32. Meredith

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Max

Espero a que todos se vayan, convenzo a Uri de irse a dormir y luego descubro cómo abrir la combinación secreta, para ver en la sala principal a Eloise, la cual no podía visualizarse durante todo este tiempo, por algún tipo de hechizo.

—A pesar de esta energía, pudiste llamar a tu siervo —opino cuando me cruzo con esos ojos rojos y saco mi navaja del bolsillo —. Acabaré con tu sufrimiento ahora.

Sonríe.

—Oí lo que esa mujer dijo de mí, pero estás equivocado, estoy segura de que no asesine a la persona que nombró.

—Esas cadenas tienen un hechizo, además de veneno de licántropo, no puedes escapar ni salvarte. No creeré en tus mentiras ¿Qué te hace pensar que lo haré? Tú asesinaste a mi hermana, no hay duda de eso.

Se ríe.

—¿Quién te dijo eso? ¿Emmet? Por favor, si vas a hacerlo, deja de dudar y mátame, total no tengo nada que perder. Ya he pasado por esta situación trece veces y volveré del infierno una catorceava vez más si es necesario. Además, el inframundo no es tan malo, se está mejor que aquí, te lo aseguro —Ríe otra vez.

La escucho atentamente, su serenidad es impecable, a pesar de que en sus ojos rojos, puede notarsele el hambre.

Me agacho y la agarro fuerte del cuello, apoyando mi cuchillo justo allí.

—No intentes engañarme —exclamo furioso, aunque me tiembla un poco el pulso, sin embargo ella sigue tranquila y eso es lo que más me molesta —hipnotizaste a Emmet para que no pueda nombrarte y luego consiguió a través de un papel decírmelo, tú eres la única responsable de la muerte de Meredith.

—Imposible —dice seria —si lo hubiera hecho, jamás te hubieras enterado, las órdenes para un vampiro joven son inquebrantables y Emmet no  llega ni a los cincuenta. Además tú mismo lo dijiste, hay acuerdos con los cazadores, si yo hubiera matado a una de los suyos, estarían rotos, tú eres el único que rompió el pacto, asesinandome, sin siquiera preguntarme.

No puede ser.

—¿Dices que el que está mintiendo es él?

—No lo sé, ni me interesa, pero yo no mató por matar —Sonríe —yo solo asesinó por venganza, por eso antes de morir, quiero la cabeza de Aisha —nombra a la Reina Madre.

—Dime —insisto presionando el cuchillo y Eloise hace un gesto de dolor.

Bufa.

—He dicho que no lo sé... pero tengo una teoría. Dijiste Meredith ¿no?

—Sí —respondo cortante.

Sonríe.

—¿No es esa la cazadora de la cual Blake estaba enamorado? Deberías preguntarle a él, quizás se le pasó la mano y Emmet lo encubrió ¿No te parece una idea más razonable? Digo, porque yo no tenía nada contra tu hermanita, lo poco que sabía de ella era su nombre, nada más.

—Imposible, estás mintiendo —La suelto retrocediendo y Eloise se sostiene en el suelo como puede.

—Puedes creerme o no, ese es tu problema, no el mío y si quieres matarme, te lo agradecería, esto se está volviendo insoportable —Se arrastra en el suelo y se ajusta la tela para cubrir su cuerpo —¡Uf! Que cansancio —Se mantiene tirada allí sin hacer esfuerzos —. Espero que Albert corte la cabeza de Aisha —confiesa con serenidad, cerrando los ojos.

A pesar de que está demacrada por la falta de alimentación, su belleza vampírica se mantiene intacta. Se ha formado un silencio en aquella sala, ya que no me habla. Puedo notar porque se nota más su atractivo, está mandando sus ondas sónicas, lo cual no solo hace atraer al macho con su imperceptible sonido para el oído humano, sino también genera una protección para que el que este cerca no la lastimé. Supongo que eso lo puede hacer cuando logra concentrarse y la energía que la rodea no está activada.

La cual yo desactive al entrar aquí. Mala elección, debí irme rápido, de algún modo me distrajo y le dió tiempo, no a ella, sino a él. El techo del castillo se rompe y me cubro de las piedras que caen. Un enorme murciélago aterriza justo en la sala.

—Albert, llegas tarde —se queja Eloise.

El monstruo cambia a su forma humana, demostrando que es un vampiro avanzado, y comienza a vestirse mientras el humo se disipa. Un hombre de cabello muy corto, casi rapado, rubio y de ojos grises, aparece delante de mí con un traje beige. Se acomoda la corbata al terminar y camina hasta su ama.

—Me disculpo —Sonríe de lado —tuve un altercado con un lobo, pero ya me encargue de él.

—No me interesan tus excusas, sacame de aquí —Abre los ojos.

La puerta se abre de repente y visualizo a la Reina Madre, la cual detiene todo el rescate.

—Antes de eso, ¿Qué tal si hablamos? Estaba deseando conocerte, Albert.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora