mi mismo eje-

―¡Hey! ―me jaloneó de la sudadera haciendo que me tambaleara―. Por favor, no te vayas.

―Dame una razón para quedarme ―contesté dándome la vuelta encontrándome de nuevo con sus ojos―. Solo con una buena razón podrás convencerme.

―Te daré snacks ―sonrió mostrando los dientes―. Los de queso, tus favoritos.

―¿Intentas sobornarme con frituras? ―solté una risa―. Ésto sin duda es lo más loco que me haz dicho.

―Hey ―una tercera voz se une haciéndome girar la cabeza a la izquierda―. Finn, hola.

Arrugue la nariz con un gesto de "asco", Jaeden me sonríe como si fuésemos amigos de toda la vida y éso está mal, muy mal. No creo que sea tan estúpido como para no darse cuenta que me cae tan pesado que no tolero ni un segundo su presencia aquí.

Sin embargo, lo saludé con la mayor hipocresía posible alzando la cabeza; por cierto, noté que traía dos helados en sus manos ¿No tiene algo más para invitarle que no sea solo un puto helado?

―A ella le encanta la pizza ―dije y apreté los labios―. Con borde de queso, especialmente.

―Oh ―responde entregándole el helado a Élisa, lentamente―. Nunca me lo había mencionado, o éso creo ―suelta una pequeña risa-

―Bueno, ya lo sabes ―sonreí falsamente―. Tengo que irme, adiós.

―Finn ―reprendió ella―. ¿Que hablamos?

Jaeden nos mira a ambos confundido, estaba en medio de los dos como el estúpido que es observando la escena en silencio.

―No lo sé, no me diste una buena razón ―alcé los hombros―. Oh, también tengo que irme porque mi madre me espera para... Para ir a casa de mi abuela ―mentí-

―¿Tu abuela no está en Toronto? ―ladeó la cabeza-

―Ehm, no. ―me rasqué la nuca―. Hoy regresó de su viaje por lo tanto hoy es un día de suma importancia.

―Pues, si tiene que irse que lo haga ¿No? ―el ojiverde interviene―. Digo, no es su obligación quedarse si tiene algo importante que hacer.

Y así fué como por primera vez Jaeden dijo algo valido y productivo a la conversación, lo miré agradecido y el voltea enfocándose en mi dándome una sonrisa apretada.

―Bien, tienes razón ―contestó rendida y alcé las cejas de nuevo con sorpresa «¿Cómo era posible que le hiciera más caso a Jaeden que a mí?» jadeé desconcertado―. Bueno, te veré luego entonces.

―Claro ―repliqué algo molesto―. Adiós.

Ni siquiera contestó y continuó una platica normal con el chico que poco tiempo después la rodeó por el hombro alejándose de mí. Solté un suspiro desanimado viéndola irse como si más nada importara.

Bufo meneando la cabeza repitiendo una y otra vez que soy un maldito masoquista, salgo del lugar sumergiendo la capucha de nuevo casi cubriéndome la cara ignorando lo que me rodea al exterior; mi paso en pesado y preciso con algo de rapidez.

Odiaba cuando miraba a Jaeden con los mismos ojos que alguna vez lo hizo conmigo; con ésa mirada llena de felicidad por su presencia. Yo solo quería ser todo para ella, quería ser lo primero que pensara por las noches, por las mañana y en el atardecer; no quería ser su maldita opción, ahora más que todo entiendo porque existe el egoísmo.


┃┃┃
3


Muerdo mi labio inferior junto con resoplo lleno de melancolía.

Ése símbolo, el símbolo del infinito que demuestra que todo será para siempre. Nada es para siempre; o tal vez sí, solo hace falta cuidarlo, tenerlo como prioridad. Al parecer el único que tenía como prioridad nuestra amistad era yo. Todo lleva un cuidado, un valor, si no cuidas algo como es adecuado se esfuma como arena en el viento; se marchita.

Miraba aquella pulsera que había sido nuestro hermoso pacto; el pacto que terminará yéndose a la mierda si todo continua a éste paso. Prometí jamás fallarle; así que, trataré de renunciar a ella, renunciar a que la amo hasta que ya no esté en mí.

Me echo hacía atrás apoyándome del espaldar del banco del parque a la vuelta de mi colonia. Veo a la gente pasar tan solo que estaba apunto de sacarle algún tema de conversación al árbol que estaba a mí izquierda a solo dos metros de mí; trato de no pensar que estaría haciendo Élisabeth en éste momento; trato de dejar de frustrarme por algo tan innecesario. Cuándo creo que es posible; una llamada me sorprende y lo primero que veo en la pantalla es su nombre, mi corazón toma un ritmo acelerado y no entiendo porqué.

―¿Bueno? ―contesté algo extrañado por la llamada; ya había pasado como media hora que nos habíamos visto en el cc―. ¿Sucede algo?

―Eres un mentiroso ―soltó con voz seria que por poco mi piel se eriza―. No puedo creer que me hayas mentido de ésa manera.

―¿De que hablas? ―me levanté frunciendo el ceño―. No entiendo, explícame.

―Que buscaste cualquier excusa para irte, me mentiste Finn ―repitió―. ¿Por qué haces ésto? Llamé a tu madre y lo sé todo.

Agité la cabeza incomprensivo―. ¿El qué?

―Le pregunté si habías llegado a casa y me dijo que no; me preocupé y le pregunté sobre su ida a casa de tu abuela y me dijo que ella no está en Vancouver ―me golpeé la frente pasándome una mano por el cabello―. Odio que me mientas.

―Escúchame, escúchame ¡No me cuelgues! ―dije rápido―. Yo sí te mentí, lo siento ¡Pero es que tu insistías en que me quedara y no podía hacer éso! Te dije que no lo volvería hacer; tienes que entenderme aunque sea un segundo.

―¡Pero lo que no entiendes es que no había ninguna razón para mentirme!

―¡Sí lo había y ya te lo expliqué! ―rodé los ojos echando un suspiro lleno de frustración―. Venga, y no es posible que estemos peleando por ésta estupidez. No es posible que te enojes conmigo por ésto.

―Sí, tienes razón ―me quedé callado mirando la calle mientras aún sostenía el teléfono―. Hablamos luego, Finn.

―Élisabeth, ni te atrevas a colgarme ―caminé de un lado a otro―. No hay razón para que te enojes conmigo, sabes que es tonto y te conozco muy bien para saber que tu "hablamos luego" no va con buenas intenciones.

―Tu visita de la nada al centro comercial tampoco iba con buenas intenciones, éso lo puedo sentir.

―¡Solo quería jugarte una broma!

―Una broma que terminó llena de mentiras ―detuve mi paso al oír ése tono áspero y molesto de su voz―. Adiós, no tengo más nada que decir.

―No, no, no ¡No cuelgues! ―dije agitado cuando aquel timbre agudo de la llamada finalizada se hizo presente―. Carajo, mil veces carajo. ―gruño mirando la pantalla-

Bufo molesto por su reacción tan abrupta e innecesaria; guardo el teléfono en el bolsillo delantero de mi pantalón. Ella quería encontrarle un problema a todo cuando la que ocasionaba la mayoría era ella, que irónico.

EL CHICO DE MIS DIBUJOS© [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora