El Espacio Entre Nosotras (Camren)

65.

La cabeza de la morena emergió de entre el montón de granos de arena. Camila respiraba con algo de dificultad por haber quedado bajo la arena durante un tiempo, pero luego de haber salido completamente, sus ojos escanearon el lugar ¿dónde estaba Lauren? Lo último que recordó fue haber visto a la mayor caer en ese remolino. Así que trató de calmar a su angustiado corazón y empezó a cavar arduamente. Las lágrimas ya estaban empezando a empañar su visión pues el desespero de no encontrar a la ojiverde la estaba matando lentamente. Sus manos ardían y, por primera vez, sintió como el Dios Sol se burlaba de ella con cada segundo desperdiciado. Estaba bastante claro... Lauren había desaparecido.

—No, no, no.- empezó a murmurar para si misma dando golpes en la arena. Camila movía y removia la arena, pero lo único que se encontraba debajo era más y más arena —¡Maldición!

Su cuerpo empezó a temblar, llevándose las manos al pecho. Dolía mucho. Sus lágrimas más saladas que nunca.

—¡LAUREN!- el mayor grito de esperanza secó sus pulmones ¿qué demonios había ocurrido con su ojiverde? ¿Cómo demonios se la pudo haber comido la arena? —¡Lauren!

Los pensamientos de la morena corrían a toda prisa en su mente ¿y si Lauren había muerto? No. Se rehusaba a confirmarlo. No habían llegado tan lejos como para terminar de una manera tan absurda; así que, con enojo limpió el rastro de lágrimas de su rostro y cavó, cavó por todo el lugar hasta que sus brazos no pudieron más y, para su mala suerte, no pudo ver que un desconocido castaño se acercaba lentamente a su paradero.

Noah miraba incrédulo a la princesa mientras ésta aún pasaba desapercibida su presencia. El mayor sonrió levemente tras su memorable hallazgo pues, sin duda, a Andrew le iba a gustar.

***

A Lauren la despertó la sensación de sus talones siendo arrastrados por el suelo. Su barbilla tocaba su pecho cuando ella abrió los ojos lentamente volviendo a la consciencia, dándose cuenta de que dos criaturas humanoides la sostenían por debajo de los hombros. La posición en la que se encontraba se le hacía difícil ver detenidamente mejor a las criaturas. Antes de que Lauren pudiese idear un plan de ataque y defensa, su cuerpo salió volando cayendo en el centro de una multitud de seres iguales pero desconocidos para ella.

Hizo un gesto de dolor cuando su espalda tronó, pero aquella punzada le hizo espabilarse. Sus ojos rápidamente se acostumbraron a la poca ausencia de luz a su alrededor; poco a poco fue consciente de que una gran cantidad de pares de ojos la miraban con curiosidad. Ahí entendió que realmente no eran criaturas del todo. Aquellos misteriosos y extraños seres se asemejaban físicamente a ella, solo que sus cuerpos estaban más desarrollados pues sus musculosos brazos y piernas estaban expuestos. Al parecer desconocían la ropa porque todos, incluyendo a las mujeres estaban casi desnudos, solo se cubrían la parte baja de su intimidad. Sin embargo, lo más sorprendente para la ojiverde no era la escasez de ropa o la falta de cabello sobre la cabeza en los hombres, no, a Lauren le sorprendió fue la piel de estos seres.

Uno de ellos, al parecer el jefe se acercó por detrás. Su instinto felino se activó e inmediatamente ordenó a su cuerpo a cambiar. Los susurros que parecían ser en otro idioma sacudieron las orejas peludas de Lauren. El hombre desconocido dobló sus rodillas bajando la cabeza lentamente, dando a entender  que no quería lastimarla, sin embargo, Lauren solo podía observar la afilada daga que sobresalía de un pequeño bolsillo en su cintura. Ahora bien, tampoco quería atacarlo, pero no le quedó de otra que mostrar sus dientes igualmente afilados.

—¡Eh!- exclamó alguien por encima de la multitud.

El rugido hizo eco en la cueva. La sombra de joven mantenía otra daga en sus manos pues el primer lanzamiento había dado a la perfección en un costado del peligroso animal. Todos miraron asustados como Lauren se volvía a transformar en humana, estando tirada en el suelo con el objeto punzante clavado a la altura de sus costillas.