37.- "¡Amor secreto y prohibido en el palacio!"

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 Al día siguiente el Canciller entro la sirvienta estaba en la cocina preparando una rica merienda este al verla entro este se sentó en aquella silla de madera, la sirvienta hizo lo mismo;

—veo que anda muy ocupada.

—si estoy preparando la merienda del príncipe Dhivano me lo pidió, lo terminara lo antes posible.

—bueno ¿otra vez ira de conquista con alguna doncella?

—si nuestro joven príncipe anda muy entusiasmado con una jovencita.

—y usted sabe de quién se trata?

—la verdad no lo sé canciller ya sabe lo enamoradizo que es el príncipe.

—si es verdad a esa edad, se disfruta la compañía de bellas doncellas espero le pase muy rápido esa emoción él se tiene que ocupar de cosas de importancia.

—pues mientras pasa yo apoyo a mi muchacho, es joven y debe de disfrutar de esas emociones ya que aquí él está como un pájaro enjaulado. Sobre todo, el despotismo de su padre que controla y daña a todos a su alrededor. Eso hace que me enoje siempre

—y con ¿qué motivo confirma sus palabras de lo cual acusa a nuestro rey? — Le contestó el Canciller con ese tono conciliador y Cortez tan propio de él en sus actividades.

— usted lo sabe mejor que yo Canciller —Le cuestionó la sirvienta con cierto aire de frustración y hastío en su tono de voz.

—Para serle sincero, lo ignoro por completo señorita Nadina— Le contestó el Canciller de una manera conciliadora, pero que al mismo tiempo denotaba su total ignorancia de la situación que estaban tratando en ese momento.

—¡Si lo sabe Canciller Leonilo! ¡Deje usted de ignorarlo y hacerse el tonto! — Contestó con un tono elevado y notablemente más enfadado que al principio.

— Bueno, señorita Nadina, ahora que lo menciona, creo tener una ligera idea de a dónde quiere llegar. Pero por favor, confírmeme si es lo que creo que estoy pensando...— Contestó Leonilo con un claro quejo de incomodidad en su expresión. Incluso, era posible escucharlo toser, para tratar de no perder la compostura. Luego asentó su sombrero negro en aquella mesa de roble. Una vez que se encontraba más cómodo, procedió a escuchar con a tinción lo que la sirvienta le atormentaba.

—¡Es que sabe no dejo de pensar lo que paso en el cumpleaños del rey no se me hace justo que el Rey Louis Edouard lo tras ti así! Como si fuera un sirviente más lo ridiculizo enfrente de todos los invitados, nunca le dio su lugar. ¡Usted forma parte de la familia real! Además, lo creció y educó. Debería ser un poco más respetuoso hacia su persona Canciller Leonilo. He visto como lo ha tratado todos estos años y no se me hace justo— Expresaba con cierta incomodidad, frustración y desacuerdo la sirvienta Nadina.

—Mire, Señorita Nadina, es verdad lo que usted dice. Pero no es culpa de él, lamentablemente fue educado así. Es verdad que yo le enseñé muchas cosas, pero, la otra gran parte de su educación se la dio mi padre y su madre. Cuando mi padre murió fue su madre la que lo educó más que yo, al menos en esa parte moral— Explicaba con propiedad y, de alguna manera, defendiendo a su Rey, a su hermano, al autor de tanta humillación y vejación.

—¡Pero Canciller Leonilo! ¡Él es lo que es gracias a usted! Todo lo que sabe se lo debe a usted y a nadie más— Expresó con mucha furia y con gran rencor La pobre Nadina, con cierto dejo de pena por el pobre hombre que tenía frente a él, quien, sacrificando todo dejo de orgullo y amor propio, buscaba darle legitimidad a ese déspota hermano suyo que fungía como Rey de Francia.

—¡Lo se Señorita Nadina! Pero la parte moral se lo dio su madre. Ella se encargó de envenenarlo contra mí. Recuerdo que cuando alcance los 20 años, mi padre me reconoció, pero la madre de Louis Edouard se opuso demasiadas veces a nuestro padre me considerara parte de la familia real. Esa mujer pensaba que mi madre era una prostituta sucia y vulgar con la que lo traicionó, nunca fue capaz de perdonarle eso.

Ahmena y Dhivano [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora