Prólogo

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Había llegado a Corea apenas unos minutos y realmente me preguntaba ¿Por qué estaba allí? Aunque ni siquiera me dio tiempo a negarme o preguntar porque tenía que viajar. Cuando quise darme cuenta, estaba dando los billetes para poder subir al avión.

La única excusa que me dio fue que allí estaría a salvo, pero… ¿A salvo de qué? No es como si en mí país estuviera en peligro o al menos eso pensaba, pero claro quién se atrevería a cuestionar a mi padre, ni siquiera yo me atrevía y por esa razón ahora estaba en Corea.

Al llegar vi que no había nadie buscándome, por lo que decidí coger un taxi hacia la nueva casa. Al principio todos se negaban a llevarme a ese lugar, lo que me hacia preguntarme qué clase de lugar me había preparado mi padre, ¿Acaso no era para estar a salvo? Estaba comenzando a cuestionármelo.

Al final pude encontrar a uno, no obstante parecía estar en alerta constantemente, hasta el punto de pegarme su nerviosismo. Ni siquiera podía mediar palabra, ya que estaba concentrado en los alrededores de aquel lugar. Tras parar, agarré mi maleta y bajé, estaba claro que no quería estar allí, ya que no tardó ni medio segundo en desaparecer.

Miré el cartel que indicaba la dirección y después comencé a caminar por el sendero hasta que llegué a la mansión. Ahora que la veía, tenía más preguntas todavía como ¿Por qué estaba allí?, ¿Por qué tenía que estar aislada?, ¿Por qué siempre elegía casas enormes? No me molestaba pero… nunca vi la utilidad de tener habitaciones sin usar. 

Enamorada del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora