CXXI

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—Minnie...

Minseok podría catalogar ese susurro ahogado como su favorito en toda la vida.

—¿Sí, mi amor?

Y el sonrojo de su esposo, podría ser considerado el más especial en su historia...


— Hazlo...


Minseok asiente grabando cada pequeño suspiro, cada súplica sutil y ansiosa, cada movimiento necesitado que le excita más.

No saben cómo fue que terminaron de esta forma, jamás imaginó que un simple juego de Monopoly le llevarían a tomar dominar la ciudad entera y también esta situación que no deja de ser un tanto... Bizarra.

Pero Minseok no se negó cuando los besos en el cuello llegaron, mucho menos cuando las manos traviesas de su esposo llegaron sus muslos, apretando, acariciando con la fuerza exacta para que su cuerpo reaccionara en cuestión de minutos.


Minseok estaba tan ansioso de más caricias, de sentir la dureza que golpeaba su cadera, golpear dentro de él, abrir paso en su alma y llenarlo abundantemente como siempre...

Y sin embargo...

—Shh...tranquilo mi amor...

Las cosas se habían ido de control, la mesa se había convertido en una ubicación incómoda pero exacta para darse la oportunidad de conocer cada parte oculta hasta este día de su esposo.

Minseok por primera vez domina paseando sus dedos por las zonas que él se imagina son las correctas, pasea sus labios sobre los blancos fuertes y blancos muslos de su amado, deja marcas como él las hace y sonríe orgulloso al verlas cambiar de color.

Jongdae es un mar de quejidos, lleno de vergüenza por estar expuesto, y sin embargo, está tan malditamente caliente que su interior palpita queriendo más de esos dedos que le perforan y acarician la zona exacta para hacerlo gritar y lloriquear.

Quiere más, necesita más...

—Minnie...p-por favor...

El nombrado no es capaz de describir cómo es que esa súplica le fascina, pero su pene goteando, hinchándose más al acomodarse, lo explica mejor que él...

Está tan caliente, el camino abriéndose contra su glande lo abruma, es tan estrecho y suave que la combinación casi le obligan a perder el control.

—Mi amor... Hazlo...


—Te amo...

Se inclina sosteniendo las caderas de su esposo, alza sus muslos contra sus brazos y lentamente ingresa, el interior que le abraza es asfixiante, una nueva experiencia que jamás olvidará porque los jadeos se vuelven gemidos obscenos contra sus labios robándole el aliento, implorando más, más fuerza, más rapidez, más besos, más caricias.

Jongdae ruega por más de él, y Minseok no es quien para no complacer.

Esa noche pierden la cuenta de las veces en las que jugaron, ganando o perdiendo, lo único que importa es que deben comprar una nueva mesa.







•••
Algunos no les gustará, a mí me llenó de emoción un Jongdae sumiso.

Entre dinosaurios y doctores | ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora