42. Muñecas

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Eris

Si por Xia sería, estaría de fiesta todo el día. Me giro para irme, estoy cansada de ver a personas bailar. En boliches, en restaurantes, en salones y ahora al aire libre, ¡en una plaza!

¿Qué la gente no se aburre de tanto moverse? No tiene nada de productivo todo esto.

—¡¿A dónde vas?! —Se me acerca la pelirroja.

—Ya me cansé de que me obligues a seguirte, me largo.

—Pero sigo buscando el lugar idóneo para que te diviertas, dame una pista al menos —Hace puchero.

—No hay —digo a secas.

—No seas amargada.

Frunzo el ceño.

—¿Y qué si quiero serlo?

—¡Wow, calma! —Alza las manos y las baja —No intento cambiarte o algo por el estilo, solo que el deseo de saber, me pone muy ansiosa —Se ríe.

—¿El qué? —Enarco una ceja.

—¿Cuando sonríes?

—Nunca.

—¡Vamos! Algo te tiene que hacer sonreír ¿Cuando fue la última vez que estuviste feliz?

—No me acuerdo.

—¿Ni un momento diminuto? —Mueve sus dedos haciendo una demostración figurativa del tamaño de la felicidad —Te dejaré pensar, haré silencio —Mueve la mano en su boca como si usará un cierre.

No hay ruido por largo rato y me quedo mirándola ¿Es en serio? ¿Se va a quedar ahí hasta que le responda? Pues que espere hasta que se muera. Me giro para irme, pero me detiene agarrándome la mano.

—Sueltame —exijo.

—No seas mala, algo tiene que haber —insiste.

—Cuando era pequeña y no estaba maldita —confieso a ver si me suelta.

—Oh eso es mucho tiempo ¿no? ¿Qué te gustaba jugar de niña? Cuéntame.

—Con... ¿Con las muñecas? —contesto confundida.

—¡Que genial! ¿Y qué hacías con ellas? ¿Eran maestras? ¿princesas? ¿o quizás familia?

—No... no me acuerdo.

—Pero cuando uno es niño le crea historias a sus muñecas, seguro les inventabas algo muy divertido, algo que quisiste hacer tú.

—Sí, supongo, pero no me acuerdo.

¿No se cansa de insistir?

—¡Haz un esfuerzo!

Bufo.

—Estaba en un cuarto encerrada ¿Piensas que tenía mucha imaginación? No lo creo.

—Entonces mirabas mucho a la ventana ¿no?

—No, esa es mi hermana.

Aplaude.

—¡Tienes una hermana, que bien! ¡Que emoción! Seguro ella sí te hace sonreír.

—No lo sé, no la veo hace tiempo, si es que no está muerta.

—Oh —Su expresión feliz se vuelve de preocupación —¿Crees que esa mujer la haya matado? —refiriéndose a la Reina Madre.

—Supongo, porque hace poco cumplió los dieciocho.

—¿Sacrificio? —Entrecierra los ojos y me hace pensar.

¿Por qué me buscan las brujas? ¿Quiere decir que Uri está viva? Tendría sentido, si mi hermana le arruinó el plan a la Reina Madre ¿Pero cómo? De todas formas tiene sentido, sino pudo asesinarla a ella, viene por mí.

De alguna manera es un alivio, mi hermana menor no está muerta cómo creía.

—Ay me enamoré, esa sonrisita —murmura Xia y frunzo el ceño —¡Ups! Lo arruine —Se ríe cuando mi semblante serio vuelve.

—No te dije cuando sonreí por última vez —confieso —le contaba un cuento a mi hermana, era sobre la libertad.

Uri estaba triste, perdió toda esperanza cuando le cerraron esa ventana, así que le inventé una historia sobre lo que había afuera y la luz del sol, que en ese tiempo todavía no había visto, pero estaba segura de que pronto la vería.

—Ella se rió y yo sonreí —le cuento un poco más.

—Te gusta escribir entonces —deduce.

—Algo así.

De repente la gente empieza a correr, los dispersores de la plaza se vuelven locos, mojan todo y entonces no queda nadie. Todo el show se monta simplemente para ahuyentar a los humanos, ya que veo a las brujas venir.

—Son muchas, hay que correr —dice Xia.

Asiento y la sigo.

—¡¡Nos va a alcanzar!! —grito mirando cómo se acercan y luego visualizo la calle.

Un auto se frena delante de nosotras. Veo a una persona conocida, la cobriza se sube los lentes oscuros por encima de su cabeza.

—¿Las llevo? —dice Eliza y ni dudamos en subirnos al coche descapotable.

—¿Cómo es que nos viste? —pregunta Xia mientras el vehículo comienza a andar y nos alejamos del enemigo —¡Que genial!

—Seguí a esas perras brujas hasta aquí, estaba intentando localizar al padre de mi hijo porque se lo llevaron y cuando me quise dar cuenta, las encontré a ustedes.

—Muchos ataques de brujas, raro que los cazadores no estén haciendo nada —opino.

—Son discretas, tenemos que ser tan inteligentes cómo ellas —La pelirroja piensa mientras se agarra la barbilla.

—¿Destino? —pregunta la conductora con confianza.

—Yo creo que hay que ir al aquelarre y darles su merecido —Xia se pone cómoda en su asiento.

—Eso es muy arriesgado —opino —. Se supone que soy la que se oculta, no voy a ir a la cueva del enemigo.

—¿Necesitas un plan? —ofrece Eliza —Aquí está el cerebro de la operación —Me observa un segundo —. Nunca vayas a un rescate si no sabes engañar a tu enemigo.

—Ah nos salió guerrera la premiada —Se ríe Xia.

—Tengo un padre militar, con eso te digo todo. Ahora ¿Quieren que les cuente o no?

Entonces sin más que agregar, nos vamos al aquelarre Osiris, con el plan de Eliza.

Aradia #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora