LXXXIV

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— ¡Mi amor!






Minseok termina de firmar los archivos sobre la mesa, inesperadamente, un ascenso como supervisor de área le había dado una gran sorpresa, y desde luego, una carga mayor de trabajo.





Y estar ocupado no era el problema, estar en su cuarto mes de embarazo tampoco lo era.






El problema era que Kim Jongdae era un exagerado.





Minseok rueda los ojos porque su esposo abre la puerta de su nueva oficina y empuja una silla de ruedas.







— ¡VAMOS! Hoy veremos que serán, ¡vamos!






Dice el bendito hombre en traje, ajustando y remarcando sus musculoso brazos, que pa' qué negarlo, a Minseok le encantan.






— Amor, amorcito...bomboncito...vamos...






A Minseok le encanta la forma en que Jongdae siempre llega por él y lo llena de besos y mimos, como su aroma y su calor lo abrigan, lo hacen querer recargar la cabeza sobre su pecho y dormir un poquito.







— Dae...






— ¿Quieres que te cargue para subirte a la silla?







—¿De dónde sacaste esa silla?





— Antes de venir pa'ca pase al bañito, y afuerita de una puerta estaba.





— ¿Qué?







— Solo la tome...






— ¿Y no viste si había alguien más en el baño?







— Ay no, o sea, no soy de los que andan en el baño tocando las puertas y preguntando "hola, ¿ta' cagando?", no, no, no mi amor...ya me porto bien.








— Ah, Kim Jongdae...no necesito una silla para ir al quinto piso...





— Mi esposo no va a andar por ahí caminando y exponiéndose a los eminentes peligros que representa caminar, no vamos a arriesgarnos ¿y si se te dobla la pata?






Minseok niega acariciando la mejilla de su esposo sabiendo que no había hecho nada con malicia.







Su esposo era un alma pura e inocente.







Una a la que terminaba por complacer, y cuando Insung abrió la puerta de su consultorio, Min se tuvo que aguantar la risa de su compañero y la mirada asesina que su esposo siempre tenía para el hombre.







— ¿Están listo?






Con la pequeña pancita, esa que ya se empieza abultar porque son dos, no uno, sino dos loa pequeños que están ahí dentro, Minseok asiente tomando la mano de un Jongdae que está pálido y apenas parpadea mirando la pantalla.







Resistir la curiosidad hasta que cumpliese el cuarto mes para saber de ello había sido un reto.






— Se va a sentir un poco frío...






Insung unta el gel azulado sobre su vientre y más que frío, para Minseok resulta un escalofrío inexplicable que no se desvanece de su cuerpo.







— Veamos señores Kim...Tres, dos...uno...






— Por Dios...







— Sus dos pequeños bebés están ahí...





Es como llegar a Júpiter y descubrir el planeta inexplorable, porque ninguno de los dos sabe qué decir o hacer más que llorar, y Jongdae volver a la vida sonriendo como idiota.







— Se parecen tanto a mí...







— Señor Kim, no creo...






— Son como pequeños dinosauritos...







Solo a Jongdae se le puede ocurrir decir algo.

Entre dinosaurios y doctores | ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora