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Camila había dado alrededor de unas siete vueltas en su propio espacio dentro de la casita. Estaba oscuro afuera y podía oír la fuerza del viento empujando los árboles. Cada segundo que pasaba, la temperatura parecía bajar y aunque se encontraba envuelta en mantas, el frío parecía ignorar la tela, penetrando de lleno en su piel; así que, después de pensarlo, quizás demasiado, Camila deslizó su cuerpo sin hacer mucho ruido, hacia el lado de la ojiverde. Se pegó tanto a Lauren que incluso pudo sentir su cálida respiración en su nariz. Todo bajo la excusa de entrar en calor.

Su corazón empezó a latir muy rápido al estar tan cerca de la ojiverde ¿y si se despertaba y la encontraba ahí tan de cerca? Camila se asustó y decidió darse la vuelta con tal de que Lauren no escuchara lo fuerte que su corazón latía, sin embargo, no pudo alejarse más pues inconscientemente, la mano de la pelinegra rodeó el cuerpo de la más joven en un cálido abrazo que hizo que Camila quisiera explotar... No pudo definir si de felicidad o vergüenza.

A la mañana siguiente, ambas despertaron al mismo tiempo y en la misma posición íntima, aún así, ninguna de la dos parecía dispuesta a romper la cercanía de inmediato.

—¿Todo bien?- susurró Lauren al oído de la morena quien se estremeció un poco al percibir la voz de Lauren más ronca de lo normal.

—Sí... Tenía mucho frío.

Lauren no tuvo problema en admitirse a sí misma que le agradó la reacción de la morena bajo su toque. Internamente, le gustaba verla nerviosa y más si la causa era ella.

Con un movimiento que consideró inocente, Lauren deslizó su mano por el vientre de la morena hasta descansarla en su cadera donde dio dos golpecitos.

—También moría de frío. Ahora vamos, hay que levantarse.

Lauren se estiró y se levantó como si nada, dejando a Camila detrás con las  mejillas rojas. Algo que ya parecía ser muy habitual.

Al parecer, Lauren no tenía problema con tener que enamorarse de Camila porque así lo dictaba el destino ¿cómo podía actuar tan normal mientras ella tenía ganas de vomitar con sólo pensarlo? Era un sentimiento contraproducente que creía nunca poder aceptar del todo.

La morena sacudió la cabeza con tal de despejar un poco la mente del mismo tema e imitó su acción al levantarse y salir.

Afuera, el panorama no pintaba bien pues los destrozos de la tormenta se hicieron visibles a los ojos de la morena. Muchos árboles se habían caído, esparciendo sus hojas por todo el lugar junto a varios montones de nieve. Algunas casas fueron enterradas más no destruidas; sin embargo, la tormenta no parecía querer irse de la pequeña aldea. El cielo aun seguía de esa tonalidad blanca. En pocos minutos no tardaba en volver a nevar.

Camila buscó a Lauren con la mirada y la encontró a unos pasos de ella junto a algunos habitantes cerca de una montaña de nieve. Todos estaban ayudando a quitar los restos de los diminutos copos de hielo, sin embargo, aún estando lejos, la morena divisó una particularidad en los movimientos de la ojiverde. Lauren se movía de un lado a otro, sosteniendo en sus manos una especie de pala donde fácilmente se podía distribuir la nieve de un extremo al otro. Ella no sabía si era una causa del viento o los restos de nieve en la melena de la pelinegra, pero una franja blanca se asomaba por debajo del cabello de Lauren que sólo se podía ver si estos se movían.

Camila se acercó discretamente con la excusa de ayudar, logrando ver más de cerca ese extraño mechón blanco en el cabello de Lauren. Sin duda, era algo que no había notado esa mañana cuando despertaron juntas.

—¿Desde cuando tienes eso?- señaló Camila.

Lauren detuvo su acción al escuchar la voz de su compañera.

—¿Disculpa?

La curiosidad de Camila la invitó a tomar a la mayor del cuello, deslizando sus dedos en los sedosos rizos azabache en busca de la pequeña anomalía. Algo le decía que aquello no pintaba nada bien.

—Esto ¿desde cuándo lo tienes?

Lauren ignoró la sensación agradable de la piel de la palma de la morena hacer contacto con los vellos de su cuello y optó por poner su atención a lo que Camila tenía entre sus dedos. Allí, vio un grueso mechón de su propio cabello de un color que naturalmente no era el suyo.

—No lo sé ¿canas?

Lauren tenía que admitir que no era la primera vez que le salían canas siendo tan joven. Incluso llegó a recordar los días atrás cuando vivía encerrada en el castillo de la Reina Elena, donde Dinah de vez en cuando le quitaba algunas al despertar. Era un ritual algo doloroso, pero venía acompañado de un proceso para dejar su cabello bonito según las palabras de la joven bruja. Aún así, no sabía cuál era el escándalo de Camila por algo tan simple.

—Por supuesto que no son canas, Jauregui. Es todo un mechón que viene desde la raíz hasta la punta ¿no te parece extraño?

Camila no era consciente de que su mano, que aún sostenía el cabello de la ojiverde, se movía violentamente mientras hablaba, lo que hizo que Lauren se sacudiera un poco por el dolor.

—¡Auch! Déjame en paz, Camila.

Lauren ignoró por completo las palabras de Camila y siguió en su buena acción de recoger nieve. Jauregui era muy necia ¿es que acaso no podía sentir lo mismo que ella? Camila estaba preocupada de que aquello representara un cambio negativo en Lauren, tal vez era un signo de que su lado oscuro estaba despertando.

La joven morena se mordió el labio pensativa ¿qué pasaría si ella tomará la decisión de decirle a Lauren la verdad? ¿cambiaría algo en su destino?

Por un momento creyó que era una buena idea, quizás así se evitarían todo el asunto del amor. Cambiaría los azares del destino en el mundo que conocía.

—Hey ¿me ayudarías a derretir unos bloques? Tienes fuego en las manos.

Una niña morena, casi del mismo color de ella, se le acercó señalando inocentemente su puño, el cual efectivamente estaba envuelto en una flamante llama rojiza.

Camila detalló los ojos grandes y azules de aquella criatura de no más de cinco años de edad y le sonrió, siguiendo a la joven para ofrecer su ayuda.

Así, sin saberlo o tan siquiera pensarlo, Camila no se dio cuenta que en su corazón no solo estaba creciendo un enamoramiento infrangible, sino también, una bondad subrepticia.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora