CIV

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Minseok peina sus pequeñas hebras con cuidado, suspira y deja un pequeño besito sobre la naricita que se respinga, la enfermera se encarga de llevarlos a dormir, a tomar su primer sueño en este mundo, y Minseok daría su vida porque todos sus sueños sean como el primero, libre de miedos y pesadillas. 


— Minnie...


Le palpita el corazón con tanta fuerza cuando un pequeño ruido suena en la habitación cuando la puerta se cierra tras su esposo. 


—Hola...


Minseok puede sentir como las mejillas le arden, se siente tan malditamente cansado, ojeroso, y feo, que no quisiera que Jongdae siga caminando hasta él con esa sonrisa, con esa mirada como si fuese la persona más hermosa que pudiera haber en el mundo. 


—Te ves precioso.


Minseok rodaría los ojos, porque esa palabra es la que menos le queda en estos momentos, pero la expresión sincera de su esposo, lo doblega. Lo hace sonreír.



—No mientas.



—¿Por qué habría de mentirte?, ¡tú eres lo más hermoso que existe! —Esta vez rueda los ojos cuando su esposo toma su mano y se sienta en la camilla. Minseok suspira y Jongdae sonríe acercándose a besar su mejillas.


—De verdad, te juro por Dios que ante mis ojos, eres lo más precioso. 


—Amor, acabo de tener a nuestros hijos, perdí sangre, mi cuerpo se desgasto por las contracciones, tengo una herida en mi vientre...


—Y justo por eso eres lo más hermoso que hay en este mundo.


Dae toma las mejillas de Minseok, si bien se le nota el cansancio, la suavidad de su piel no se ha ido, ni la calidez de su cuerpo ha disminuido. En momentos como esos, Jongdae se pregunta si su esposo comprende lo que hace a su corazón. 


— No tienes idea Minnie, de cuánto te ama este pobre corazón.


Son esos momentos en los que Minseok se queda sin palabras y los ojos dejan salir pequeñas gotitas de alegría contenida.


—Tanto, como lo hace el corazón que tengo.


Dae esboza una sonrisa sobre los labios de su esposo antes de dar un suave beso en ellos. Se siente bien, siente esa sensación que infla su pecho de una paz inexplicable; como si acabara de hacer algo muy bueno, de haber ganado algo después de haber trabajado demasiado.


—¿Los viste?


—A ambos...son tan pequeños, son tan suavecitos, tan frágiles...son nuestros, tuyos y míos, son como una bonita obra de arte creada por nuestras manos...Estoy enamorado.


— Suenas enamorado.


—Lo estoy. Es tu culpa.


—¿Mi culpa?


Jongdae asiente acomodándose para abrazar el delicado cuerpo de su esposo que poco a poco cede al sueño.


—Cada día, desde que te conocí, no has hecho más que respirar para enamorarme, y créeme que soy el hombre más dichoso de ello.


— Yo te amo, mi tonto dinosaurio.


— Te amo, mi vida...los amo. 








Entre dinosaurios y doctores | ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora