d i e c i n u e v e

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Después abrazarme unos segundos, me sueltan.

—No sé qué estaban haciendo y no preguntaré. —dice Mercy cerrando la puerta principal.

—Yo tampoco. Supongo que fue un abrazo grupal. Meg, ¿de dónde has sacado tanta fuerza? Creo que aplastaste mi intestino.

—Convivir con Thomas durante años me ha hecho una chica dura. —mira el sofá y asiento, avisándole que se pueden sentar ahí.

—No tan dura si aún no te has atrevido a hablarle a Kyle. —refuta el susodicho y Meg se sienta en el sofá individual. Jordan y Thomas se sientan un poco estrechos en el que está al frente de ella y Mercy y yo en el grande, una a cada punta.

—¿Pueden creer que he hablado más con Marie que con Kyle? Odio eso. Bueno... no tanto, ella de verdad que es un amor de persona y simplemente no puedo dejar de hablar cuando estoy con ella. —mira sus manos— Si esos dos llegan a ser algo, no los culparía. Me rompería el corazón, eso sí. —señala arqueando las cejas y quitando una mota invisible de su pantalón con rotos— Pero soy nada más ni nada menos que la propia Megara. Un corazón roto no me detendrá a ir por el mundo.

—Suenas como si estuvieras planeando una rebelión. —Meg le saca el dedo de la mitad a Jordan— O como si fueras a protagonizar una película de Divirgente.

Thomas, sin permiso de nadie, se inclina y saca un chocolate de mi cajita.

—¡Hey! —tomo la caja y la aprieto contra mi pecho— Nadie me roba chocolates. Estoy dudando que nuestra amistad pueda continuar.

—Era un chocolate blanco, no lo pude evitar.

Mercy está callada, evaluándolos de una manera tímida. Ellos tienen una concepción muy errónea de ella solo por ser una Fiennes. Me parece que el momento es perfecto para romper el hielo y...

—¿Ya terminaste de mirarnos como si buscaras una especie de arma? —le pregunta Jordan, mirándola con el ceño fruncido.

Mercy, siendo descubierta, parpadea varias veces de la sorpresa y adopta una postura defensiva.

—Sí. Ya terminé, idiota.

—Jordan... —lo regaño por lo bajo.

—Mil disculpas por su comportamiento. —empieza a excusarse Meg, poniendo sus pies encima de la mesita del centro. Al ver mi mirada, los baja lentamente— Lo idiota no se le quita. A ninguno de los dos.

—Te pregunto, —Thomas se voltea hacia Meg— literalmente respiro y tienes un comentario contra mí, ¿qué te hice yo en la vida, mujer?

—Perdón, la costumbre.

—No pasa nada. —interfiere Mercy y Meg abre los ojos como platos.

—¡Tu cabello es hermoso! Me he querido tinturar el pelo de ese color pero se me ha hecho imposible encontrarlo en tiendas. —Mercy se sonroja— ¿Es tu color natural? —asiente— Que suerte tienes.

Mercy carraspea. —Igual a ti te queda divino el color azul, a mí seguramente me quedaría horrible. Solo luce con algunos colores de piel, me gustaría muchísimo probar con algo nuevo, aunque el miedo me puede.

—Oh, créeme, el miedo siempre estará ahí. ¿Crees que no estaba asustada la primera vez que me lo tinturé? Hay que correr riesgos para llegar a resultados mejores que nunca creíste posibles. —sonríe.

—La capacidad de Meg de hacer todo profundo y reflexivo me asusta como el demonio. —dice Thomas.

—El azul me encanta. —Mercy cada vez está rompiendo más y más el hielo y siento una alegría interna por eso. Sonrío mientras estornudo. Vale, tal vez no era alegría, era gripe— Te hace lucir tan bien. En cambio yo con mi cabello rubio, —toma un mechón y lo mira— me dicen ''rubia oxigenada''.

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora