17.

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Habían pasado unos meses y por el mundo se corrían dos grandes noticias importantes. Luego de alcanzar todos sus límites y dar lo mejor de sí misma, la Reina Selene entregó su cargo a su hermana menor, Elena, quien era la última de las hermanas e hijas directas de la Diosa Luna, para poder disfrutar de un merecido descanso eterno. Mientras que por otra parte, faltaban pocas horas para la coronación del nuevo Rey del Imperio de la lluvia.

Christopher Jauregui estaba más que nervioso, ansioso y entusiasmado. Estaba listo para liderar de la mejor manera lo que era su Imperio. Su hogar.

—¿Nervioso?- preguntó Diana. Esa sería su última noche como novios pues al amanecer ambos jóvenes serían marido y mujer ante la ley, y seguidamente, procederá la coronación.

Una ceremonia esperada por todos los habitantes del Imperio de la lluvia. Confiaban plenamente en el hijo del Rey Arthur para suplantar a su actual líder. Durante muchos años, Arthur Jauregui hizo un buen mandato. Dando derechos y libertades, pero al mismo tiempo, justicia y equidad. Todos tenían fe de que Chris llevaría al Imperio de la lluvia por el buen camino tal como lo hizo su padre.

—Algo. Todos tienen su confianza puesta en mi... Tengo miedo de que logre decepcionarlos después.- respondió Chris algo inquieto. Los dos estaban listos para dormir.

—Mi amor, sé que harás un excelente trabajo. Todo el esfuerzo que hiciste en estos años de entrenamiento darán sus frutos. Confía en ti y en tu padre.

—Lo haré.- respondió con una sonrisa —Además, sé lo mucho que le costó a mi padre gobernar todo este Imperio sólo, en cambio yo te tengo a ti.

—Así es, cielo. Estamos juntos en esto.

—Juntos.

Ambos jóvenes compartieron un abrazo de enamorados, obligando a sus mentes y cuerpos a descansar porque mañana sería un gran día.

Un día diferente.

***

Pequeñas gotas sudor corrían por su frente a causa del nerviosismo en su cuerpo. No quería admitirlo, pero tenía miedo. Después de leer aquella carta donde se le convocaba a una "charla amistosa", pudo suponer el porqué se encontraba en ese oscuro lugar, y por mas que quisiera que todo fuese un mal sueño, la realidad lo golpeó cuando cayó en cuenta de que estaba sentado en una silla, esperando lo que sería su dosis de karma. No estaba arrepentido de sus actos, en absoluto; no obstante, jamás pensó que la verdad se descubriría tan pronto.

La luz de la Luna más las pocas velas, iluminaban lo suficiente en aquella habitación oscura y calurosa dentro del castillo del Imperio de la Noche. Alrededor de al menos una docena de guardias en estado de alerta se aseguraban de que el Rey Arthur no intentara algún truco barato para poder escapar.

Estuvo esperando cerca de unos veinte minutos cuando la sombra de una mujer hizo presencia en la habitación. 

—Me alegra que hayas decidido venir, mi querido Arthur ¿te ofrezco un café? ¿agua quizás?

La nueva Reina del Imperio de la noche, Elena, portaba un vestido negro de capas finas que podían fácilmente ser camufladas en la penumbra. Su sonrisa victoriosa ponía más incómodo al hombre de barba larga además de sentirse inferior por el hecho de estar sentado.

—¿Por qué mejor no vamos al grano y me dices la razón por la que estoy aquí?- dijo levantándose bruscamente, haciendo que los guardias a su alrededor lo tomaran de los hombros.

—Vamos a calmarnos todos.- respondió Elena haciendo un ademán con la mano para después posar sus ojos oscuros en el rostro del Rey del Imperio de la lluvia —¿La razón por la que estás aquí? ¿tan rápido se te olvidó que tienes algo que me pertenece?

—No sé de qué hablas.

No quería admitirlo. No iba a admitirlo. Elena rió con ironía. Caminando lentamente por la habitación.

—No me des por tonta, hombre. Sé muy bien lo que has estado escondiendo por años, pero ahora mismo se acabó tu teatro ¿creciste que no me iba a dar cuenta? Yo no soy como lo fueron mis hermanas. Yo siempre tengo el control de todo lo que pasa dentro de este territorio, y ahora que tengo el poder, haré justicia. Voy a recuperar lo que me pertenece.

—No hay ninguna prueba de lo que dices, Elena.- el Rey trataba de mantener la calma ante las acusaciones de la mujer. Él tenía razón. Si ella no tenía evidencia, podía seguir negando todo.

Lastimosamente, había subestimado demasiado rápido a su amiga. No recordaba que fuese tan meticulosa.

De entre sus ropas, Elena sacó un papel arrugado, desplegandolo sobre la mesa. Era la fotografía de una mujer blanca, de mejillas regordetas, cabello corto y mirada perdida. Muy hermosa.

—Mírame a los ojos y ten el valor de decir que no conoces a Lúa Haysel, habitante del Imperio de la Noche.- Arthur desvió la mirada de la foto. El sentimiento de culpa se comía poco a poco su corazón —Ustedes no vieron los límites de lo prohibido al jugar a las casitas como tontos adolescentes. No sólo rompiste una de las reglas más importantes del nuevo mundo al relacionarte con uno de los míos, sino que mezclaron su sangre y dejaron vivir al producto de su aberración haciéndole pasar como un descendiente cien por ciento puro de tu imperio ¿Qué clase de gobernante eres?

—Yo... Yo estaba enamorado ¡no podía hacerle eso a una criatura inocente!

—¿Enamorado? ¡já! no me hagas reir. Tu, sedujiste a una mujer prohibida. ¡Una mujer de mi imperio! la envolviste con tus encantos, tal como lo has hecho con miles de mujeres para después abandonarlas ¿es que acaso ya te habías follado a todas las de tu clase? Me das asco, Arthur Jauregui.

La mujer negó con la cabeza. Era consciente de que el Imperio de la lluvia era considerado el lugar más feliz para vivir. Había visto infinidades de veces como su amigo se daba golpes de pecho al decir ser fiel seguidor de la honestidad, justicia y respeto.

Ella sabía que una persona no puede ser así de perfecta. Así que durante años empezó a investigar sobre la vida de su amigo, descubriendo lo que nunca se imaginó posible.

—Eramos jovenes enamorados. Eso pasó hace mucho tiempo, Elena.

—Tu y Lúa tuvieron la opción de hacer la cosas bien, pero no lo hicieron, y ahora, van a pagar. 

De nuevo, Elena sacó otro papel de entre su ropa. Esta vez uno más presentable, seguidamente, sacó una pluma de tinta negra y se la extendió al hombre de ojos grises.

—Vas a devolver lo que me pertenece.

Arthur tragó grueso al ver la firmeza en los ojos de Elena. Ella sabía donde estaba y la quiere de vuelta. Pero al tomar la hoja y leer con determinación, su estómago se revolvió hasta el punto de querer expulsar la bilis que se formó en su garganta. De pronto la habitación empezó a darle vueltas, el aire se esfumaba poco a poco de sus pulmones. No era cierto. No podía ser cierto.

—Tu estas... tu no puedes....Ella no...- estaba tan sorprendido que se tuvo que agarrar del respaldar de la silla.

—Claro que puedo. Tu vas a firmar ese papel por las buenas, o sino, voy a revelar toda esta información ¿y sabes lo que pasará al respecto? Vas a a morir. Tu y tu família van a morir, incluyendo a ella. Esta vez tu pueblo no te ayudará porque estarán tan decepcionados de tus actos que ellos mismos te mandarán a la hoguera... Piénsalo bien, Arthur. No tienes más opciones; mañana, tu propio hijo te reemplazará en el mandato, así que ¿estás listo para hacer tu última decisión como Rey del Imperio de la lluvia?

Su corazón estaba a punto de detenerse. En estos momentos se sentía entre la espada y la pared, pero Elena tenía razón. No había más opciones aunque las quisiera. Por lo tanto, no le quedó más remedio que aceptar la petición de la Reina Elena.

Con manos temblorosas, Arthur Jauregui estampó su firma sobre aquel trozo de papel, arrepintiéndose al instante en que vio la sonrisa triunfante en el rostro de la mujer de ojos oscuros. Entonces, con el alma hecha pedazos, salió de aquel lugar sintiéndose el peor hombre del mundo y con la esperanza de que algún día, Lauren lo perdonara.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora