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C A P I T U L O  30

―Hey, Finn ―una voz se oye a lo lejos. Me muevo lentamente soñoliento en mí cama soltando balbuceos sin sentido―. Finn ya es tarde. ¡Arriba, arriba!

―Mamá, no quiero ir al colegio ―me quejé abrumado cubriéndome la cabeza con la almohada―. Tengo mucho sueño... Quiero dormir.

Oí como suspiró y dió unos cuantos pasos. Me estiré plácidamente en la cama boca abajo sintiendo algo pegajoso en mi mejilla, tal vez era baba usualmente roncaba ―éso decía mi madre―, o dormía con la boca abierta. Existían muchas variables; un rayo de luz ilumina por completo la habitación como un flash incandescente. Me quejó aún más cubriéndome los ojos ésta vez.

―¡Ah! ¡Luz! ―gruñí tapándome con la sabana de pies a cabeza―. ¡Mamá cierra las cortinas!

―Finn Michael Wolfhard ―reprendió con voz dura y seria―. Es hora de que te levantes, ya es tarde tienes que ir a clases. Segunda y ultima vez que te lo digo si no quieres que enoje ―oí como abrió aún más las cortinas―. ¡Levántate!

Suspiré rendido quitándome la sabana de la cabeza. Trato de abrir los ojos pero la luz parece ser tan brillante que me encandila al segundo y éstos duelen, me quejo como un chiquillo enrabiado tallando poco a poco para poder canalizar lo que hay a mí alrededor.

Lo primero que veo es la silueta de mi madre parada frente a la ventana de mí habitación con las manos en la cintura. Y antes de poder seguir quejándome ella me interrumpe.

―¿A qué hora te fuiste a dormir? ―inquirió ecuánime ahora cruzando los brazos. Me senté  lentamente estirando el cuerpo―. Segundo ¿Por qué no quieres ir al colegio? Hoy es Lunes y los Lunes son importantes.

Retiré el cabello que me cubría la frente suspirando―. Espera, yo soy el que tengo que preguntar una cosa y es más importante que todo éso ―ella levanta una ceja prestándome atención. La miré de forma imperial como si la analizara en silencio―. ¿Estuviste en mi habitación anoche, verdad?

Su semblante cambia a uno relajado y notablemente nervioso. Movió los ojos mirando alrededor del cuarto caminando hasta la puerta sosteniendo el pomo lentamente.

―Sí, estaba hecha un desastre ―contestó, alzando las cejas―. Eres un desordenado de primera que deja sus calzoncillos donde mejor le apetezca y éso no me gusta.

Sonreí apenas levantando la comisura de mi labio. Y allí tenemos a Mary Jolivet nerviosa y diciendo mentiras, era fácil de atrapar, era peor que yo fingiendo.

―Sí mamá, también sé que estuviste revisando mis cosas ―me atreví a decir. Ella se hace la ofendida tocándose el pecho―. Escucha, no estoy enojado pero no me gusta que invadan mucho mi privacidad. Sobre todo con cosas tan personales porque sé lo que viste, y antes de que me digas algo, sí, soy un estúpido. Todo el tiempo me lo repito.

Me acosté de nuevo mirando el techo. Que incomodo era hablar ésto con ella, pero no tenía de otra. Si no era con mi propia madre ¿Con quién más iba a ser?

―¿Por qué dices éso? ―continuó fingiendo demencia. Solté una risa por la forma en la que trataba de tapar el sol con un dedo―. Finn, no me gusta que me acuses de cosas. Yo jamás he revisado ni invadido tu privacidad ―me señaló con el indice acercándose―. Y no eres estúpido, no pienses así.

EL CHICO DE MIS DIBUJOS© [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora