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Flores por aquí, guirnaldas por allá, y un montón de empleados corriendo en diferentes direcciones. Así era el movimiento dentro del castillo del Imperio de la lluvia luego del privado casamiento de los ahora esposos, Christopher y Diana Jauregui. La alegría y el entusiasmo estaba presente en al menos unas 100 personas que portando elegantes trajes, esperaban con ansias a los futuros Reyes dentro del salón de fiesta mientras bebían de sus copas una agradable variedad de licores para todos los gustos.

El trono del Rey fue acompañado de un segundo puesto, ya que después de tantos años, ahora serían dos gobernantes. Estaban adornados de vivos colores azul oscuro y dorado; listos para estrenarse.

Arthur sonreía orgulloso de su hijo, viendo a todos los presentes con nostalgia al saber que en unos minutos ya no sería gobernante del Imperio de la lluvia. A lo lejos, observó a Lauren charlando alegremente con uno de los invitados. Se veía tan hermosa con su vestido celeste... como su madre, pensó para después preguntarse cómo hubieran sido las cosas si ella hubiese sido la reina en lugar de Chris... Y hablando de Chris, él y Diana se encontraban detrás de una tela dorada que los ocultaba del bullicio. Ambos estaban listos para la coronación.

—Te ves tan guapo.- halagó Diana viendo a su ahora esposo con ojos brillosos. Chris sonrió por el cumplido.

—Tu pareces toda una reina.

Ambos se tomaron de la mano haciendo relucir sus alianzas doradas. La tela que los cubría se corrió, formándose un silencio en el otro lado. Los habitantes del Imperio de la lluvia sonreían con orgullo y felicidad al ver la ceremonia. Algunos se despedían del Rey Arthur con una leve reverencia. Éste lo agradeció inmensamente y con unas emotivas palabras, quitó su corona para ponerla sobre la cabeza de su primogénito, haciendo así oficialmente a Christopher Jauregui el nuevo Rey del Imperio de la lluvia.

Para Diana, se había mandado a hacer una corona más pequeña, pero igualmente elegante. Su creación tardó aproximadamente unos tres meses para alcanzar la perfección. La mujer sonrió a Arthur cuando esté les dió la bendición.

Era un buen presagio de los Dioses al ver que todo había salido de maravilla.

Una ola de aplausos se escuchó dentro del castillo. Todos estaban felices por vivir un momento tan importante y emotivo. La música sonaba alto; algunas gotas de champagne chispeaban a los invitados, mojando sus ropas y mezclándose con el sudor, pero eso era lo que menos les importaba. La felicidad estaba presente entre cada grito y cada sonrisa de los lugareños. 

Un poco abrumada por el ruido, Lauren se alejó unos pasos de la multitud, tratando de escabullirse para alcanzar a su hermano y felicitarlo. Ambos se fundieron en un abrazo familiar donde se expresaron mutuamente la admiración que se tenían. Su padre los observó a unos pasos de ellos y sonrió, diciéndose que a pesar de haberlos criado en la soledad, había hecho un buen trabajo.

Horas después, las personas abandonaron el castillo uno a uno. Algunos cansados de tanto bailar y otros un poco desorientados por las copas demás. La noche se acercaba y la familia Jauregui necesitaba un descanso de tanta fiesta.

Las cosas dentro del castillo no cambiaron mucho a decir verdad. Arthur ahora dormitaba en una habitación algo alejada de los pasillos principales. Un lugar lejos del estrés y en donde pudiera estar un poco más tranquilo. Por otra parte, Lauren seguía teniendo su propia habitación. No muy grande, pues ella lo decidió así desde un principio.

Al parecer, nadie había notado que extrañamente había oscurecido más temprano que los otros días. Es por eso que ya todas las puertas del castillo estaban cerradas y todos los integrantes de la familia y el personal doméstico se encontraban dentro de sus dormitorios, dispuestos a descansar.

Todos a excepción de cierta ojiverde.

Lauren, quien se hallaba tumbada en su cama viendo el techo, no podía dormir. Por más que daba vueltas y vueltas entre las suaves telas de sus sábanas, no lograba apartar la inquietud en su corazón que la mantenía despierta. Ahí estaba otra vez esa sensación de sentirse atrapada, pero en esta ocasión no quería levantarse. Esta vez sólo quería dormir pues su cuerpo estaba cansado, pero al parecer su mente seguía activa.

La molesta luz parpadeante de su lámpara de noche le hizo tocar el frío suelo con sus pies descalzos al levantarse y volver a encender el aparato. Suponía que tenía una falla, pero ésta nunca volvió a encender.

—Por un demonio, lo que faltaba.- exclamó cuando se vio sumergida en la oscuridad absoluta de la habitación —¿Pero qué..?

No entendía el porqué de tanta oscuridad. La luz de los postes de afuera siempre daban un poco de iluminación en su dormitorio ¿será que hubo una falla eléctrica? Eso era una teoría imposible sabiendo que ellos mismos eran creadores de la energía eléctrica. Así que con mucha curiosidad, en vez de salir a ver qué estaba pasando, creó una bola pequeña de energía eléctrica en su mano derecha y poco a poco se acercó a la única ventana de su habitación, la cual estaba cerrada. Mientras más se acercaba, más se podía ver a sí misma en el vidrio debido al reflejo de la luz en su mano.

—¿Qué mier..?

No terminó de formular su pregunta cuando sorpresivamente el vidrio de la ventana explotó, seguido de un empujón y un dolor en su cuello que le impedía el paso de oxígeno a sus pulmones.

—Hola, preciosa.

Escuchó que alguien hablaba. Cayó en cuenta que se encontraba acorralada por alguien contra la pared. Un dolor en su brazo le hizo suponer que tal vez tenía un corte.

—Ni trates de defenderte, linda. Tus poderes han sido bloqueados.- dijo otra voz, esta vez femenina —Dulces sueños querida Lauren.

Lauren no se iba a rendir tan fácil. No le importaba que no pudiese usar sus poderes, pero antes de comprobar la veracidad de las palabras de una de sus agresores, cayó en un estado de inconsciencia.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora