2.- "El otro nacimiento de la Luna negra"

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Esa misma noche de la luna oscura, a unas horas después del nacimiento de la pequeña Ahmena y que esta fuera abandonada, concordó con el nacimiento del Príncipe Dhivano en el pueblo de Nantes, dentro el palacio de los Urbinio. Aquel lugar estaba lleno de regocijo, adornado de flores por todos lados. Nadie se imaginaría que ese momento de felicidad sería el dulce comienzo de la desgracia, todo se cubriría con una gran nube de tristeza acompañando de esa gran dicha. La razón de todos esos negros sentimientos sería uno solo... ¡La Reina había muerto durante el parto!...

Obviamente, el Rey Louis Edouard de Urbinio, conocido como "el Rey implacable" por su tenaz carácter e imparable voluntad, la cual se alimentaba por sus deseos egoístas. Haciéndolo luchar siempre por mantener el poder. Este hombre sereno y cruel no le temía a nada ni a nadie. En pocas palabras, se le podría describir como una persona muy atractiva, muy varonil, con unos ojos azules, cabello castaño. Y sus ropas eran las de un digno monarca, todo el tiempo vestía una túnica roja con bies blanco. Portaba una daga y esta tenía el escudo familiar en el costado derecho de su cinturón junto a sus botas de color negro. Su cabellera corta y sin barba, que resaltaba su poderoso y atrevido carácter, propio de un digno mandatario. Su gran inteligencia era una de las mejores cualidades que poseía, algo fundamental para ejercer su mandato sobre un ejército, ¡un verdadero Rey! Pero, precisamente esa actitud orgullosa venía con un gran defecto: era muy déspota y prepotente. Eso se reflejaba en su manera de pensar y actuar "¡AQUÍ NO MANDA NADIE MÁS QUE YO!". Sus enemigos lo habían bautizado como "Rey implacable" debido a que jamás se detenía cuando deseaba algo, hacía lo que fuera por lograr su meta. Pero había otra cosa que destacaba de él: ¡SU GRAN PASIÓN! Esta se veía más claramente en su forma de amar, puesto que era muy entregado a ellas. En este punto de su vida el Rey Edouard había enviudado muy joven, apenas tenía 23 años de edad.

Justo después de la muerte de su amada esposa, el Rey entró a la habitación donde compartieron tantas noches juntos, ahí vio el cuerpo sin vida de su Madeleine de Urbinio. Una mujer muy hermosa y en plena flor de su juventud, con tan solo 20 años de edad. El que fuera su amante, su compañero de vida, se recostó junto al cadáver de su reina, ya sin vida alguna. Comenzó por acariciar su rostro, por extraño que parezca la piel de su amada estaba todavía suave y terso, el hombre quedó sorprendido, emocionado... Era como si todavía estuviera viva, eso lo llevo a hacer algo natural entre dos esposos que tienen viva la llama del amor. La desvistió, su pensamiento estaba fuera del lugar, en su cabeza solo se alojaban pensamientos mórbidos y depravados, esas ideas lo movieron a continuar (y en parte su temeraria, implacable y dominante actitud), el acarició todo el cuerpo de la reina Madeleine, recorrió su cuerpo a besos, cada parte de su anatomía y lo hizo despacio, con calma. Mientras le susurraba al oído cuanto la amaba y que era la mujer de su vida. Después acarició su cabello, que estaba tan sedoso como cuando vivía y eso provocó que el monarca rompa en llanto, primero por los dulces recuerdos con su compañera de vida, pensando en cuántas veces halagó su belleza y en todas las ocasiones que le expresaba que ella se había robado su corazón.

Aunque lo que su majestad Louis Edouard, el orgulloso y altivo Rey hacía en ese momento era algo vil, asqueroso y obsceno, solo había una razón para que continuara, un simple pensamiento, que su amada Madeleine seguía viva. Decidió que esa noche le haría el amor a su esposa, en honor a su matrimonio feliz, por sus intensos sentimientos y por respeto –si esa acción despreciable de tomar cadáveres se le puede considerar respeto—. Solo sentía lo frío de su piel, su mente voluntariosa se resistía a aceptar la cruel realidad que ella ya no estaría. En algún punto del acto sucio, el Rey solo sentía el dolor, lo consumió cuando terminó y consumó su horrido acto. En su nariz se grabó el olor de su piel, la sensación de su frío cuerpo, él no quería despegarse ni un segundo de ella, dentro de él este momento era solo una terrible pesadilla.

Ahmena y Dhivano [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora