81. Sonrisas para el alma

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Emmet

Max se va con Uri al Eloise aclararle a los cazadores la situación. Los cuales la esperan para retirarse. La vampiresa se acerca hasta mí y toca levemente mi brazo, mientras observa a Nyx.

—Te lo dejo a tu cuidado.

Rein entrecierra los ojos.

—¿A qué estás jugando?

—Debemos llevarnos bien, porque he de suponer que en un futuro seremos familia.

—¿Ah? —Alza una ceja.

Camina hasta ella y toca sus cabellos rubios, acercándose a su oído.

—Si las cosas siguen así, te encantará mi voz —le susurra de manera seductora y Nyx retrocede, lo que provoca que la vampiresa se ría, para luego observarme a mí —. Dormiré unos años en mi ataúd, estoy muy cansada —me informa —pero no me molestará que me despiertes para pedir mi bendición.

—Mi señora... —Voy a decir algo pero me interrumpe.

—Y dile a Ace, que quiero que me visite un día, debo darle la bienvenida —Se gira —ya me voy mis niños, nos vemos —Camina hasta el auto y Albert le abre la puerta —. Gracias, cariño —Se sube y vemos cómo el coche arranca junto con los demás, que también se retiran.

Me doy la vuelta a mirar a Rein.

—Solos al fin —acoto —. Bueno, no. Tus amiguitas están aquí —Su tatuaje hace chispas.

Avanza despacio hasta mí y sonríe, revolotea un poco sus pestañas.

—¿Sabés? Las voces y yo valoramos mucho lo que hiciste en el campo de batalla, se podría decir que hasta moriste ahí por reunirnos, que heroico —Se acerca a mi rostro —. Aunque ellas no quieren agradecerte.

—¿Tú sí? —Sonrío y hasta me muerdo el labio inferior.

—Puede ser.

Me acerco a besarla pero se aleja, así que se me borra la sonrisa, que he de admitir que me duro bastante.

—¿A dónde vas? —le pregunto —No me dejes aquí confundido y deseándote.

—Nos vemos después —Me tira un beso al aire, abre un portal y entonces se va.

Sonrío otra vez y me río. Me perdonó, pero aún nos queda un largo camino por recorrer. Aunque estoy seguro que no falta mucho para volver a dónde estábamos.

Tarik

Días después.

La guerra ha acabado, la revolución terminó con éxito y Calipso es la nueva Reina Madre. Todos están felices festejando y nos quedamos un tiempo en el aquelarre, ya que desde ahora, todos somos más que bienvenidos aquí. De alguna forma le arreglamos la vida a estas personas. Que bueno que vinimos y que todo haya salido para bien.

—Felicidades —le digo a Eliza al acercarme —sin tu idea, nadie hubiera pensado en una revolución —le aclaro y se ríe.

—Solo pensé en lo mejor para todos, los demás hicieron mucho más que yo —Aplaude mirando a Calipso que da su discurso en el escenario.

—Sí, pero lo que importa es lo que uno aporta, más allá de que sea un granito de arena, ese pequeño ayudo a que se formara una montaña —Me río —. Cosas que me enseñó mi abuelo.

—Tu abuelo es muy sabio.

Seguimos escuchando el discurso y luego de un rato me acerco a Crash.

—¿Cómo estás?

—Como se puede —responde con su notable pesimismo.

—Todo lo que te digo se te pasa por una oreja y se te sale por la otra ¿no? —Alzo una ceja.

—Perdón —Hace puchero.

—No me pidas disculpas, perdónate a ti mismo por favor, ya que es notable que si te quieres morir, es porque no te amas a ti. Primero por uno, luego por los demás, ¿entendido?

—Le dices eso a alguien que hace mucho está triste —Suspira.

Le ofrezco mi mano.

—Déjame ayudarte, de a poco se puede lograr.

Sus mejillas se ruborizan.

—¿Tú crees?

—Nada es imposible —Miro al frente —menos en este lugar lleno de magia.

No lo veo, pero siento que su mano acepta la mía y entonces sigo sonriendo. Las sonrisas son las curas del alma.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora