Rachel.
— ¡Rachel!— gritó Gale corriendo hacia mí.
— ¿Qué pasa?— contesté frunciendo el ceño.
— Tu... novio, cerca del edificio de economía, pelea.— dice agitado por la tremenda carrera que se habia aventado.
— ¿Qué?— Salí de mi auto corriendo, de lejos pude ver un grupo de chicos en una bolita.
Me acerqué y ahí estaba Harry peleando con un chico que no conozco, Louis y Zayn los estaban tratando de separar.
— ¡Basta Harry!— exclamé poniéndome enfrente de él, ni siquiera me vio solo miraba al chico con el que peleaba con una sonrisa burlona mientras de su labio partido salía sangre.
— Aprende a perder.— Le grito Harry sin quitar su sonrisa, comenzaba a cansarme que quería quitarla yo de un puñetazo.
— Eres un tramposo, por eso ganas, pero si quiero te puedo dejar como la primera vez.— contraatacó el rubio. Rodeé los ojos y le lancé una mirada de advertencia a Harry pero éste ni me tomo en cuenta.
No se como pero se soltó de los brazos de Zayn dispuesto a pegarle al chico de nuevo.
— ¡Sabes que mátate si quieres pero no vengas a mi después!— le grité lo suficientemente fuerte para que me escuchara.
Al ver que no se detenía me fui de ahí, pasaron dos semanas desde aquella vez que me quedé con Harry en su departamento, y desde hace unos días se había metido en tantas peleas sin razón alguna, iba repartiendo golpes como Santa Claus regalos en navidad, me tenía cansada, hasta ahora no le había pasado nada, pero realmente quería que parara, prometió hacerlo y vean que bien cumplió su promesa. Sentí una mano en mi hombro, me separé bruscamente al pensar que se trataba de Harry.
— Hey!, ¿y yo que he hecho?— Se quejó Zayn, me giré y le pedí disculpas con la mirada.
— Lo siento, pensé que eras Harry.
— Hablando de Harry, ¿qué le pasa?, se ha metido en demasiadas peleas.— pasó su brazo por detrás de su cabeza y rasco su nuca.
— No sé, y ya no me importa lo que haga, es un idiota, prometió que ya no lo haría, pero cambiando de tema, ¿Quieres ir a casa?
— Te sigo.— dijo mientras caminaba a su auto.
Miré al montón de chicos a lo lejos y aún estaban ahí, negué con mi cabeza enojada, de seguro y ni siquiera notó mi presencia; esta vez no sería tan fácil que lo perdonara, lo había dejado pasar, pero creo que ya es suficiente, va a llegar el momento en el que me iba a recibir una llamada del hospital y rezaba para que ese día no llegara. Subí a mi auto y rechinando las llantas salí de ahí, captando algunas miradas del grupo.