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Los brazos y las piernas le dolían por el esfuerzo aplicado en las últimas horas de entrenamiento. Luke ya estaba perdiendo la esperanza de que Lauren realmente era una de ellos al no lograr absolutamente nada tras muchos intentos de sacar sus poderes.

Sabrina observó todo desde una distancia prudente los intentos fallidos por parte de ambos, haciéndola pensar en qué quizás había alguna otra manera de despertar los instintos de la ojiverde. Una manera que nadie estaba teniendo en cuenta. Sabrina no se iba a rendir tan fácil con respecto a Lauren y el papel tan importante que representaba en el mundo.

Por su parte y con la respiración agitada, la joven pelinegra observó las palmas de sus manos con un gesto de dolor debido al estado de estas; la piel rojiza y las pequeñas burbujas que se empezaron a formar fueron causa del contacto directo con el hielo, ocasionando quemaduras molestas.

—Muy bien, puedes descansar. Mañana seguiremos.

Lauren maldijo las palabras del ojiazul. Ella no quería seguir en su plan ¿por qué él sí? ¿Es que acaso no le quedó claro que ella no era una Diosa o tan siquiera perteneciente al Imperio de Hielo? Aunque quería tirar todo por la borda, algo dentro de ella, algo como una pequeña espina en su mente le decía que no se rindiera tan rápido pues le emocionaba el hecho de que sus poderes no tuvieran algún tipo de límite ya que así tenía más oportunidad de derrotar a Andrew y a Elena.

Una vez quedó solo, Luke se encontró con los ojos azules de Sabrina. La rubia tenía su rostro serio y él sabía lo que en ese momento estaba pasando por su mente porque él también pensó lo mismo, sin embargo, dejarían esas ideas para más adelante.

***

Después de años siendo prisionera de su propia Reina, la mujer de cabellos negros tragó con ansias la buena comida que tenía delante de sí sin importar las miradas de los hombres guardias a su alrededor y de la misma Elena quien se ubicaba frente a ella.

Encerrada por lo que calculaba alrededor de 20 años bajo el subsuelo de su tierra, Lúa Haysel olvidó por completo el olor de un buen vino, los sabores exóticos como las manzanas rojas y el simple tacto de un pañuelo de seda. Todo por haber cometido un pecado irreparable. Todo por haberse enamorado. Todo por haber sido una joven ingenua que creyó en las promesas de un hombre mayor y poderoso como lo era Arthur Jauregui.

Sentadas en un mesa de madera dentro de una habitación húmeda, Elena miró a la mujer degustar los alimentos con afán; recordando las pocas veces que había visto a su hija en las últimas estaciones. La familia Haysel era reconocida en el pueblo como los mejores mensajeros del territorio. La pequeña Lúa y sus padres adoptivos conocían todos los rincones de los bosques y playas para llegar más rápido a su destino; muchas veces la misma Elena recibió cartas por las manos de la dulce niña. Ahora, sus mejillas regordetas colgaban en su rostro, dejando a la vista orificios hundidos debido a la desnutrición de su cuerpo vulnerable. Nunca pensó que la inocente Lúa tiempo después sería una mujer estúpida para dar a luz el producto de sus aberraciones. A Elena le costó tiempo, dinero y esfuerzo encontrar a la madre de la hija de Arthur tras sospechar sus orígenes, y cuando supo quién era, no dudó en castigarla en el nombre de la Luna; no permitiéndole volver a tener privilegios como ser humano. Hubiese sido ideal la ejecución de su vida, pero Elena desechó esa idea pues sabía que la bebé podría ser de utilidad cuando cumpliera la mayoría de edad... y así fue. La Reina del Imperio de la Noche sonrió para sus adentros tras recordar la información brindada por la mujer frente a ella pues al parecer, los poderes de la joven ojiverde no tenían límites tras ser una impura de todas las clases. Eso significaba que la guerra estaba ganada, claro, siempre y cuando Lauren estuviera dispuesta a luchar de su lado y por supuesto que lo haría ya que tenía algo que le podría interesar y estaba sentado justamente frente a sus ojos.

***

Sabrina se encargó de dejarle una botella con un líquido muy peculiar para Lauren pues curiosamente era un tónico para las quemaduras extremadamente parecido, o más bien igual, al que le hizo Dinah aquella vez que Camila la atacó en el Imperio de la Noche. Pensaba que era un brebaje especial de su amiga bruja, pero al parecer era algo que podrías conseguir en los abastos cotidianos o quizás Sabrina tenía tratos oscuros con brujos. Lauren se rió de ese último pensamiento. Era descabellado que la mano derecha de la Reina Krista estuviera en malos pasos, además, no conocía a una persona más legal que Sabrina.

Poco a poco, las quemaduras fueron desapareciendo de sus manos, dejando la piel suave y lisa como siempre.

Salió del baño secándose las manos con un trozo de tela, observando como Camila parecía entretenida en la cama leyendo el libro de fábulas que Sabrina les había mostrado en la habitación del difunto Rey del Imperio del Hielo.

—¿Divertido?- preguntó curiosa.

Camila cerró el libro y lo dejó sobre una mesita de madera al lado de la cama para después tomar las mantas y enrollarse en ellas para entrar en calor.

—Un poco. Dice que estas al nivel de los Dioses Sol y Luna.

Lauren se rió ante las habladurías de la castaña. Al parecer, la morena también creía que ella era una Diosa.

—Aún no sabemos si soy la supuesta Diosa de la Tierra. Recordemos que es un mito. Ni siquiera estoy segura de que mi sangre esté compartida con los de aquí. El entretenimiento no funcionó.- comentó su día mientras ella también se preparaba para dormir bajo las mantas compartidas con la castaña.

—Lo eres, yo lo sé. Y no te preocupes, quizás tus dones aún estén dormidos.

Ambas se acostaron de medio lado observándose mutuamente en la opaca luz que se filtraba a través del balcón, se sonrieron con tranquilidad y cerraron sus ojos para seguidamente caer en un profundo sueño.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora