Percy, el vigilante

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Los romanos habían venido a la ayuda de los griegos. Vale que fueran de culturas un poco rivales pero también eran familia visto desde un punto de vista muy retorcido. Los soldados que estaban al cargo de los centuriones cargaron contra los monstruos que intentaban llegar hasta la iglesia que estaba protegiendo la semidiosa hija de Atenea. La cual fue rápidamente atendida por Gwen sanando así sus heridas con una extraño polvo que brillaba si le daba la luz del sol.

- Gracias. - Dijo esta al ver que se encontraba mejor. - Me alegra que halláis venido a ayudarnos.

- ¿Dónde están tus compañeros? - Preguntó ella mirando a Annabeth.

- Mis hermanos y compañeros están dentro, deben haber visto abrumados por la cantidad de monstruos que había y debieron haber montado una barricada para protegerse. - Dijo la griega. - Voy a entrar, por favor aguantad un poco hasta que organice a los de dentro.

La romana asintió y se puso a defender la puerta que antes había estado protegiendo Annabeth. Por otro lado, Annabeth había conseguido con ayuda de su daga abrir una pequeña abertura en la puerta por la que pudo avanzar al interior donde estaban sus hermanos gritándose entre ellos por supuestas estrategias absurdas que supuestamente no llevarían a ningún sitio.

Cuando Annabeth consiguió alcanzar a sus hermanos, se hizo notar dando un golpe en el atril donde  se situaba el cura para oficiar la misa. - ¿Alguien me puede explicar que diablos pasa?

Los estrategas se habían sorprendido por la aparición repentina de su líder. Pero el momento pasó y la sorpresa con el. - Pues veras, no podemos llegar a una conclusión lógica para enfrentarnos a los monstruos.

- Pues veras. - Dijo la rubia. - Hemos contactado con una semidioses de la mitología romana que se han ofrecido a ayudarnos para salir de esta, por lo que propongo que los arqueros que tenemos se sitúen en la segunda planta y que de soporte a los romanos que están fuera ayudándonos, y los que puedan pelear con espada, lanza o dagas que salgan a fuera conmigo para intentar acabar con el que está atacando.

Eso pareció una buena idea para los que estaban reunidos en ese entonces y fueron a contárselo a todos los demás, y tras unos segundos todos se reunieron y fueron a combatir a los enemigos con los romanos.

Mientras sucedía eso dentro de la iglesia, en el campo de batalla los romanos habían formado una formación defensiva con la puerta detrás de ellos. Jason estaba un poco preocupado por sus compañeros que fueron a defender la puerta de la iglesia mientras él se estaba enfrentado solo a dos perros del infierno que tenían muy malas pulgas.

Jason estaba empuñando su pilum con mucha fuerza mientras protegía su torso con un escudo que ocupaba casi todo su cuerpo con una forma cuadrada. Los dos canes estaban gruñendo buscando una apertura para poder atacar al hijo de Júpiter. Estaban dando vueltas por donde estaban y tras unos segundos uno de los dos intento arrancarle el escudo a Jason. El romano se mantenía bien, pero el otro can saltó a su espalda para darle un mordisco en la espalda pero lo único que logró fue una descarga por parte de su supuesta presa.

El monstruo se separó de él con confusión ya que no esperaba tal cosa y se reunió con su compañero que no había logrado su objetivo de arrancar el escudo. Los canes estuvieron delante del semidiós enseñando sus dientes y gruñendo con la intención de asustar al semidiós, pero no lo conseguían debido al entrenamiento que tuvo que hacer cuando era pequeño con Lupa, la loba de Roma.

Tras un rato de mirarse un buen rato, los perros saltaron y cayeron encima de Jason haciendo que este perdiera el escudo que portaba con él, ellos intentaron clavar sus colmillos en la carne del semidiós pero estos fueron volatilizados por unas flechas que se clavaron en sus lomos acabando así con su vida sorprendiendo a Jason en el proceso.

Percy Jackson el señor del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora