El Rey se acercó al cuarto y le pidió que todos salieran. Una vez más pedía estar solo en aquel lugar... Para iniciar lo que el mismo mencionó como la tarea más difícil de su vida: DECIR ADIÓS.
Otra vez vio a su Reina, yacía inerte en su cama fría y sin vida. Pero esta vez, Estaban sobre su cuerpo los ropajes más lujosos y esplendorosos. Sus vestidos eran dorados, con exquisitos bordados del mismo color. Sus labios lucían dulces y rojos. En su cabeza llevaba su corona real, con diamantes y oro. El Rey quería que ella luciera lo más hermosa posible, él mandó que le hicieran un féretro de cristal. Este llevaría hermosas flores, para que al pasar el tiempo pudieran secarse y se conservaran dentro del mismo. Se acercó a la cama donde estaba recostada, la tomo entre sus brazos, la levantó y después se dirigió poco a poco a aquella última morada. La había pedido de cristal para que todo el mundo contemplara su belleza.
Él la tenía entre sus brazos, estaba a punto de depositar a su esposa en su última morada cuando, justo entre sus extremidades, a punto de recostarla dentro de este sitio especial, pudo contemplar por última vez la belleza de su esposa. A simple vista, parecía dormida, su rostro emitía paz y tranquilidad, como si ya estuviera descansando. Después la recostó y la besó por última vez y empezó a llorar.
El abrazo fuertemente y le dijo:
—Eres tan bella Madeleine, para mí no existe nada tan hermoso en esta tierra como tú, mi amor. Te amaré por siempre, mi amada Madeleine—
Entonces empezó a acordarse de su sonrisa, de su alegría y todos aquellos momentos de felicidad que tuvo con ella. Grito con fuerza y le reclamó a Dios. Todo el palacio lo escuchó y pedía a gritos que ella reviviera, lloró y la siguió abrazando por largo rato mientras decía.
—¿Por qué Madeleine? ¿Por qué? Si yo te amo tanto, mi amor. No es justo que estés muerta no lo es, Madeleine revive, por favor despierta... Solo estas dormida amor, solo eso estas... Madeleine mi amada Reina—
Él reacciono y vio su angelical rostro. Se dio cuenta que no estaba dormida al tocar su cuerpo frio, al ya no sentir su respiración. Entonces, su mente lo volvió a la realidad, le hizo ver que estaba ya sin vida, que nada podía hacer ya. Después de eso, la recostó otra vez y la besó de nuevo, como despedida y le susurro.
—Mi amor, te amaré hasta el último de mis días. Te juro que hasta que muera, mi alma te buscará, para amarte, más allá de la muerte misma. Madeleine, mi amada, mi amor. No sabes lo difícil que es esto para mí "una amarga despedida", me consume el alma y la vida misma—
Y la entrelazó en sus brazos por última vez, la acomodo tiernamente en su féretro y entre sus manos, puso una rosa roja, la más bella que pudo ponerle. Luego abrió la puerta, secó sus ojos y pidió que ya la sacaran. Observó como el féretro era alejado de su habitación, entonces cerró la puerta con llave, para que dejaran todo como estaba y que jamás nadie volviera abrir para seguir el féretro de cristal, salió del palacio y todo el mundo lloraba al ver la carroza donde habían subido a la Reina y el cual empezó su recorrido por las calles de la ciudad. Todo el mundo admiró a su Reina fallecida.
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Ahmena y Dhivano [Terminada]
Historical Fiction¿Alguna vez oíste de la Maldición de la Luna Negra? Conoce la historia del amor de Ahmena y Dhivano, dos amantes unidos por el destino y esta maldicion uno viene de la opulencia, el lujo y, sobre todo del rechazo de su padre. La otra viene de la pob...