Mientras tanto en el castillo, el Rey estaba ya desesperado porque se había dado cuenta que su amada esposa Ahmena no se encontraba, ya que sabía que el Rey de los Duques de los Befordy, Carlos de Lancaster, estaba en planes de invadir el país y hacerle daño a su familia. Sabía que él tenía a su pueblo de su lado y él era odiado por toda Francia por los malos manejos y más por haber desposado a una gitana.
Enseguida la joven Reina entró al castillo, el Rey con un tono de enojado le reclamó a la joven Reina y le dijo:
— ¿Por qué no estabas en el castillo? y ¿por qué has salido? si explícitamente te pedí que no lo hicieras Ahmena.
Ahmena sólo lo vio a sus ojos y le dijo:
—Me reclamas el haber salido, yo tengo que reclamarte muchísimas más cosas Louis Edouard.
La joven siguió subiendo las escaleras hasta llegar con el Rey.
Ahmena enojada le tiró el cuadro y le dijo:
—Por esto Louis Edouard.
—Pero ¿Qué haces tú con el retrato de Madeleine? ¿De dónde lo sacaste?
— Una vez te pregunté si me parecía a tu difunta esposa y tú me habías dicho que era idéntica a ella y después te retractaste de tus palabras, me mentiste a la cara, sabiendo que para ti soy solo Madeleine y no Ahmena, vamos Louis Edouard toma el retrato y velo con tus propios ojos y después inténtame negar las cosas y así comprobar por mí misma tu loca obsesión.
El Rey tomó el cuadro y lo alzó. Al bajarlo solo vio el rostro de Ahmena que era idéntica al de Madeleine. Vio ese rostro que estaba enojado y con unos ojos de dolor y de reclamo y le dijo:
—Es impresionante ¿no es así? como me parezco a tu difunta esposa, podría decirse que fuera mi retrato y no de otra persona en ella. La que amaste tanto y yo he sido una estúpida por dejarme manipular por ti.
—Ahmena mira deja que te explique.
—No hay nada que explicar, solo sé que me usaste en cierta manera, para tu propio provechó, no quiero ser la sustitución de nadie, quiero ser yo y he decidido marcharme, no soy esa Reina que está pintada en aquel cuadro, yo nací siendo una humilde joven de una madre que era ciega, que era una simple gitana y haré mi vida como deseaba hacerla con Dhivano, en la humildad, así que lo siento Louis Edouard ya no puedo seguir aquí.
El Rey enojado la tomó del brazo y le dijo.
—No te iras de aquí, no ahora que te he recuperado Madeleine.
Ahmena se asustó al ver ese carácter tan agresivo y al igual que él, ella sacó su lado fuerte y le dijo:
—Soy Ahmena, no tu difunta esposa, no me quedaré más aquí, tomaré mis cosas, mi ropa gitana, que nunca debí quitarme de encima y me iré.
El Rey Louis Edouard la tomó con sus dos brazos y forcejeó con ella y le dijo:
—No te iras de aquí entendiste, he perdido todo a mi hijo, a mi esposa, no puedo perderlos a ustedes mucho menos ahora que he peleado, que he luchado por tu amor, no permitiré que te vayas, así como así, eso jamás.
La tomaba con tal fuerza que lastimaba a la Reina Ahmena.
—Suéltame Louis Edouard me lastimas.
Louis Edouard la alzó y la llevó hacia su habitación y le dijo:
—Lo lamento mucho Ahmena, pero no puedo permitir que te vayas, en tu vientre llevas a mi hijo y te amo sobre todas las cosas de este mundo, no puedo permitir que te vayas, no me perdonaría que te pasara algo.
Enseguida el Rey la abrazó y lloró.
—No era mi intención lastimarte, pero si tengo que ser así para protegerte lo haré.
—Déjame, no me quedaré aquí para ocupar el lugar de una muerta.
Ahmena empujó al Rey y en ese momento le vino el dolor de parto.
el Rey se asustó y le preguntó:
— ¿Estás bien Ahmena? ¿Te sucede algo?
—Louis Edouard creo que ya voy a dar luz.
Y Ahmena gritó:
El Rey la tomó y la acostó en la cama, enseguida le aviso a los sirvientes que llamaran a la partera.
Ahmena se retorcía del dolor y no paraba de gritar. Comenzaron los rayos y la lluvia que caería sobre el castillo que sonaba como si el mismo cielo explotara de furia, a Louis Edouard le llegaron los recuerdos de aquella fatal noche, temía que la maldición continuara.
Mientras tanto el Canciller Leonilo se preparaba para entrar el castillo, conducía a varios hombres por los pasadizos secretos que el bien conocía del castillo, no sabía que en esos momentos Ahmena estaba pariendo a su hijo, la sirvienta Nadina iba con ellos desesperada por llegar y contactar con ahora la Reina Ahmena, llevaban antorchas que alumbraban el lugar, la lluvia empezó a caer sobre el castillo, era una lluvia torrencial, sólo esperaban el momento exacto para que fuera ya más de noche.
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Ahmena y Dhivano [Terminada]
Historical Fiction¿Alguna vez oíste de la Maldición de la Luna Negra? Conoce la historia del amor de Ahmena y Dhivano, dos amantes unidos por el destino y esta maldicion uno viene de la opulencia, el lujo y, sobre todo del rechazo de su padre. La otra viene de la pob...