44. Leik Misteik

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Ace

Me reúno con Crash a una distancia prudente de Blake, pero me olvido al instante de de ese pequeño detalle, cuando veo que el Melocotón está llorando.

—¿Qué sucedió? —digo preocupado —¿No estabas bien con la pandilla?

Quizás no debí haberme ido tan rápido, sabiendo que mi novio es muy susceptible.

—Vi... vine... —Se refriega el ojo y limpia sus lágrimas —vine porque quería saber algo.

—Claro, te ayudaré en lo que necesites —Sonrío.

—Tú... —Hace una pausa eterna para él, al parecer le cuesta preguntarme —¿Tú estás conmigo por lástima? —Me quedo en silencio, encontrándome atónito —Ace... respondé —exige y sus ojos vuelven a humedecerse —¿No me quieres más?

—Melocotón —Apoyo mis manos en sus hombros —yo...

—No me mientas —pide.

—No quiero lastimarte, me da miedo dejarte solo por ahí, me sentiría muy culpable.

—¿Pero no me amas? —Lágrimas comienzan a a caer de sus ojos.

—Me encantaría decirte que sí, pero ya no siento lo mismo —digo afligido y bajo la vista —. Lo siento mucho, de verdad.

Se aleja y lo observo.

—Era cierto —dice con la voz quebrada —yo... no lo quería admitir, pero... era cierto —Se cubre la cara con ambas manos y solloza más fuerte.

—Melocotón.

—¡No me hables! —grita.

—No quise lastimarte, lo juro —Pongo mi mano en dónde está mi corazón —solo me preocupo por ti, no deseo que estés mal.

Más de lo que siempre ha estado.

—Me duele... ya no me queda nada y sigo atrapado aquí —oigo más llantos.

—No es cierto, yo continuo aquí, contigo —Doy un paso adelante y el quita sus manos de su rostro, sus ojos siguen llenos de lágrimas —. No llores, lo solucionaré.

—No puedes arreglarlo —Se hace invisible y me sobresalto.

—Melocotón, por favor, no hagas eso, no puedo seguirte si desapareces —Doy varios pasos buscándolo, pero es imposible —. Te lo ruego, no me hagas esto, me preocuparé —expreso angustiado.

Maldición.

Cuando me doy por vencido, regreso dónde está Blake, se encuentra parado en el mismo lugar, es una sensación extraña.

—¿Mi cielo? —lo llamo por el otro apodo que le puse hace poco, ya que mis sentimientos siguen creciendo —¿Qué te ocurre? —Apoyo mi mano en su hombro y se sobresalta así que se aleja —¿Qué pasa? —insisto.

—Na... nada —responde confundido y se soba el brazo.

Sonrío.

—Que bueno que no te fuiste, necesito un abrazo.

—Iba a irme pero... —Hace una pausa —no sé, estoy aturdido.

—¿Qué te preocupa?

—Los demonios.

Calipso

Alzo la tela de mi prenda, viendo la venda en mi estómago y luego la bajo. Suspiro, dejando de mirarme al espejo y salgo de los baños del castillo. Avanzo por los pasillos, pero me detengo cuando veo a un individuo desconocido para mí, caminar por estos como si nada.

No es cualquier ser, tiene cuernos negros en la cabeza, una cola larga en punta de flecha que se menea mientras camina y se mueve a su antojo. No solo eso, algunas brujas lo siguen como hipnotizadas, es obvio, expulsa feromonas.

Un demonio íncubo. Mierda ¿Qué hace un ser tan repugnante por aquí? Este monstruo se alimenta de la energía vital de las mujeres a través del sexo. Actuo rápido, usando una esencia en mí, por si las dudas su presencia me afecta por alguna razón.

—Buena estrategia —Se detiene en el camino —. Tú debes ser Calipso, la mano derecha de la Reina Madre, tengo una reunión con ella ¿Puedes decirle que ya vine? —Me sonríe.

—En este momento ella está ocupada —digo a secas —¿Qué necesitas?

—Oh me disculpo, soy Leik Misteik —Besa mi mano y se queda un rato largo mirándome —¿Me vendes tu alma? Se ve deliciosa —Se relame los labios.

Me suelto.

—No, gracias.

—Ah que aburrida —Observa a otra bruja y la rodea con su larga cola, acercándola hasta él —¿Tú me vendes tu alma?

—Sí —dice enamorada, al parecer las feromonas le afectan o realmente le gusta.

—Ah pero tú eres fea —La lanza por la ventana.

—¡No! —grito y actuo rápido, saco mi varilla convirtiéndola en báculo —"impulso" —expreso una sola palabra y la chica regresa a suelo seguro.

Guardo el báculo rápido, para no gastar magia sin razón.

—Ay que aburrido, no se murió —opina el demonio —pero igual, cómo me encantan las chicas rudas —acota sobre mí, luego se relame los labios —más en la cama.

Paciencia acabada, le daré una lección. Intento pegarle una patada, pero la esquiva agachándose, aunque eso sea imposible a tan poca distancia. Lo que provoca que me empuje y yo resbale para atrás. Él me ataja, agarrando mi espalda y acercando su rostro al mío.

—¿Ya podemos besarnos? —pregunta.

—¿Qué? No —digo cortante y me suelta, así que caigo al suelo —. Maldito demonio —me quejo.

—Yo te ofrecí mi cuerpo y tú no lo quisiste, no es mi culpa —Chasquea los dedos —. Ya me voy. Por cierto —Apoya un dedo en su nariz —hueles a lobo, yo que tú, oculto más que eres la 'compañera' de uno.

Me sobresalto.

—¿Cómo...

—Cuanto quieras venderme tu alma, hablamos y te protejo, mientras tanto quedate en el suelo como la perrita que eres.

Tira un beso al aire, moviendo su mano y se retira. Las brujas, ignorando que ataco a una de las nuestras, lo siguen. No sé quién es este tipo tan asqueroso, pero espero que la Reina Madre no tenga que hacer negocios con él por mucho tiempo. O peor, que le entregué a una de las nuestras, sé que ella es capaz. Me levanto del suelo y sigo mi camino, debo encontrar a Ryley. Espero que no le hayan hecho nada, por haber 'huido' para protegerme.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora