Primera toma de contacto

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Nuestro pequeño héroe se decidió a entrenar con su madre en el dominio del hielo. Mientras entrenaba con su madre, nuestro joven héroe de solo cinco años ya podía crear nieve y cuando estaba en un pequeño lago, Percy, mostró algo que a Quíone no le gustó ver.

En el lago en el que estaban practicando, Percy logró caminar sobre el agua como si fuera el mismo Jesu Cristo.

- ¡Mamá, mira esto! - dijo el pequeño con entusiasmo al poder ver lo que podía hacer.

En la cara de Percy se podía ver diversión  y entusiasmo, pero su expresión cambió al ver la de su madre, en ella se podía ver tristeza y miedo. - ¿Qué pasa mamá?.

- Hijo, no es que no quiera que uses ese poder - dijo ella mientras se acercaba a su hijo para acariciar su cabeza. - Ese es el poder de tu padre, el que decidió dejar a tu madre biológica a su suerte, por lo que, no te voy a decir que no uses el poder del dios del mar, es más, entrena ese poder y demuestra que puedes ser mucho más fuerte que aquel que te abandonó.

Percy asintió ante lo que acababa de decir su madre tomando como nueva meta de superar a ese dios que hizo lo que hizo con su madre biológica.

Su tiempo entrenando fue pasando, los minutos pasaron a ser horas, las horas en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Hoy en día el pequeño Percy ya tenía siete años  y podía defenderse muy bien de los monstruos, su manejo del hielo era muy bueno, mientras que con el agua podía curar las pocas heridas que se hacía en los entrenamientos.

Las cazadoras, las cuales habían dicho sobre Percy al rey del Olimpo, venían a visitarlo de vez en cuando por ordenes de Zeus, pero a ella no les parecía mal. Una vez que ella conocieron a Percy decidieron ayudarle con su entrenamiento. Hasta que un día.

- Quíone. - Dijo Artemisa llamando la atención de la diosa que estaba sentada en su trono. - Me gustaría llevarme a Percy.

Quíone, al escuchar esto, su cara se tornó de un color rojo debido por la ira que sentía hacia la diosa de plata.

- ¿Qué has dicho? - dijo ella despacio pero nerviosa por lo que había dicho.

- No te confundas - dijo ella intentando calmar a la diosa de la nieve. - Solo quiero que nos acompañe a buscar a tres semidioses.

- ¿De quién? - preguntó ella con cautela.

- Uno hijo de Hermes, una hija de Atenea y una hija de Zeus - dijo ella con calma. - Solo es una búsqueda para acompañarlos al campamento.

- Ese ser no intentará hacer nada, ¿verdad? - preguntó Quíone con una ceja alzada.

-  Solo será ir, buscar a los semidioses y volver - dijo Artemisa - Prometo por el río estigio que no le pasará nada.

En ese momento un trueno sonó en la lejanía haciendo así que la diosa de la nieve pensase más en la petición de Artemisa, a decir verdad, no le hacía mucha gracia que Percy saliera de su dominio y fuese a Estados Unidos, donde los olímpicos tenían sus tierras, por otra parte, la estación en la que están es invierno, por lo que si pasa algo podría llegar rápidamente.

- De acuerdo - dijo ella tras un buen rato pensando. - Solo irá hasta el campamento, luego volverá, y quiera que pase por la frontera, no quiero problemas.

La diosa de la caza, un tanto confundida, asintió  y se dirigió en la dirección en las que estaban sus cazadoras que estaban con Percy.

En alguna parte de Estados Unidos.

Se podían ver a tres niños caminando por las calles de una pequeña ciudad, el único chico que iba con las dos chicas no paraba de mirar a su alrededor, ya que más de alguna vez le habían atacado por sorpresa algún que otro monstruo, ya sea disfrazado de mortal o directamente con su apariencia normal causando el caos que donde estaba.

Percy Jackson el señor del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora