78. El día del perdón

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Eloise

Abro mis ojos al terminar de beber y estos al fin vuelven a ser verdes. Echo un suspiro cuando estoy llena. Suelto a la bruja en aquél pasillo y me giro a ver a las demás que están desmayadas en el suelo.

—Mi señora, el castillo está vacío, la Reina Madre no se encuentra aquí —Se me acerca Albert y me alcanza una bata al solo yo tener una tela puesta nada más —. Tome, cubrase.

—Hoy es el día del perdón —Me visto —perdone al cazador, ya que me ayudó, te perdone a ti, a pesar de que me defraudaste.

—Usted es muy benevolente —Hace una reverencia y me da un beso en la mano —¿Quiere irse ahora? La llevaré a un lugar seguro.

Me río.

—¿Yo? ¿Huir? Ni hablar, a quién no voy a perdonar es a esa mujer —Frunzo el ceño —. Aisha debe pagar con su vida.

—Pero...

—Me tiene sin cuidado tu preocupación, mi niño. Yo no olvido que no la mataste cuando te lo pedí y encima la escuchaste a ella, que horror.

—Mil disculpas —Baja la vista.

—Vámonos —Comienzo a caminar.

En muy poco tiempo, llegamos dónde termina el último rastro de Aisha. Un lugar descampado, lleno de muertos. Una jaula destruida y sin nadie presente en esta. Me acerco y veo un báculo clavado en el suelo, manchado de sangre. Me encuentro con los ojos sin vida de Emmet y camino hasta él.

—Su cuerpo no ha desaparecido, pero lo hará —opino.

—¿No estará pensando...?

Sonrío y lo miro.

—Es el día del perdón.

—Mi señora, por favor —se queja y lo observo con seriedad.

—Eres un niño quejoso, si no vas a hacer algo productivo, te pido que te vayas.

Me acerco al cuerpo de Emmet y agarro el báculo.

—Mi señora, déjemelo a mí —Toma aquél bastón y yo lo suelto —. Sus delicadas manos no deberían hacer esto —dice y me río.

—Que divertido —opino.

Albert tironea del báculo y al escucharse un crujido, más sangre sale, pero logra sacarlo del cuerpo que está inerte. Toco la sangre del piso y la pongo en mis labios.

—Aun se encuentra fresca —Rodeo a Emmet y me subo sobre él, agarrando su rostro —. Sí, todavía estoy a tiempo —afirmo mirando sus ojos sin vida.

Muerdo mi muñeca de manera profunda y agrego a mi boca mucha de mi sangre, luego me acerco a la suya para dársela. Apoyo mis labios en los de él, entonces lo hago tragar mi sangre. El líquido carmesí entra a su cuerpo, comenzando a fundirse en sus venas, entonces su iris se vuelve en un tono rojo brillante, regresando a la vida. El traspaso de revivirlo, se convierte en beso y me corresponde, entonces luego de un rato separo mi rostro a pocos centímetros del de él.

—Bienvenido —le digo cuando se queda callado mirándome.

—Mi señora.

—Dices mentiras sobre mí, que malo —opino —¿Acaso te he hecho algo para que me culpes de un asesinato que no cometí?

—Me disculpo, no me gusta seguir órdenes —aclara.

—Amo tu sinceridad —Me levanto de sobre él y deja de estar en el suelo —. Por cierto, la próxima vez que ofrezcas mi sangre, exijo que pidas mi bendición —aclaro sobre Ace —. Aunque no me quejo realmente sobre él, me gustaría que me avisen.

—Estaba muerta —exclama sin expresión.

—No es excusa —responde Albert y levanto la mano.

—Que no vuelva a repetirse, porque no te perdonaré otra vez, ¿de acuerdo? —específico y asiente, entonces comienzo a caminar —Bueno, vámonos.

—¿A dónde? —pregunta Emmet.

—A degollar a la Reina Madre, aún siento su rastro, así que no está muerta.

—Yo...

Alzo mi dedo índice y le sonrío.

—Lo sé, te dejaré ir en cuánto me ayudes, ¿trato?

Asiente.

—Trato.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora