Aradia
Faltan unas horas para las doce y no puedo evitar pensar en lo que dijo la Reina Madre:
"A que dentro de un día, ella dejará de ser quién conoces".
Jovan apoya la mano en mi hombro, mientras estamos sentados al borde de la cama, y miro la habitación en la que nos encontramos encerrados otra vez. Es triste, nos han traído de regreso aquí.
Suspiro.
—Mi pesadilla se cumplió, voy a morir y la diosa se quedará con mi cuerpo.
—No puede, oíste bien, la bruja dijo que necesita que Eris muera y esa chica no va a dejarse matar, así que no te preocupes.
Niego con la cabeza.
—No entiendes, luego de hoy, no nos veremos más —Mis ojos se humedecen.
Acaricia mi mejilla.
—Hallaré una solución.
—No hay solución, ya no la hay.
—La encontraré, de algún modo —Me abraza —. No pierdas las esperanzas, no te dejaré.
—Jovan —Sollozo y me aferro a él —tengo miedo —Alzo la vista a mirarlo —¿Viste a Seyn? Ya no era él, me va a pasar lo mismo y ni siquiera podré ayudarlo.
—No te preocupes por Seyn, seguro Darren encontrará una solución. Tú no podías hacer nada. Ahora concéntrate en ti.
—¿Cómo?
Toca mi cabello.
—Piensa en cosas bonitas —sugiere.
—Pensaré en ti —digo y se ríe, así que hago puchero —¿Qué?
—Nada, eres muy linda —Me da un tierno beso y le correspondo. Sus labios son tan suaves y me reconfortan.
Mi espalda retrocede, de manera suave, tocando el colchón de la cama, así comienzan todavía más besos y solo puedo pensar en Jovan. Aunque también no puedo evitar que se me cruce por la cabeza que esto es una despedida.
Los dedos suaves de mi esposo se deslizan por mi cintura, un cosquilleo llega a mí, cuando siento el tacto en mi piel al pasar su mano bajo mi remera. Hago un sonido en el momento que me hace estremecer con sus caricias y perderme entre su cálida compañía.
Mis dedos quitan despacio los botones de su chaqueta y aún avergonzada, a pesar de que lo he visto muchas veces, abro su ropa para ver su torso y tocarlo.
—¿No vas a decir que nos están mirando o algo así? —le recuerdo mientras siento que mis mejillas queman, por el calor que noto al estar debajo del hombre que amo, el cual me pone tan nerviosa.
—Lo diría —Me agarra el rostro —sino fuera porque quiero que estés bien y no deseo que pienses en cosas feas —Me besa y le correspondo.
—¿Por qué eres tan lindo? —Lo abrazo por el cuello.
—¿Yo? —Se sonroja y mira para arriba pensativo, luego vuelve a observarme—Yo no soy lindo.
—¡¿Qué dices?! Claro que lo eres —Subo la voz —. Eres lindo, atento, cariñoso, no hay nadie como tú.
Se ríe.
—Hago lo que puedo, pero no creo que sea para tanto.
Sonrío.
—Encima modesto.
—Me considero una persona sencilla.
—Supongo que eso es lo que te hace especial.
—Tú eres la especial —Me vuelve a besar —. Mi hechicera, me has hechizado y me encantas —confiesa y mi corazón se acelera.
Lo amo tanto.
El sostén se pierde cuando es desatado debajo de mi remera y mis bragas son deslizadas hasta dónde están mis talones. De hecho no nos sacamos mucha ropa, porque al encontrarnos encerrados en esta habitación, no sabemos si nos observan con sus bolas mágicas de cristal o si alguien entraría a interrumpir. Igual eso no evita que el momento sea caliente, algo vergonzoso y a la vez tan tierno y lleno de amor, porque eso estamos haciendo.
Hacemos el amor.
Jovan abre el cierre de su pantalón y luego baja su bóxer, yo rodeo mis piernas alrededor de su cintura, entonces cuando nos unimos me olvido de todo.
Darren nos reprendería en este momento, porque no estamos usando condón ¡Pero nos encontramos encerrados, es justificable! Bueno, de todas formas, él quería hechiceritos. Mejor que no se queje si se entera y regreso de la tumba o lo que sea que me pase cuando esa diosa se lleve mi cuerpo.
Hablando de mi cuerpo, está que arde. La suave piel crea una buena combinación entre el calor y las caricias. La cama se mueve y ya hasta me olvidé de mi nombre. Sí, supongo que exagero, pero la inocencia la perdí hace tiempo y esa es mi culpa, de nadie más. Aunque también puedo culpar a Jovan porque está muy bueno. Me hace sentir en las nubes y mis sentimientos crecen cada día un poco más.
¡Yo la cursi! Que vergüenza, pero bueno, así debe ser una despedida ¿no?
Jovan
La luz se asoma por la ventana, ya es de mañana, lo que hace que abra los ojos, entonces veo a Aradia observarme fijamente. Está muy cerca de mí, apoyando un dedo en mi pectoral y al igual que yo, se encuentra cubierta por las sábanas, hasta llegarle a la cintura. De repente me sonríe y me doy cuenta de lo que ocurre. Me alejo despacio porque sé que ese no es un gesto común de mi esposa.
—Tú eres... —Me siento y ella hace lo mismo sin dejar de mirarme.
—Aradia —me contesta.
—La diosa —la corrijo.
—Así que tú eres el marido —Me mira de arriba abajo —. Bueno, no estás tan mal —opina y luego se gira para levantarse de la cama —cuando requiera de tus servicios, te llamaré —Mueve la mano y se oye como el cerrojo de la puerta se abre sin ninguna llave.
—¿Servicios? —Alzo una ceja.
—Estoy en un cuerpo, en algún momento voy a requerir atender mis deseos carnales —explica y sigue su camino tranquila, alejándose de la habitación, entonces dejo verla cuando se ha retirado.
Mierda, en el lío que me metí. Hablando de manera psicológica, esto es retorcido. Una mujer quiere tener sexo conmigo mientras usa el cuerpo de mi esposa. Necesito averiguar cómo traer de regreso a Aradia, antes de volverme loco. Espero que ella se encuentre bien, esté dónde esté.
ESTÁS LEYENDO
Aradia #5
ParanormalLa razón del todo. Bienvenida al aquelarre Osiris, Aradia. Historia anteriormente llamada: Rechazada. Saga Restauración #5