Kim Taehyung es un omega que vive una vida tranquila, tiene un trabajo estable y personas a las que llamar familia, sin embargo los demonios del pasado son demasiados y pronto volverán, incluyendo a aquél que le hizo más daño, su pareja destinada.
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Taehyung despertó en medio de la tarde, con hambre.
Se había pasado toda la noche en vela viendo películas y jugando videojuegos hasta que su madre le había preparado algo y con el estómago lleno se había quedado rendido fácilmente. Soltó un bostezo y se estiró en su lugar como un gatito, antes de levantarse. Bajó la mirada hasta su crecido vientre y soltó una risita antes de sobarlo.
—Buenos días, bebés—saludó en un tono dulce, antes de entrar al baño. Tomó una ducha y escogió el conjunto más cómodo que encontró, para tomar el peine y desenredar sus mechones negros, que ya estaban muy largos y cada vez se rizaban más—. Cuando nazcan me teñire el cabello de azul eléctrico, extraño ese color.
Tomó un par de calcetines y buscó los zapatos que combinaban con su atuendo de esa oportunidad, pero no los encontró. Bufo para si mismo y se regañó mentalmente por ello, desde había llegado se había vuelto muy desordenado y tenía aquella habitación vuelta un desastre. Ese, como todos los viernes, iría a la cafetería que estaba frente a su complejo a tomarse aquella malteada que el beta que atendía solía guardarle, junto al pastel de fresas.
El beta extranjero había memorizado su orden luego de tantas veces verlo señalar y tratar de explicar lo que quería con una expresión muy cómica.
Además, esa tarde también llamaría a Jimin.
Hacía unas semanas Jimin y Jungkook se habían enfermado por estar peleados, no conocía muy bien los detalles, pero tal parecía que Yoongi había hecho algo para que ellos se reconciliaran definitivamente y según las palabras de Jimin, los tres iban muy bien ahora con su unión libre.
La semana pasada Jimin le había contado que había hablado con Jeonggukkie sobre su relación con los dos alfas y el pequeño se lo había tomado muy bien, también había estado trabajando en un regalo para los dos, que debía entregarles hoy. Jimin tampoco sabía nada, así que estaba curioso. Soltó una risita para si mismo, mientras bajaba paso a paso la escalera. Solo le faltaba una semana para cumplir los cuatro meses de embarazo y estaba tan hinchado como un balón de fútbol.
Repentinamente, la alarma sonó, haciéndolo perder el equilibrio y trastabillar. Soltó un grito ahogado y se aferró al barandal, cayendo sentado sobre uno de los escalones. Soltó un suspiro al notar que la caída realmente no le había dolido. Se llevó una mano al pecho, sintiendo su corazón latir desbocado por haberse asustado.
O al menos así fue hasta que trató de levantarse y un fuerte dolor recorrió su pie derecho, soltó un quejido y estiro una mano para alcanzar su teléfono, suspirando cuando lo logró. Llamó a su madre escandalizado, ¿Que si por su caída le ocurría algo a los bebés? ¿Y como haría si no podía levantarse de ahí? Como si fuese una señal, sintió una leve patada.
—Papi está siendo exagerado, ¿Verdad?—hipo, sintiéndose ansioso. Desde hacía un tiempo, hacerlo llorar era más fácil que pelar una mandarina. Su madre no tardó demasiado, su agente, aquel que parecía odiarlo lo cargó hasta el auto y pronto estuvieron de camino al hospital.
