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Del suelo se vieron grietas que empezaron a abrirse debido al peso de aquel monstruo en el Imperio del Sol. La energía y el poder que emanaba su cuerpo era tan potente que ni siquiera los propios habitantes del lugar podían soportarlo, parecía que en cualquier momento se quedarían sin oxígeno pues Andrew consumía todo a su alrededor con un solo movimiento de sus extremidades ¿acaso así se veía una Deidad? Algunos se lo preguntaban mientras intentaban huir, pero a pesar de lo grande que era Andrew, aún conservaba su agilidad y destreza, y en eso entraba su increíble velocidad y ojo de halcón ya que en cualquier destello de huida, él simplemente lo aplastaba o destruía. Así se entretuvo un rato mientras Dinah y su equipo hacían todo lo posible para acabar rápido su inesperado plan.

Las manos de la doctora Fedex jamás habían temblado tanto como aquel momento. Ella había estado trabajando en ese prototipo de gafas desde hace mucho antes cuando supo de los acuerdos y tratados con el Imperio vecino. No es que no confiase en aquel entonces Rey Arthur, pero ella era una mujer muy precavida y jamás tuvo algun tipo de respeto por el Rey Alejandro; así que con algunos químicos y materiales creó unas gafas para proteger los ojos de los rayos del sol, sin embargo, la luminosidad de Andrew no se podía comparar con los rayos a larga distancia, por lo tanto tuvo que hacer algunas modificaciones que, aunque creía no serían suficiente, al menos debería darles algo de tiempo para crear otro plan.

La bolsa mágica de Dinah le distribuyó todo material que necesitaba y, aunque tampoco los habitantes del Imperio de la Noche eran de su agrado, debía admitir que ellos era muy listos e ingeniosos al igual que los del Imperio del Hielo. En realidad, Fedex cayó en cuenta de que afuera de su territorio había un sinfín de misterios que desconocía y admiraba. Algo muy diferente a lo que estaba acostumbrada.

—Muy bien, cada uno tome un par. Recuerden no forzar mucho la vista viéndolo directamente. Usen sus otros instintos para atacarlo.

—Vamos a rodearlo y a darle con todo lo que tenemos.- habló Sabrina. No era el mejor plan, pero era lo único que podían hacer por ahora.

Los hechizos de Dinah parecían no tener efecto pues se desvanecian en el aire. Luke y Sabrina hicieron varios ataques combinados pero el hielo se derretía incluso antes de llegar a su objetivo. Los rayos eléctricos de Morgan simplemente rebotaban de vuelta hasta chocar contra el suelo y ni hablar de los chorros de agua que se evaporaban tras salir de sus manos. Ally y Bryson no podían hacer mucho más que atacarlo con flechas, pero nada funcionaba.

—¿Eso es todo lo que tienen?- se rió —¿Realmente creen que pueden detenerme? ¡Mírenme! ¡Mírenme!

De pronto todo a su alrededor empezó a incendiarse más. La mayoría de los soldados y guerreros que siguieron con vida huyeron tratando de esconderse pero simplemente el fuego los alcanzó antes de siquiera mirar hacia atrás.

Sin embargo, cuando las llamas alcanzaron su punto máximo, algo golpeó en el rostro de Andrew, sorprendiendo al enemigo y a los demás. Un pequeño grito de dolor salió de sus labios, quedando un poco aturdido y preguntándose qué le había golpeado. Se sintió caliente, pero no como el fuego que él mismo desprendía, no, aquello era un poco líquido y naranja; humeante.

Dinah fue la única que se percató de lo que podría ocurrir y llegó a confirmar su teoría cuando oyó levemente el sonido de algo acercándose. Algo grande.

—¡Atrás todos, cubranse!- gritó tomando a la Doctora Fedex por la cintura pues era la más vulnerable del grupo.

Andrew notó al pequeño grupo correr, pero antes de tan siquiera levantar el brazo para impedirlo, vio como una ola gigante venía frente a él. Un tsunami que terminó de destruir las paredes del castillo y algunas torres, apagando el desastre que él mismo había causado. Parecía que toda el agua del océano se hubiera salido pues pronto se formó un pozo en el centro del castillo. Lauren tenía que actuar rápido para los demás y hacer todo lo posible para mantener esa cantidad de agua alrededor de Andrew, pero siendo honesta consigo misma, se la hacía difícil porque requería un enorme esfuerzo controlar una porción de agua como aquella, sin embargo, daba todo de sí para de una vez por todas acabar con el pelirrojo.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora