Lauren nunca se había cuestionado sus gustos sexuales y románticos. Toda su vida ha crecido escuchando a su padre diciendo que ningún hombre sería digno de su corazón. Tuvo que lidiar con los constantes coqueteos, regalos y proposiciones por parte de príncipes y caballeros, rechazándolos porque simplemente no estaba interesada. Ninguno de ellos causaba ese efecto de amor que tanto leía en los libros. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de la joven asistente quien le sonrió de manera amable, Lauren casi se desmaya. En serio ella era hermosa.
Luego de aquel pequeño colapso, se dispuso a comer con ganas. La ojiverde amaba comer y no le importaba si la cantidad que ingresaba en su estómago no era propio de una dama. Al fin y al cabo, la comida era para eso, para comerla.
Cuando sirvieron el postre, le pareció un poco irónico que fuese helado de vainilla debido a la temperatura congelada, pero aún así se lo comió.
Luego de cenar, la Reina invitó a su padre a quedarse un poco más para hablar sobre el nuevo contrato de la repartición de hielo. Así que caminaron hasta un salón cerca del comedor. Ellos se sentaron en unos sillones individuales y ella en un sillón más grande algo incómodo para su gusto. Sabrina permanecía de pie junto a la Reina como si fuese un perro guardián. Lauren la miró sin pudor alguno. Ella también era algo diferente al resto de los habitantes, su cabello era más amarillo y sedoso. Brillante. Sus labios de un tono más vivo. Tenía una actitud similar a la Reina.
Creyó que la joven había sentido su insistente mirada cuando la cabeza de la rubia se giró hacia ella para luego desviarla a la pared del fondo. Ella también llevó su mirada allí. Un par de jóvenes luchaban por cargar unas cajas.
Sabrina se movió para ayudarlos. Sólo así, se dio cuenta que uno de los chicos era su amigo.
—Hola, Luke.
Por alguna extraña razón, se instaló un silencio en aquel espacio. Todos detuvieron sus actividades para verla. ¿Qué pasa?
—Bu... buenas noches, princesa.- habló Luke dejando por un momento la caja en suelo para dar una inclinación hacia ella.
—¿Conoces a ese muchacho, Lauren?- preguntó la Reina Krista.
—Luke trabaja en el despacho de hielo del muelle. Lo he visto. Somos amigos.- la Reina levantó una ceja, pero no dijo nada sobre eso. En cambio de eso, preguntó sobre el contenido en el interior de las cajas.
—Son las jeringas con el gel medicinal para el Rey, mi señora. Las llevábamos al congelador.- respondió el otro joven.
—Entiendo. Tengan cuidado.
Ambos asistieron y apresuradamente llevaron las cajas hasta la cocina junto con Sabrina.
—No sabía que eras amiga de alguien de mi imperio, Lauren, mucho menos que fuese un empleado.- comentó lentamente la Reina. Lauren se encogió de hombros.
—Luke es buen amigo. Es gracioso y amable.
—No envío a mis empleados para hacer amigos, sino para trabajar.
—Él es buen trabajador.- Lauren tragó grueso al pensar que había metido en problemas a Luke —No ha dado problema alguno.
—La cena del Rey está lista, señora.- Sabrina había interrumpido la conversación.
—Puedes llevársela, Sabrina.- respondió la Reina —¿Por qué no la acompañas, Lauren? Estoy segura que Sebastián estará feliz de conocerte. Tu padre y yo tenemos cosas que hablar aquí.
Lauren ya se estaba levantado del sillón cuando la voz de su padre interrumpió su acto.
—Con el debido respeto, Krista. No creo que sea buena idea que Lauren se separe de mi.- la Reina parecía sorprendida.
—Oí lo que pasó en el Imperio del Sol. Entiendo tu preocupación por tu hija, Arthur, pero te aseguro que mis empleados no son como los hijos del Rey Alejandro. Lauren estará con mi mayor confidente. Sabrina no le hará nada malo. Estará protegida.
Depositando su confianza en la Reina, Arthur dejó ir a su hija.
Lauren siguió a Sabrina quien llevaba una bandeja de sopa por un estrecho y alargado pasillo hasta que se detuvieron en una puerta grande en el segundo piso la cual era custodiada por dos guardias.
La joven rubia le pidió que esperara un momento para notificar su presencia al Rey.
—Atentos.- dijo mirando a los guardias, luego lanzó otra mirada hacia la ojiverde para después desaparecer tras la puerta.
Pasados unos minutos, Sabrina indicó que era bienvenida.
La habitación del Rey era mucho más grande que la suya, incluso la de su padre. El techo era sumamente alto y sobre él estaban talladas figuras de olas, nubes, Ángeles voladores y unos que otros copos de nieve. Las paredes eran de azul pastel, con muchos cuadros exóticos. Uno de ellos en específico le llamó la atención; las siluetas del Sol y la Luna eran protagonistas de un beso abrasador y a su alrededor, tres figuras humanas irreconocibles observaban el acto. Dos figuras masculinas y una femenina. Justo en el centro del piso, contra la pared, estaba una inmensa cama donde descansaba el Rey Sebastián. La habitación estaba impecable... No había desorden alguno.
Solo había frío. Mucho frío.
—Mi señor, ella es Lauren Jauregui, hija del Rey Arthur Jauregui.
Lentamente y con algo de timidez, se acercó hasta la cama donde el Rey descansaba. Sabrina recogía los restos de comida y los colocaba sobre una bandeja mientras se alejaba de ellos, sin embargo, Lauren aún mantuvo su distancia.
El Rey sonrió.
—Acércate, muchacha.
La sonrisa cálida del hombre le transmitió confianza.
—Un gusto conocerlo, Rey Sebastián.
—El título de Rey ya no tiene poder en mí.- sonrió —Hace mucho tiempo que dejé de serlo. Mi esposa lo maneja bien ahora.- él sonrió simpático.
—Aún así, sus habitantes lo consideran como uno. He oído muchas cosas buenas sobre usted. Es apreciado por el pueblo.
—Muchas gracias. Yo también he oído muchas cosas sobre ti, Lauren Jauregui. No sabes las ganas que tenía por conocerte, muchacha. Arthur es buen amigo mío y lamento mucho no haber asistido a tu nacimiento; también lamento no poder atenderlos como se debe en estas condiciones.- dijo tosiendo al final.
—Mi señor, es hora de su medicina. Las nuevas jeringas han sido refrigeradas. Voy por ellas.- interrumpió Sabrina —Lauren.
—Puedes ir tú, Sabrina. Me gustaría quedarme a conversar con la joven aquí presente.
Sabrina se movió incómoda ante la petición del Rey. No olvidaba las palabras de la Reina Krista al tener que vigilar a Lauren.
—La Reina dijo que Lauren... No puedo dejar...
—No pasará nada, muchacha. Sólo serán unos minutos y estoy seguro que los guardias estarán al tanto de nosotros.
Sabrina dudó, pero no podía desobedecer. Además la hija del Rey Arthur se veía cómoda con él, así que sin más, salió en busca del medicamento. Dejándolos solos dentro de aquella habitación.
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El Espacio Entre Nosotras (Camren)
Fiksi Penggemar"Soy la luz que invade el espacio de la Luna" (Universo alternativo) Aunque te sientas perdido en la oscuridad, siempre hay una luz rodeando tu alma para dejarte claro el camino por el cual vas caminando a pesar de que creas estar ciego de sensacion...