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C A P I T U L O 21

FINN WOLFHARD

―Me da mucho gusto verte de nuevo ¿Como haz estado? ―dijo Jaeden con una sonrisa media mientras llevaba el Skate bajo su brazo―. Es impresionante como coincidimos en cada lugar.

―Sí, es asombroso ―contestó Élisabeth, riendo. Desordenados mechones de cabello descienden por su frente y parece no preocuparle en lo más mínimo―. He estado bien, gracias ¿Y tú? Te mandé un mensaje en la mañana.

Ruedo los ojos y suelto un suspiro cansado apartando la mirada. Mi ritmo cardíaco se acelera y no es ningún signo de nervios o algo similar; estaba enojado, muy enojado. Justo cuándo había decidido pasar un día completo con ella aparece Jared para arruinarlo todo como se le antoje, y es que, pensándolo bien nunca lo había visto visitar éste lugar, era extraño que ahora éste por donde sea que mire.

Ignoro su absurda conversación; ríen y dicen cosas que ni logro entender. Pero, estaba seguro de una sola cosa: No iba a permitir que se saliera con la suya y arruine todo otra vez. Mis impulsos me traicionaron, usualmente soy una persona que razona todo antes de actuar; mi mano sostiene su delgado brazo y la apego con disimulo a mi cuerpo.

―Muy bien ¿Ya nos vamos? ―musité en su oído y ella parece no notar que estaba incomodo―. Élisabeth, por favor.

―Hola Finn ―Jaeden me saluda y mi humor se vuelve más frío que antes―. Perdón por no saludarte antes.

―Hola ―contesté tratando de sonar normal y remuevo por milésima vez el brazo de mi mejor amiga―. Decide.

―En un momento ―finalmente habla y se suelta de mi agarre; un jadeo desconcertado sale de mi boca―. ¿Practicabas?

―Estaba con mis amigos en el Skatepark ―replicó el ojiverde―. ¿Ustedes?

―De paseo; como siempre ―me interpuse sonriendo falso―. Solo los dos, sin que nadie nos interrumpa.

Un espacio de silencio lo invade y solo asiente relamiendo el interior de su mejilla―. Oh, entiendo ―alzo las cejas para después reír-

―Yo no he practicado  ―sonriendo, Élisa, le quita el Skate a Jaeden poniéndolo en el piso―. ¿Oficialmente es la tuya? ―comentó y puso un pie encima.

―Lo es, iba hacerle mantenimiento. Engrasar sus ruedas ―respondió e introdujo ambas manos en los bolsillos delanteros de su pantalón―. Ten cuidado.

―Creo que siempre lo tengo ―dijo jocosa-

―De hecho no, ¿Olvidas cuando casi te rompes el tobillo en el Arcade?

―Venga, fué tu culpa ―se echó reír junto a el-

―Mala perdedora ―bromeó―. Ése es tu apodo de ahora en adelante.

Ambos ríen de manera mutua como si el chiste solo fuera de los dos, aunque no le encontré gracia alguna me sentía incomodo. Me recordó a los tiempos apenas seis años atrás cuando estaba en un grupo y todos hablaban sin incluirme.

―He estado viendo vídeos de trucos en Skate ―dijo y subió ambos pies sobre la tabla tambaleándose un poco pero él reaccionó sosteniéndola por la cintura. Gruñí mirando al costado―. Puedo sola, no te preocupes.

―¿Segura? ―ella asiente como respuesta―. Bien.

―Creo que es pésima idea ―me incluí negando, ella alza las cejas ahora viéndome―. Élisabeth traes shorts cortos, si te caes será fatal para tí. Un raspón en la rodilla es insoportable.

Y como fué de esperarse, hizo un ademán ignorándome por completo tomando impulso con un pie alejándose de nosotros.

―Creo que es una chica de pocas palabras ―Jaeden ríe y yo sonrío de manera hipócrita para no ser odioso ante su frase-

Ambos la seguimos con la mirada, su pies se impulsan más sobre el suelo yendo a una rápida velocidad que en pocos segundos ya estaba a muchos metros lejos de nosotros. Noto como él la mira: Sonriente y feliz dándole ánimos en voz alta. Bufo molesto y mis celos son más acentuados que pocos meses atrás; sentía un fuerte espíritu de competencia invadirme, debía actuar, tenía que hacer algo para alejarla de ella.

―¡Demonios! ―chilla a lejos y ambos nos volvimos a verla tendida en piso rustico de pavimento del parque―. ¡Duele!

Reacciono de forma rápida corriendo acercándome―. Hey, hey ¿Estás bien? ¿Dónde te golpeaste? ―me agaché a su altura preocupado-

―Mi... pierna ―soltando quejidos, se sentó dejando ver su rodilla con un pequeño raspón lleno de sangre―. Au...

―¿Tranquila, si?

―Éso se ve mal ―comentó el chico castaño a mis espaldas―. Muy mal.

―Hay que desinfectarlo ―suspiré levantándome de nuevo―. No te muevas, podrías sangrar más.

―Creo que ya no duele tanto ―musitó tocando un poco con la punta de su dedo indice―. Estoy bien, estoy bien.

―¡No! ―exclamé paranoico haciéndola sobresaltar―. ¡No lo toques! ¡Vas a infectarlo!

―Mejor levantemosla, no puede quedarse ahí, ella sola no podrá ―sugirió―. Tómala por el antebrazo derecho y yo por el izquierdo.

―No tiene que levantarse, se pondrá peor ¿sabes?

―Peor se pondrá si la dejamos ahí, ¡Está lleno de tierra!

―¡Tú no sabes que tanto le duele!

―Ahm... chicos...

Nuestras miradas cautelosamente se dirigen al oír su voz y nuestra tonta pelea acaba, Jaeden se agacha a su altura y la mira con atención.

―¿Qué tanto duele? ―preguntó-

―Diría que un cinco de la escala del uno al diez ―respondió echando un suspiro levantándose con tranquilidad―. ¿Ven? Estoy bien, no hay razón para pelear.

―Está sangrando mucho ―comentó viéndome―. ¿Que hacemos?

―La pregunta correcta sería: ¿Qué harás? ―corregí―. Tú estás de intruso, así que no te preocupes, Jared.

―Soy Jaeden. ―retractó serio―. Y me importa lo que le pase, tanto como a tí.

Un largo espacio de silencio nos invade, Élisabeth nos mira confundida. Suspiro lentamente para no perder la cordura y tomo a Jaeden por el brazo alejándolo de ahí cuál trato llevase en mí mano dejándola aún más confundida que por poco un signo de interrogación se pinta en su cara.

―Bien ¿Quieres ayudar? ―le dije y el bufa con obviedad fijando toda su miserable atención en mí―. Entonces, ve a la farmacia y compra un par de gasas alcohol y una bandita adhesiva.

―Está bien ―contestó tranquilo-

―Gracias ―palmeé dos veces su hombro―. Ve rápido.

El asiente atento y corriendo se aleja de nosotros como si su vida dependiera de ello, sonrío satisfactoriamente una vez al verlo entrar por aquella puerta. Me acerco a Élisa, en pasos firmes mirándola de pies a cabeza.

―¿Mejor?

―Éso creo ―replicó insegura―. ¿A dónde fué?

―Dijo que su madre necesitaba unas cosas y me encomendó a que me despidiera de ti de su parte  ―apreté los labios―. Vámonos entonces, cosita.

―Vaya ―susurró girando la cabeza hacia dónde se fué―. ¿Estás seguro?

―Muy seguro.

Se volvió a mirar al frente, le sonreí para darle seguridad y entrelacé mi brazo con el de ella dándole apoyo para después, empezar a caminar rumbo hacia otro lugar lejos de aquel buitre; «soy un maldito genio».

EL CHICO DE MIS DIBUJOS© [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora