75.-"El sacrificio de la Reina"

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Ya con el Rey fuera de la habitación la partera se acercó a la Reina y a Nadina, que secaba con trapos el sudor de su Reina, ya la partera estaba próxima a ella para matar el fruto de su vientre, pero la Reina escuchó a la partera y lo que le dijo a su esposo y le exclamó:

—Por favor no lo mi tos, no mi tos a mi hijo, no puedo dejar que acabes con él, no importa mi vida, si no la de este ser, yo moriré feliz si él vive.

La partera le contestó:

—Su esposo me dijo que lo más importante para él era usted, y si no hago algo por usted quien sabe de lo que sería capaz.

Madeleine tomó las viejas manos de aquella mujer y le dijo;

—Se lo ruego, sálvelo, yo sé que lo amara, solo sálvelo, no me importa mi vida si no la de este hijo, es fruto del amor, él es un inocente, por favor sálvelo.

La partera al verla suplicándole tomó la decisión más difícil y optó por la de la suplicante mujer y sabría a lo que se ha tenía después, pero no le importó.

—Haré lo que usted me pide.

—Gracias, muchas gracias.

—Ahora prepárese y puje fuerte.

La Reina empezó a gritar y a pujar con las fuerzas que le quedaban, y al fin el segundo hijo era una niña, la Reina le pidió a la partera que le muestras a su hijo y dijo:

— ¿Qué fue mi hijo?

La partera tomo a la recién nacida y le dijo:

—Fue una bella niña su Majestad, idéntica usted, con sus mismos ojos.

La Reina le dijo a la partera:

—Tráigame a mi hija

La partera la tomó y se la acercó a su madre, la Reina la miró y besó, al igual le pidió a la sirvienta Nadina que le traiga al varón e hizo lo mismo,

Habló a Nadina, la agarró de las manos y le dijo llorando:

—Nadina, tú que no has sido para mí una sirvienta, sino como una hermana, te pido que cuides a mis hijos, prométeme que lo harás, que los amarás, tú también serás madre y sé que me has de entender, no permitirás que a mi hija su padre la odie, no permitas que la dañe y si lo intentara sálvala de él, ya que no estaré con ella para hacerlo y protege a mi hijo de igual forma.

La sirvienta con lágrimas en los ojos le contestó:

—No se preocupe su Majestad, la protegeré y no dejaré que a su hija la dañe nadie, ni siquiera su padre y para su hijo seré una madre se lo juro y este crecerá junto a mi hijo y se querrán mucho.

—Gracias Nadina y sólo te pido un último favor, quiero que nombres a mi hija con el nombre de Yalhmena, el nombre que siempre desde pequeñas elijimos para nuestra hija si es que algún día Dios nos la daba, el nombre que ambas queríamos compartir.

—Lo sé su Majestad, y reíamos porque sonaría raro tener a nuestras hijas con el mismo nombre

—Y deseo que nombres a mi hijo con el nombre de Dhivano, por favor hazme ese último favor, ya que jamás podré mencionar sus nombres.

— Cumpliré todas las promesas que me ha pedido

— Gracias de nuevo Nadina.

Y con esas últimas palabras, sus manos soltaron a sus hijos que estaban en su regazo y sus ojos se cerraron para siempre.

— ¡Majestad, Majestad no!

A la sirvienta la envolvió un gran dolor que no pudo resistir y se echó a llorar.

La partera agarró a los dos niños y los quitó del lecho de su madre

—Lo siento acaba de fallecer

La sirvienta sólo exclamo:

—el Rey se volverá loco.

—Tenemos que avisárselo, enseguida iré a darle la noticia

La partera salía y el Rey preguntó con algo de miedo:

—¿Qué sucedió? mi esposa ¿está bien? ¿Verdad?

La partera bajó la cabeza y exclamó:

—Su Reina acaba de fallecer.

El Rey quedó asustado y una gran melancolía lo invadió, no lo podía creer y le dijo:

—No, eso no es verdad, mi amada esposa está viva.

—Señor, me temo que no es verdad.

Desesperado, el Rey entró a la habitación de Madeleine y sólo pudo ver a su esposa que yacía muerta, le quitó el trapo, la abrazó y empezó a gritar, a llorar y le decía.

—Amor tú sólo estas dormidas, despierta por favor, yo te amo, no me hagas esto por favor, mi amor, mi amada Madeleine, Dios no me pudo haber quitado lo que más amo en este mundo, no pudo.

Alzó la mirada y con el puño le reclamó a Dios.

— ¿Por qué? si yo la amaba, ¿Por qué? si yo soy justo, ¿porque?, pero te juro Dios que tú para mí ya no existes más en estos momentos.

Su llanto era profundo que contagiaba su emoción a todas alas de su alrededor no podía creer lo que pasaba que el gran amor de su vida ya no estaba más en el mundo de los mortales

Ahmena y Dhivano [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora