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Camila sintió un pitido lejano en la base de sus tímpanos y una especie de bajón en su estómago tras escuchar las palabras de la ojiverde que se hicieron eco en las paredes de su cerebro ¿acaso había oído bien?

–¿Qué?

Vio a Lauren levantarse de la arena. El poco viento que circulaba en el azul cielo le hizo barrer la negrura de cabello hasta su rostro, creando una leve barrera que impedía admirar el esmeralda de sus ojos, luego tomó sus manos con suavidad entre las suyas para después depositar un delicado beso en el dorso de estas. Fue un acto simple, pero Camila sintió todo lo que quiso transmitir con el adorable gesto.

—Yo... yo nunca pedí enamorarme, mucho menos de ti, pero esto que siento no depende de mi. Me has dado infinitas razones para odiarte y aún así, con tan solo un gesto de tu cuerpo, de tu rostro, haces que olvide todo lo malo y me enfoque en la luz que irradias. Eres mi luz, Camz. Mi fuerza. Y yo realmente no quiero perder la oportunidad de seguir descubriendo cada parte de ti.

—Lauren...

—Sé que existen las reglas... pero al diablo con ellas. En este mundo no podemos estar juntas, así que tu y yo podríamos crear uno nuevo.- dijo con la ilusión brillando en sus pupilas —Después de vencer a Andrew podemos irnos las dos a un lugar estable que ambas podamos soportar.

—Lauren yo no sé qué decir...- aún se encontraba anonadada, pero Lauren sonrió con calma.

—No tienes que decir nada por ahora. Solo ten presente mi propuesta ¿lo harás?

Camila asintió con la alegría y el miedo reflejado en sus ojos. ¿Quién diría que ella terminaría locamente enamorada de la hija del Arthur Jauregui, ex Rey del Imperio de la Lluvia? Es decir, Lauren por naturaleza era su enemiga, su Némesis, prácticamente eran polos opuestos. Más ahora con sus nuevos poderes, Lauren era el frío y ella el calor; Lauren era lo mojado y ella lo seco, Lauren era la noche y ella el día... ¿podrían dos seres tan diferentes amarse sin límites? Camila ciertamente lo dudaba, pero poco le importó luego de haber escuchado los planes a futuro de la ojiverde.

No pudo hacer otra cosa que abrazarse al cuerpo de la pelinegra, ignorando el sudor que corría por su piel. Era un poco extraño, pero le agradaba el hecho de que por fin su ojiverde estuviese sintiéndose inferior en su territorio. Quizás era un pensamiento narcisista, pero ya era un aspecto nacido en la personalidad de la morena y, aunque no estaba del todo bien, en algún momento tenía que mejorar sus actitudes.

Ahora bien, luego de separarse, continuaron caminando dejando la playa atrás y adentrándose en el árido desierto viendo como poco a poco eran rodeadas por montañas de arena que desprendían una inmensa cantidad de polvillo que llegaba a entorpecer su visión debido a que la arena entraba en sus ojos.

En un momento determinado la menor se detuvo indecisa de avanzar. Camila volteó a ver a la ojiverde con cierto temor, así que Lauren observó el panorama, dándose cuenta de que había más de lo mismo; arena. Comprendió la inseguridad de Camila tras ver las dudas en sus iris oscuros.

—No sabes donde estamos, ¿verdad?

La menor se tomó el cabello en un gesto desesperado a punto de echarse a llorar.

—Pensé que sería fácil para mi no caer en el desierto. Perdóname, Lauren. No sé dónde estamos ni en qué dirección ir.

Lauren suspiró para encontrar un poco de calma intentando pensar alguna buena idea.

—Podemos subir una montaña y ver hacia donde ir. Quizás ver una civilización.

—Mi padre tenía un trabajo de construcción cerca de aquí, en las dunas. Si logramos ver a los trabajadores, podemos ir en busca de algo que nos lleve al castillo. Ahí está Andrew.

—¿No crees que seria peligroso? Es decir, Andrew ya debe saber que estamos tras él, por lo tanto sus hombres nos estarán buscando también.

—Pero es la única manera de poder ubicarme. Desde las dunas conozco un camino para llegar más rápido al castillo sin ser vistas. Harry y yo habíamos estudiado el terreno antes; confía en mi.

Ambas se tomaron de la mano y andaron al pie de la enorme montaña de arena. Camila subió con facilidad, pero la ojiverde tuvo problemas pues la arena estaba muy suelta para mantenerse estable, por tanto, a mitad de camino se terminaba deslizando hasta el suelo. Camila ya estaba perdiendo la paciencia al tercer intento fallido de la ojiverde en llegar a la cima, así que decidió tratar de ayudar y, aunque en varias ocasiones ella también terminó deslizándose por la arena, ambas lograron subir con éxito. La respiración de Lauren se volvió acelerada por el esfuerzo y el caliente de la arena le causó algunas quemaduras en las palmas y piernas. Realmente la estaba pasando mal, pero tenía que ser fuerte tanto por Camila como por ella misma.

Subieron otra montaña para anhelar un poco de suerte y ya en la cima, Camila intentó ver más allá del horizonte, cruzando el espejismo creado en la arena y, por obra de los dioses, sus ojos divisaron el comienzo de unas palmeras y la maquinaria característica de su padre trabajando arduamente bajo el sol ardiente.

—¡Mira ahí!- señaló con entusiasmo.

—¿Dónde? Solo veo arena.- dijo Lauren luego de hacer un mayor esfuerzo para ver la dirección hacia donde apuntaba la menor.

Mientras Camila lo veía cerca, Lauren se dio cuenta de que estaba demasiado lejos. No era la primera vez que la menor podía ver a distancias extremas para el ojo humano, y Lauren lo sabía, pero desconocía su procedencia pues Camila parecía no darse cuenta de su propio don.

La joven castaña tomó de la mano a la ojiverde y juntas empezaron a bajar la montaña deslizándose poco a poco en la arena, no querían darse prisa pues con el peso de sus cuerpos podrían aumentar la velocidad y caer de una forma no muy bonita, sin embargo, para el infortunio de la pelinegra, en un instante su mano soltó la de Camila, empezando a deslizarse a una velocidad aumentanda hacia un extraño remolino entre la arena.

En los años que había vivido en aquellas tierras, era la primera vez que Camila veía aquel fenómeno; una especie de hueco que absorbía la arena suelta... y para su desespero, Lauren estaba a punto de caer ahí.

Montones y montones de arena empezaron a caer sobre ellas. Camila, dándose cuenta de que la montaña se estaba desmoronando, intentó aproximarse a la ojiverde, pero fue demasiado tarde pues Lauren ya había caído en el extraño remolino subterráneo mientras ella misma quedaba enterrada en la arena.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora