Mientras tanto, de vuelta en Nantes, una semana después de la muerte de la Reina. El Rey exigió ver a la sirvienta. "¿¡Dónde está esa mujer!?", gritaba el Rey Louis Edouard. Aquella sirvienta de aproximadamente 25 años llamada Nadina. Se le podía definir como una persona de aspecto dulce, hermosa y con una tez blanca, sus ojos color verde aceitunado, una nariz estirada y complexión delgada. Sus vestimentas eran las típicas de un sirviente del castillo, usaba su clásica cofia blanca, que ocultaba sus cabellos rubios cenizos. De un carácter fiel, amoroso y amable y muy sumiso, además de que había sido confidente de la Reina, ambas tenían un sutil parecido y Nadina sufría mucho del fallecimiento del monarca porque ambas se querían como hermanas, y esto porque crecieron juntas y se conocían perfectamente. El Rey sabía con certeza que no había otra mujer más calificada que ella para cuidar a su hijo porque estaba seguro que su esposa no confiaría en nadie más para esa tarea, ser la cuidadora y tutora de su hijo. Nadina, al oír la voz de su señor, entró a la habitación donde la esperaba sentado en su silla. Aquel hombre se veía pensativo y con una gran tristeza en su rostro, la sirvienta lo observó con mucho miedo y terror, pero no podía dejar de preguntarse si su Rey, que estaba frente a ella dolido, triste y con un temple débil era el mismo gobernante mezquino, "el Rey implacable" de toda Francia, para ella era increíble ver a aquel sujeto, que por lo general siempre era en un despiadado, un terrible monstruo. Verlo en esos momentos con tanto dolor y vulnerabilidad hacía que no pudiera creer que era el mismo que la había mandado a llamar, así que esta le dijo:
— ¿Me buscaba su Majestad?
— Así es Nadina— Contestó el Rey Louis Edouard en su deprimido estado.
— ¿Qué es lo que desea Señor? — Preguntó la dulce Nadina impulsada por su espíritu de fiel servidora y de buena mujer a pesar de su estado.
El Rey se paró de su silla un poco encorvada, abatido por la desolación y le dijo:
—Sé perfectamente que mi amada Madeleine la estimaba profundamente Nadina, se crecieron juntas. Claro, usted respetó siempre su posición de servidumbre que siempre ha sido. Recuerdo que fue dama de compañía de mi esposa y que esta la protegía siempre, y la llego a ser más que a una sirvienta y hasta interceder ante mí por usted. Por todo eso, tengo la certeza y sé que no hay mejores manos que la suyas para crecer y cuidar a mi hijo. Por lo tanto, le ordeno ser la tutora de mi pequeño príncipe— Expresó el Rey en un acto de honestidad y abriendo su corazón como pocas veces lo hacía el famoso "Rey Mezquino."
La sirvienta quedó extrañada por tal petición. Una parte de ella sintió ese gran vacío que emanaba el monarca, producto de una gran pérdida provocada por la muerte de su querida amiga la Reina. La gran maldad del hombre que le encomendaba lo más valioso para él y su amada amiga, su casi hermana. El Rey permitiría que ella fuera la madre sustituta, que ocupara el sitio de Madeleine, su confidente, amiga. Haciendo la tarea que su querida difunta no tuvo la oportunidad de lograr. La emoción y el peso de la misión que la encomendaban eran igual de grandes, así que Nadina tan solo alcanzó a bajar la mirada y asentir con la cabeza la orden de su Señor.
—Como usted ordene su Majestad— Fue la respuesta que la emocionada Nadina alcanzó a darle su Rey después de que le encomendarán aquella misión.
—Así es sirvienta Nadina. Usted será la encargada de cuidar a mi hijo y también le exijo que todo lo que ha pasado en estos días se quede aquí. No quiero recordar la muerte de mi esposa bajo ninguna circunstancia— Le decía el Rey Louis Edouard completando los detalles del encargo de Nadina.
—Lo entiendo su Majestad— Expresó Nadina a su Señor, para darle a entender para que supiera que el detalle le había quedado claro.
—No quiero que nada me la recuerde, ni creo que usted quiera recordar y espero que usted jamás mencione nada de lo ocurrido aquí en aquel día, el día de la muerte de mi esposa. Le recalco; ¡NO QUIERO RECORDARLO NUNCA!, ¿Quedó claro Nadina? — Expresó su Rey, a modo de instrucciones finales para su sirvienta.
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Ahmena y Dhivano [Terminada]
Historical Fiction¿Alguna vez oíste de la Maldición de la Luna Negra? Conoce la historia del amor de Ahmena y Dhivano, dos amantes unidos por el destino y esta maldicion uno viene de la opulencia, el lujo y, sobre todo del rechazo de su padre. La otra viene de la pob...