72. Tomar riesgos

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Max

Mis dedos pasan por debajo de ese corto vestido que lleva puesto y su espalda se choca contra la pared cuando la beso. Levanto la tela, entonces se estremece, su piel se eriza. Me río, así que ella me mira enojada, aunque el rubor en sus mejillas está presente.

—Uri, no seas cobarde.

—Pero... —Hace puchero —nos van a ver.

—Tienes razón, nena —Espío por el pasillo viendo a la Reina Madre caminando por allí —. Sh —Hago una seña para quedarnos en silencio y escuchar —¿Ese es Seyn? —Visualizo al rubio, pero tiene ojos azules.

—¿Qué estás viendo? —intenta mirar, asomando su cara, pero la detengo —Hey —se queja y le tapo la boca con la mano.

Presto atención a la conversación de la Reina Madre con Seyn, aunque no creo que sea él, más bien es una hipnosis o algo por el estilo.

—El ritual ha quedado por la mitad ¿Qué piensa hacer? —expresa el rubio enojándose.

—¿Encontraste a Eris?

—Ya no es necesaria —informa.

—Eso quiere decir que me quedé sin ingredientes —Chasquea los dedos —. Bueno no, aún tengo a la magia negra —refiriéndose a las voces.

Eso es lo que me interesa.

—¿La moverás de lugar? El hechizo que le mandaste a su portador para que no la encuentre perderá estabilidad, no deberías —aconseja.

—Debo tomar el riesgo, no tengo idea cuánto tiempo la diosa puede quedarse en el cuerpo de esa chica.

Escucho a dónde enviaran a las voces y veo como se retiran. En ese mismo momento, Uri me muerde la palma.

—Auch, nena, cálmate —Bufo y aparto mi mano antes de que pase a mayores.

Frunce el ceño y me señala.

—Nadie me calla, ¿entendido? Y ya te dije un montón de veces que no soy una nena.

—¿Qué? —Me hago el sorprendido —¿No? Bueno, eso me facilita las cosas —Le bajo las bragas y me acerco a su oído —. Hagamos cosas de adultos —Le levanto las piernas.

—¡¿Eh?! No, espera —Se sonroja —. Eso es trampa y alguien podría ver —Se agarra fuerte de mis hombros.

—Tomaré el riesgo —La beso.

Ryley

Camino por las calles oscuras del aquelarre Osiris, a pesar que es de día y hay muy poco sol. Cubro mi cara con la capucha de la capa que conseguí hace tan sólo poco tiempo. Debo estar de incógnito, mi cara se encuentra por todas las pantallas del lugar.

Soy como un fugitivo.

Me acerco a la posada, la cual me aconsejaron ir, porque acepta a personas que por alguna razón u otra, tienen problemas con la Reina Madre, así que resguardan su identidad. Entro al lugar, quitándome la capucha. Me siento en una de las sillas del comedor, la dueña del lugar me acerca el menú muy amablemente y saco los lentes de mi bolsillo, para leer aquél papel. Cuando ordeno con el dinero que he conseguido curando brujas en el castillo, guardo los anteojos esperando tranquilo allí.

Mi naríz olfatea algo desagradable, aunque en realidad sólo es el olor de mi enemigo natural.

Vampiros.

Era de esperarse que haya por aquí, la Reina Madre los odia, o en mi opinión los envidia por su vida eterna.

—¡Buen día! —dice el vampiro de ojos grises y rápidamente se sienta el lado de una chica embarazada —¿Cuál es el siguiente movimiento? Mi querida y bella deidad.

—Necesitamos a alguien que reemplace a la Reina Madre —le responde la cobriza y me quedo oyendo.

—Olvídalo, jovencita —aclara la dueña del lugar mientras me entrega una taza de café —nadie de este aquelarre quiere enfrentarse a esa mujer.

—Claro que sí, solo necesitamos una figura influyente entre las brujas, estoy segura que alguna debe haber y además no creo que estén de acuerdo con su mandato ¿Usted sí señora?

—Sinceramente nadie quiere a esa mujer —opina.

—¿Y cómo llegó hasta ahí entonces? —pregunta la cobriza —No puede ser su reina por nada, ¿o no Ace?

El vampiro se ríe.

—Debe ser por miedo —Saca una carta de su bolsillo —Quizás... —Alza la vista hacia mí y lo miro —. Juro que no odio a nadie, menos a alguien que me puede ayudar pero... —Hace otra pausa y se tapa la nariz —que olor a perro.

Frunzo el ceño.

—Que olor a muerto —opino.

—Ace —La chica le pega un codazo —termina de decir lo que ibas a contar.

El vampiro se acerca hasta mí, sentándose en la silla de mi lado y dándome la carta.

—Eres muy guapo y no sé por qué no te soporto, pero tengo una pregunta para ti —Sonríe —¿Conoces a esta bruja? —El dibujo de la carta muestra a una chica con un báculo —Aquí dice que tú puedes convencerla, que extraña coincidencia, las energías están de tu lado.

Observo el naipe y declaro.

—Es Calipso.

Aunque sinceramente ni idea dónde está y me preocupa en gran medida la sensación de no saberlo, es catastrófica.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora