12.

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Luego de la ceremonia de ofrendas a los Dioses, las buenas noticias rondaban las calles del Imperio de la lluvia. El futuro Rey se encontraba completamente recuperado, y por otra parte, llegó un anunciado a todos los imperios por parte de la reina Krista diciendo que todos los demonios fueron capturados. Los Dioses habían oído sus plegarias y la paz reinaba nuevamente en el mundo. Ahora bien, otro anunciando en particular llamó la atención del Rey Arthur. La Reina Krista invitaba cordialmente a una cena especial a la familia Jauregui como parte de las disculpas por los daños causados. Como recompensa, el Imperio del Hielo aumentará la cantidad de hielo para su beneficio.

Arthur no pudo evitar pensar en el suceso del Imperio del Sol con los hijos del Rey Alejandro... Si accedía a ir ¿qué sucedería está vez? Él no quería poner en peligro a sus hijos a pesar de que no había maldad alguna en la Reina Krista y por su puesto, en el Rey Sebastián; su fiel amigo al que no veía en mucho tiempo...

Suspiró audiblemente y ordenó el envío de la carta de aceptación. Ese mismo día asistirán a la cena.

—No pienso ir con ustedes.

—Christopher.

El Rey masajeaba el puente de su nariz buscando un poco de paciencia.

—Por culpa de ella es que casi morimos. No sólo nosotros tus hijos, sino parte del pueblo y trabajadores.

—Precisamente es la cena. La Reina quiere disculparse personalmente.

Lauren estaba sentada cerca de ambos hombres observando la discusión. Estaba claro que ninguno de los dos iba a ceder ante la petición del otro.

—Padre, no puedes obligar a Chris. Él puede quedarse a cargo con Diana algunas horas. Míralo como experiencia para su gobierno. Tu y yo podemos ir y si la Reina Krista pregunta por ellos, le haces saber que todos aceptamos sus disculpas.

—Me parece una buena idea.- apoyó Diana.

Padre e hijo se miraron recelosamente, pero al final estrecharon sus manos en una especie de trato hablado.

—Cuida de mi Imperio.

—De todas formas, en poco tiempo dejará de ser tuyo.- sonrió Chris.

Y así, el Rey Arthur junto a su hija partieron hacia el Imperio del Hielo.

Ambos decidieron viajar en barco debido a las fuertes tormentas que se acercaban por el lado oeste.

Normalmente, cruzar el océano tomaría una semana entera, pero gracias a la tecnología moderna, el motor del barco era casi tan veloz como un torpedo, por eso sólo les tomó casi tres horas en llegar al muelle donde algunos guardias del castillo esperaban su llegada.

Al poner el primer pie en el muelle, el viento helado le atravesó los huesos. Lauren nunca había sentido tanto frío. Su padre se rió de su reacción alegando que la suya fue parecida y que por más ropa abrigada que usaran, el frío no sé iría.

—Sale humo de mi boca.

Un brillo se instaló en los ojos de Lauren al presenciar lo blanco de la nieve. Todo era tan hermoso y diferente a su hogar. Los árboles no tenían hojas, el cielo permanecía de un azul celeste, y las personas alrededor caminaban elegantemente sin preocupaciones.

—Señorita.- un hombre llamó su atención. Él era igual a su amigo Luke, sólo que éste portaba una armadura, dando a entender que trabajaba para la Reina Krista. Lauren se perdió unos segundos en el azul de sus ojos antes de darse cuenta de la mano extendida por el hombre —Su trineo está listo. La Reina Krista los espera.

La joven pelinegra nunca había subido a un trineo y pensó que fue la cosa más divertida del mundo. Se sentía como una niña de siete años.

A lo lejos, se veía la monstruosa estructura del castillo. Era completamente de cristal, con altas torres delgadas y techos en puntas filosas, dándole un aire elegante, muy diferente al estilo medieval y húmedo de su propio castillo.

Ella y su padre tuvieron que esperar en el recibidor unos segundos. Lauren seguía un poco impactada por el orden y limpieza del castillo. Todo se veía tan pulcro y sumamente delicado que tenía miedo de romper algo de valor y ser llevaba a las mazmorras para su castigo

—Arthur.

La voz de la Reina retumbó las paredes. A diferencia de su físico, su voz denotaba fuerza y poder.

Lauren se intimidó.

Su padre se inclinó un poco para después ir hacia su encuentro donde ambos adultos se dieron dos besos en cada mejilla.

—Un placer verte de nuevo, Krista. Tan bella como siempre. Mira aquí, ella es mi hija, Lauren.- su padre la acercó lentamente ante la mujer que sonrió con gracia, dejando ver una hilera de dientes perfectos.

Lauren estaba un poco confundida con respecto a la apariencia de la Reina. Recordaba el aspecto de los guardias y el resto de los transeúntes. Era diferente. La Reina Krista tenía el cabello corto y esponjoso como una nube blanca y su piel no era tan pálida como los demás. Ella extendió su mano, la cual estaba adornada con un par de anillos.

—Un placer conocerte, Lauren Jauregui.

Lauren sonrió cortésmente y apretó su fría mano. Se sentía un poco intimidada.

—El comedor ya está listo, mi señora.

La Reina giró ante las palabras del joven sirviente y los guió hasta el gran comedor. Un salón de techo alto donde colgaba un candelabro de cristal. La mesa era larga, como para sentarse unas 40 personas, pero sólo estaban ellos tres ahí.

—Lamento la ausencia de mi hijo, pero quiero que sepas, que tanto él como Lauren, no guardan rencor hacia tu Imperio.- habló su padre. La Reina la miró de reojo.

—Hablando de ausencias, también me disculpo por mi esposo. Sebastián ha estado muy enfermo estos últimos días. No estaba dispuesto para una cena.

Su padre hizo una mueca de tristeza. Durante el viaje, él le venía contando la gran persona que era el Rey.

Enfrascados en una conversación de negocios, Lauren guardó silencio mientras los Reyes hablaban y la comida estuviera servida.

Observó todo el salón de nuevo y el movimiento de sombras que había detrás de la puerta de lo que suponía era la cocina. Luego de unos minutos, de la puerta del fondo salió un grupo de personas sosteniendo bandejas y cacerolas de comida ¿por qué había tanta comida para tan pocas personas? Un movimiento repetido diagonal a ella llamó su atención. Una joven se había sentado al lado de la reina, justo al frente de su padre. Parecía de baja estatura y de su edad, o incluso un poco más joven. Su cabello rubio estaba trenzado de forma que parecía una corona, luego la parte de atrás caía en finos mechones ondulados. Lo más llamativo de su rostro eran aquellos gruesos labios rosa pálido y sus profundos ojos azules.

—Amigo Arthur, Lauren; ella es Sabrina, mi asistente. Espero no les moleste que cene con nosotros.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora