d i e c i s é i s

3K 231 190
                                    


Cuando bajamos de la rueda, su mano suelta la mía y yo extraño su tacto. El corazón me sigue latiendo rapidísimo, esta vez no por la altura, sino por la sensación que me ha perseguido toda la noche. Cada vez que lo miro de reojo, mis piernas empiezan a fallar y tengo que coger aire para no hacer algo de lo que probablemente después me arrepentiré.

Sin embargo, tengo que actuar con calma y serenidad. Tal vez sean los nervios o la adrenalina que sentí en el London Eye. Tal vez sea porque esté cansada. Tal vez sea por la testosterona. Tal vez sea por las hormonas. Lo que sea que me pase, necesito enterrarlo ya mismo.

—Voy a volver cada vez que tenga oportunidad. Es simplemente increíble. —digo emocionada mientras rodeamos un carrito de helados para pasar a la otra acera— ¿Mercy ha venido antes?

Asiente.

—Deberíamos venir con ella. Si yo hubiera nacido en Londres, me mantendría por aquí. ¿Cuál es tu excusa para no venir tan seguido?

Y lo digo con honestidad. Tomé tantas fotos para mandárselas a mis amigos y familia (esta vez me asesoré de que no se lo hubiera mandado a Cooper por accidente) y el deseo de que ellos vinieran a visitarme para montarnos en el London Eye me embargó completamente.

Perdida entre mis pensamientos, me tardo en advertir la expresión rígida de Hero.

—Hay algunos recuerdos que se regresan a mi cabeza cada vez que vengo. Te sorprendería saber la facilidad con la que una persona puede arruinar un lugar para ti.

Lo evalúo y le pongo una mano sobre su antebrazo. No sé si esta vez está hablando de su padre, pero no lo obligaré a contarme si no lo desea.

—En ese caso, espero haberte devuelto un poco de alegría. Sé los efectos colaterales que pueden tener los malos recuerdos en cuanto a lugares, —por ejemplo, yo no podía ir a un parque cerca de mi casa de Australia sin pensar en Matt. Dejé de ir el día en que terminamos. — Entonces cada vez que vuelvas a venir, piensa en este momento. No dejes que los malos momentos opaquen a los buenos.

Para de caminar un segundo y lo miro confundida.

—Tienes razón, rubia. —retoma su caminata e ignora mi expresión interrogante— Gracias por el consejo. Es más, ¿por qué vas a la universidad si puedes ser guía espiritual?

—Ja, ja, ja, —digo con ironía— muy gracioso.

Me sobresalto cuando un carro rojo pasa a toda velocidad por nuestro lado, reproduciendo una canción que desconozco, con el volumen a tope.

—¿A dónde vamos? —la curiosidad me aborda cuando en vez de tomar un Uber, seguimos caminando.

Miro el río Támesis, sus aguas calmadas. Parece estar ajeno a todo el bullicio que hay alrededor.

—Al puente de Westminster. No hay tantas personas y la vista es una de las mejores. —carraspea su garganta— No quería llegar tarde al apartamento, por lo que elegí sitios relativamente cerca.

—Vale.

Nos vamos acercando y lo tengo que admitir: hay chicos muy guapos por aquí, y Hero entra en ese grupo, por lo que una que otra vez algún grupo de chicas le echa miraditas, pero ellas al menos captan mi presencia y son prudentes. No obstante, eso no evita que me incomode un poco. Desventajas de ser sexy como el infierno, un libro que perfectamente Hero Fiennes-Tiffin podría escribir.

Invocando al diablo con mis pensamientos, a los lejos vemos a Rebecca y a su grupito. Por suerte están muy alejadas de nosotros.

—Joder. —resoplo— ¿Todas las chicas son así contigo?

Antes de él | HEROPHINE |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora