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Abrazada por la oscuridad y el sonido del eco de una irritable gotera, la ojiverde reunió valor para acercarse más a la celda de quien ahora consideraba su Némesis, observando con detenimiento las rasgaduras en el pantalón de la joven morena.

Camila estaba sentada, con las piernas extendidas y unidas por unas cadenas que impedían la acción de levantarse. Sus manos, semi dobladas por el cansancio de estar sobre su cabeza, se encontraban cubiertas por un cuenco de hierro hechizado para evitar que usara sus poderes y, a pesar de que sus ojos todavía expresaban un profundo rencor, todo su rostro mostraba cansancio. Su típica piel tostada ya no relucía bajo la tenue luz de las antorchas.

Al verla tan vulnerable, Lauren no pudo evitar recordar el día en que la Reina Elena decidió alejarla de su hogar. Ella despertó desorientada, asustada y sin poder moverse. Justo como estaba Camila.

—Yo no maté a Harry por placer, Camila. No estaba consciente de lo que hacía... yo... yo lo siento mucho.- sabía que no había ninguna posibilidad de que Camila la perdonara, pero debía disculparse. Tenía que hacerlo.

Camila hizo el intento de levantarse a toda prisa. Con fuerza. Haciendo sonar las cadenas de sus manos, las cuales la arrastraron de vuelta a la pared.

Ella soltó un gruñido.

—No me interesa. Lo hecho, hecho está. Él ya no está conmigo y todo es por tu culpa. Jamás te perdonaré Lauren Jauregui. Juro por todos los Dioses que voy a destruirte. Pagarás por la muerte de mi hermano... yo me encargaré de que así sea.

Lauren tragó grueso cuando las palabras de la castaña retumbaron por todo el calabozo, haciéndola temblar de pies a cabeza.

—Sé que he cometido un error, y pronto encontraré la manera de recompensar el alma de Harry; pero no voy a permitir que sigas queriendo estropear mi vida. No lo harás, Camila.- declaró con voz firme.

Esta vez, fue la menor quien tuvo el instinto de encogerse ante la rudeza y determinación de sus palabras, pero pronto esa sensación desapareció, reemplazando su miedo por diversión.

—No trates de evadir tu destino, Lauren. Vas a sufrir más que nadie en este mundo gracias a mi. Te lo aseguro. Iré a por ti siempre que pueda lastimarte.

—Entonces, te estaré esperando.

Un misterioso viento helado tocó la piel de ambas jóvenes. Un juramento acababa de escribirse y ninguna de las dos era consciente de la fuerza que podían tomar las palabras cuando se decían con tanto afán.

La de ojos verdes se fue entre las sombras haciendo el mismo recorrido de antes. Camila se quedó mirando el vacío que dejó el rastro de la joven pelinegra. Su orgullo no podía ser más evidente. Se estaba muriendo en vida encerrada en ese calabozo y más aún cuando perdió lo que ella creía era su otra mitad. Harry, su hermano. No había un sólo segundo donde el recuerdo de su cuerpo sin vida la perseguía en sus sueños, más bien, pesadillas. Escuchaba su voz dentro de su cabeza diciéndole que tomara la justicia por sus propias manos.

Camila no consideraba que tenía corazón ni alma para amar, pues creía que era una pérdida de tiempo el compartir tu vida con otra persona para siempre. Nunca se había enamorado y nunca sintió algo parecido o cercano a la conexión de la que todos hablan cuando tienen sentimientos; pero Harry... él era el único que estuvo con ella en casi cada minuto de su vida. No tenían una excelente relación, pero se divertían juntos y en algunas ocasiones la llegaba a comprender, y ahora... ahora no existía.

Una diminuta lágrima rodó con lentitud sobre su mejilla hasta caer en el suelo, formando un charquito de amargura y tristeza.

Si sus pensamientos seguían así, la esperanza de poder salir de allí se alejaría como una hoja al viento.

Un sentimiento similar era la de un hombre que se encontraba en la misma situación que la castaña. Encerrado y sin ver la luz del día hace mucho tiempo, exactamente desde... el incidente, o más bien, desde que fue un imbécil al vender a su hija.

Arthur Jauregui no era ni la sombra de lo que había sido desde que ingresó en el calabozo de su antiguo Imperio. Su barba estaba mucho más larga y reseca al igual que su piel. Los músculos de los que tanto alardeó en su juventud, ahora eran una masa floja y colgante. Dientes amarillos y el brillo de sus ojos grises se había esfumado, recubiertos por pequeñas arrugas que anteriormente no estaban allí.

Sabía que por órdenes de su primogénito, los guardias eran el doble de perversos con él. Sabía que no tenían misericordia y siendo honesto, él pensaba que lo merecía. Realmente lo merecía por cobarde. Esa noche no sólo había perdido a Lauren, sino también a Chris. Había perdido a sus únicos hijos y eso le estaba matando lentamente. Su fuerza literalmente se estaba agotando porque no comía ni bebía nada a pesar de que los guardias le pasaban la porción suficiente para mantener su cuerpo ¿de qué le sirve estar vivo si ya no tiene razones para vivir?

Sólo espero que mis hijos estén bien en este momento y que algún día me perdonen.

***

La soledad te puede llevar a la locura; perder las esperanzas y el sentido común deja de existir. La posibilidad de morir es el pensamiento más recurrente cuando te encuentras encerrado sin hacer nada... Solo existiendo y respirando ¿es exagerado? Quizás para Arthur Jauregui y Camila Cabello si, pero para una mujer que lleva más de 20 años escondida de la realidad, esos pensamientos son basura. Ella era fuerte y la única persona que conocía de su paradero lo sabía, pues la mujer se había mantenido cuerda a lo largo de los años.

—Vaya, ha pasado un tiempo desde la última vez.

Ambas mujeres conectaron miradas sin expresar ningún tipo de sentimiento. Era una especie de caja de cristal bajo tierra, y sólo ella conocía la forma de salir y entrar. Se acercó al vidrio que la separaba de la otra mujer y la observó en detalle, reprimiendo el venenoso comentario que quería salir de sus labios.

—No has cambiado mucho.- dijo viendo las mejillas regordetas de la prisionera.

La joven mujer se levantó lentamente del suelo donde estaba sentada y se acercó al cristal.

—Siempre me las empeño para sobrevivir, ya sabes ¿A qué has venido?

La otra mujer posó su mano sobre el vidrio e hizo sonar sus uñas en él para llamar la atención del pequeño felino del otro lado, el gato le sacó los colmillos y ella sonrió satisfecha antes de responder.

—En unos días, necesito la cooperación de todos los que conozco.

—¿Se te olvida que yo no existo? ¿realmente tomaras ese riesgo al confiar en mi?

—No tengo otra opción.- respondió mirando el cabello negro de la mujer. Había crecido más desde la última vez —Se me va el tiempo de la manos.

—¿Tan desesperada estas..?- la sonrisa burlona se le borró cuando un pensamiento llegó a su mente —¿O es porque ya no tengo un motivo para huir si me liberas?

—Podría ser.

—¡Tu, ingrata bruja!- gritó, sus puños se cerraron con fuerza.

—Como también podría ser que no. La verdad no quiero hacerte ilusiones, querida.

—Pero tu dijiste.... Tu prometiste...

—Es difícil jugar en un juego donde no puedes predecir el movimiento de los demás jugadores. Algunas piezas pueden estorbar, ya sabes como es.

Reprimió con todas sus fuerzas la ganas de llorar frente a ella. No le iba a dar el gusto.

Su pequeño compañero peludo intervino en el choque de miradas de ambas mujeres, frotándose en los pies de su amiga buscando atención.

—En un par de días vendré por ti.

Y con eso, ella tomó con delicadeza el ruedo de su vestido negro y salió del lugar dejando a la joven mujer como la primera vez que estuvo ahí, con una angustia naciendo en su pecho.

El Espacio Entre Nosotras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora