Pero en ese momento lo que no sabía el Rey era el gran sacrificio que había hecho Madeleine por su amor de madre era algo que el Rey no podría aguantar y daría el inicio de toda la desgracia que caería sobre su linaje real y su familia.
La sirvienta se acercó al Rey y le dijo:
—Señor tenemos que aceptar al destino y las pruebas de Dios.
—Para mí no existe más Dios, el cual me quito lo que más amaba en mi vida.
En ese momento La sirvienta al ver que el Rey una gran desolación lo invadió quiso consolarlo diciéndole:
—Señor ella le dejo lo más bello de su ser a sus dos hijos.
El Rey se volteó muy sorprendido y estupefacto puesto que su realidad no podía ser como se estaban diciendo es así que con gran pesar vio a sus hijos y dijo:
— ¿Por qué están esos dos niños en la cuna?
— La partera salvo la vida de su otro hijo.
El Rey se volteó hacia la partera y le reclamó:
—Tú, tu, la mataste ¿Por qué?
—No Señor yo no la maté, su esposa me suplicó que salvase a su bebé, que la vida de ella no importaba más que la de su hijo.
—Pero a ella no tenías que obedecer, si no a mí.
Exclamo el Rey con gran tristeza e impotencia en su voz, en ese momento solo el shock de perder lo que más amaba lo invadía.
—Señor es verdad lo que ella dice, no descargue su ira, fue su última voluntad, además su esposa, le dio una hija ¿acaso no la quiere ver?
—Tú calla ti
El Rey Louis Edouard soltó a la partera, empujándola a la pared.
— Vete si no quieres que en estos momentos te mande a matar, o te mi ti con mis propias manos.
La partera salía corriendo del lugar.
El Rey, por su parte se acercó al lugar donde estaban sus hijos; le ordenó a la sirvienta salir y que buscara al Canciller y ordeno que le dijera que él lo llamaba y la noticia del fallecimiento de su esposa.
El Rey miró a su hija, recordó con horror aquellas palabras malditas que Alizeé le dijo y se acercó a su pequeña hija recién nacida y pensó:
— Maldita, tu no serás la desgracia de mi familia, tu eres el producto de aquella maldición de aquella bruja, de esa maldita mujer, pero de una vez te digo, que tu no me vas a destruir, por tu culpa tu madre está muerta, tu nacimiento la mató, tú le quitaste la vida y por eso no vas a vivir, como tu quitaste la vida de tu madre, lo mismo te haré. Te maldigo, te maldigo mil veces, maldita la hora que viniste al mundo, destruiré esta maldición con tu muerte.
Estuvo a punto de ahogar a su propia hija recién nacida con una almohada cuando Nadina que aún no se había retirado del lugar lo detuvo y le dijo:
—¿Qué estaba a punto de hacer?
El Rey reaccionó y le dijo:
—Matar el producto de esa maldición.
La sirvienta Nadina le dijo:
—Ella no es el producto de una maldición, es hija de su esposa y de usted.
El Rey se alejó de la cuna y le dijo:
—Tienes razón, no debo ser yo el que la mi ti con mis propias manos, menos en la presencia de mi esposa. ¿Dónde está Leonilo? ¡Te dije que vayas por él!
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Ahmena y Dhivano [Terminada]
Historical Fiction¿Alguna vez oíste de la Maldición de la Luna Negra? Conoce la historia del amor de Ahmena y Dhivano, dos amantes unidos por el destino y esta maldicion uno viene de la opulencia, el lujo y, sobre todo del rechazo de su padre. La otra viene de la pob...