Kim Taehyung es un omega que vive una vida tranquila, tiene un trabajo estable y personas a las que llamar familia, sin embargo los demonios del pasado son demasiados y pronto volverán, incluyendo a aquél que le hizo más daño, su pareja destinada.
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—Al menos podrías fingir estar contento, tenemos una imagen que mantener, ¿Sabes? —Miyeon le fulminó con la mirada, mientras él esbozaba una sonrisa sin gracia y posaba los codos sobre la mesa, en una forma de obstinarla—. Deja de hacer eso.
—¿Hacer qué? Solo estoy feliz por ver a mi prometida...—Miyeon rodó los ojos y tomó una respiración profunda, Seokjin solo quería exasperarla, lo sabía, pero simplemente había días que casi lo lograba y le hacía querer tirar la toalla, como el día de hoy. ¿Tanto le costaba fingir unas cuantas horas de un solo día de la semana? Parecía que sí—. ¿Realmente necesitas el dinero, Miyeon? ¿Estás tan necesitada que estás dispuesta a tirar tu vida por la ventana de esa manera?
Se quedó fría.
Sí, lo estaba haciendo por dinero.
Sí, estaba tan necesitada que estaba dispuesta a tirar su vida por la ventana de esa manera.
—...—Se levantó y tomó su bolso, su mente estaba hundida en un espiral de recuerdos. Había aceptado el trato por una absurda cantidad de dinero, incluso había firmado un contrato. Que consistía en casarse por unos años, tener un cachorro, que despertaría como alfa preferiblemente y luego desaparecer, sin llevarse a la criatura ni nada—. Me voy, no tengo ganas de lidiar contigo el día de hoy. Hablaremos después.
Había hecho un trato con el diablo, pero no se sentía culpable por eso.
Bajó las escaleras del local con la mirada baja, ¿Además importaría algo que ahora estuviera pensándolo mejor? Si era honesta consigo misma, de no haber aceptado ese trato, él no estaría...
Se detuvo, levantando la mirada para fijarla en la nada.
Tomó una respiración profunda, antes de comenzar a andar una vez más. Caminó hasta su auto, abriéndolo y adentrándose en su interior con un destino en mente, se sabía el camino de memoria, podía manejar hasta aquél hospital incluso con los ojos cerrados. Sus labios picaron y aunque sabía que tenía el impulso de sacar aquella caja de la guantera, no lo hizo.
A él nunca le había gustado que hiciera eso, siempre escondía las cajas y los cambiaba por falsos. Recordó su sonrisa cuando encontró que todos los cigarrillos que estaban dentro de esa caja de Marlboro eran en realidad de chocolate, se había reído por tres días seguidos y ella no podía culparlo.
Soltó una risita, sus ojos húmedos por las lágrimas que no había querido dejar escapar. Podía recordar sus ojitos brillantes y lo mucho que reía cuando le hacía cada una de esas travesuras, lo felices que eran cuando él aún no despertaba. No había diferencias entre ellos en ese momento, incluso cuando él aún fuera considerado un cachorro y ella sub-alfa, pertenecían al mismo mundo.
¿Ahora? El mundo al que pertenecía cada uno no podía ser más diferente.
Se bajó del auto y subió las escaleras, ese era otro camino que conocía de memoria, podía avanzarlo durante horas y horas, subir y bajar llevando un antifaz que no le permitiera ver nada.
