Athenois tomó la mano de su hermana, estaban caminando un rato cuando de repente se toparon con un camino bloqueado por un tumulto de gente, el cual les impedía pasar. Puesto que tanto pobladores y forasteros, así como todo aquel que estaba ahí se acercó a ver pasar la carroza de la Reina puesto había iniciado el recorrido de su funeral. Provocó que se detuvieran y Lubadine se preocupara, por lo que preguntó tan pronto como notó que ya no se estaban moviendo:
—Hermano ¿Qué es lo que está ocurriendo?
—No lo sé, espera parece que...— Athenois se movió entre la multitud de gente y tomó la mano de Luba para tratar de acercarse más —Vamos acerquémonos más para ver por qué toda esta gente nos tapa el paso— Athenois empujaba a las personas para poder observar lo que sucedía. Es así como pudo ver a lo lejos como frente había unos caballeros empotrados en sus caballos blancos, con un estandarte, cada uno portaba aquel escudo que tenían bordadas las mantas. En medio de éstos podía observarse el féretro de cristal con incrustaciones de rubíes alrededor. Todos los nobles caballeros caminaban lentamente en medio de las filas de gente que fueron a despedir a su Reina
—Es una carroza, lo que parece que se acerca— Dijo Athenois estupefacto.
—¿Será que sea la de su Majestad? — Dijo Lubadine al sentir ese tono de admiración y cierto temor en la voz de su hermano. Luego, un Señor le ratificó sus sospechas.
—Así es Señorita.
—Disculpe ¿Por qué esta gente nos está bloqueando el paso? — Preguntó Athenois a aquél amable señor que les contestó —Por el funeral de su majestad, la Reina, estén a tintos, ahí viene la carroza y el féretro de cristal—
—¿De cristal? — Dijo Athenois un poco consternado.
—Así es, el Rey quiere que todos vean por última vez a su Majestad, la Reina Madeleine y ordenó que hagan ese féretro— Les explicó el señor.
—Ya entiendo, pero me asombra que tanta gente esté aquí llorando— Dijo Athenois sin poder entender del todo el gesto de la multitud.
—Sí, su Majestad, la reina Madeleine fue muy querida por todos nosotros, nos dolió mucho su muerte. Era una mujer muy hermosa, su belleza era excepcional, no solo por fuera sino también por dentro, la muestra estaba en su gran corazón. El Rey Louis Edouard la amaba demasiado, miren ahí viene, inclínense por favor y no hagan ruido alguno— Indicó el hombre después de su explicación.
—Sí está bien Dijo Athenois, para luego inclinarse respetuosamente indicándole a su hermana que hiciera lo mismo. Todos los del pueblo se replicaron el gesto, sin hacer ruido alguno, puesto es una forma de respeto que mostraba la gente del lugar hacia su Reina que acababa de fallecer.
Athenois alzó la vista, vio la carreta y los caballeros que portaban estandartes y dos escudos. Uno era el oficial de la región de los países de Loira, Nantes. Era bicolor, rojo y azul. En el lado derecho predominaba el color rojo, con un león blanco en el lado superior acompañado de un fondo azul y superpuestas, iban varias flores de Liz y del lado izquierdo, en un tono azul, con el fondo de color blanco iban los símbolos de un campo de pieles de armiño y en medio 2 corazones rojos entrelazados con una corona encima de ellas. Además de una cruz en el centro de la corona. Y el otro escudo oficial del Reino de los Urbinio que era un blasón de color azul en las orillas, el fondo blanco y sobre este los símbolos que representaban un campo de pieles de armiño con un corazón rojo y en este una corona acompañada de un león blanco en la parte izquierda, junto al corazón había unas espadas sobresaliendo del blasón. Finalmente, una flor de Liz encima de este.
Los soldados traían también unas espadas. Además, varios sirvientes vestían de blanco y portaban el escudo real en sus ropas. Cuando vieron ese escudo del Reino, Athenois confirmó que la niña era de ese Reino. Pero se habían desechó de ella. Mientras pensaba en eso, al mismo tiempo, veía el desfile de los soldados y sirvientes con la Reina en el féretro de cristal. Aquella mujer estaba arropada con las mantas y túnicas de su vestido de gala. Con sus pies descansando sobre el flanco de un lebrel y su testa recostada en un cojín y ceñida con su corona real de oro, diamantes y rubíes, parecía una hermosa Diosa que dormía.
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Ahmena y Dhivano [Terminada]
Historical Fiction¿Alguna vez oíste de la Maldición de la Luna Negra? Conoce la historia del amor de Ahmena y Dhivano, dos amantes unidos por el destino y esta maldicion uno viene de la opulencia, el lujo y, sobre todo del rechazo de su padre. La otra viene de la pob...